El Centro de Creatividad, Innovación e Investigación de Haine Elementary/Middle School alguna vez fue una biblioteca. Ahora más bien parece una incubadora de nuevas empresas de Silicon Valley.

     En el piso de concreto pulido, niños se arremolinan alrededor de computadoras portátiles, juegan con robots educativos y elaboran propuestas muy al estilo “Shark Tank” para inventos que han soñado. Algunos trabajan en problemas matemáticos, mientras que otros suben a una casa de árbol que está bajo techo. No hay un solo libro a la vista.

Ésta aula experimental forma parte de una ola de los denominados espacios  colaborativos que están apareciendo en las escuelas de todo el país. Están diseñados para facilitar un complejo juego --actividades temporales, aunque estimulantes que implican razonamiento e ingeniería sin una respuesta “correcta”.

De acuerdo con Donna Ross, profesora asociada de educación científica en San Diego State University, las investigaciones sugieren que estas actividades fomentan la resolución de problemas, el pensamiento crítico y la capacidad para formar equipos, atributos valorados por los actuales empleadores. Como el tiempo de pantalla y las actividades altamente estructuradas han colonizado las horas libres de los niños, “estamos tratando de construir [juegos complejos] durante el día escolar formal”, dijo Ross.

El espacio que tuvo un costo de 200 mil dólares en Haine fue financiado con una subvención estatal y abrió en septiembre pasado; casi mil 500 estudiantes que van desde el jardín de niños hasta el sexto grado lo usan semanalmente. Las sillas, mesas y pizarrones blancos tienen ruedas, lo que permite configurar la sala para realizar diferentes actividades (los libros ocupan ahora otro espacio).

En lugar de dirigir las lecciones desde el frente de la sala, los maestros y los bibliotecarios se mueven entre los grupos de estudiantes, guiando proyectos, facilitando la discusión. “Realmente necesitan pasar por un cambio de paradigma en algunos aspectos”, dijo Ken Burk, director ejecutivo de Inventionland Institute, el cual diseña las clases, programas y los espacios de clase de las escuelas, incluida Haine. La empresa con sede en Pittsburgh está planeando cuatro espacios similares, incluidos dos más para Seneca Valley School District.

De acuerdo con Ross, quien no está afiliada al proyecto, ha habido poca investigación sobre cómo estos entornos pueden ser más efectivos en los entornos académicos. “Las impresoras 3-D y las cosas que usan son geniales, pero también puedes usar algo que es genial sin aprender mucho”, dijo, agregando que el tiempo con la tecnología, ciencia y la ingeniería puede beneficiar a las chicas y a los estudiantes de color garantizándoles así el acceso que pudieran no tenerlo de otra manera.

Algunos de los estudiantes de Haine han continuado desarrollando sus inventos fuera del horario escolar, dijo Sean McCarty, superintendente asistente del distrito escolar de educación primaria. Al igual que una incubadora de tecnología, el Creativity, Innovation & Research Center es un entorno seguro para la experimentación, dijo. “Si descubres que fallaste, entonces aprenderás de esos fracasos”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

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Fecha de publicación: 21/05/2018