A primera vista, ‘I Feel Pretty’ (‘Sexy por Accidente’) se  basa en una premisa prometedora. Un patita triste que está lejos de ser fea, solo gratamente regordeta y plagada de dudas, de pronto se cree hermosa y absolutamente deslumbrante, y su ilusión libera a su yo jovial y adorable. 

     La segunda ocasión y después de ver la película, creo que esa es una premisa fallida. Y volviendo a analizarla, después de pensar en lo que se ha visto, la premisa nunca tuvo la oportunidad de funcionar bien en manos de los cineastas cuya visión sobre el tema es poco profunda.

La patita, Renee Bennett, es interpretado por Amy Schumer, sabe cómo transmitir una noción cómica y se compromete a hacerlo, pase lo que pase. Renee, cuyo único deseo es ser bella, trabaja para una compañía global de cosméticos inspirada en Revlon o L'Oréal, pero lo hace desde la oficina en línea de la compañía, una escuálida oficina en un sótano de Chinatown en Nueva York. (Su único compañero de trabajo, un cretino hombre oscuro). Esto establece dos cosas: la obsesión de la heroína por la apariencia física y la devoción de la película por difundir cuestiones argumentales, por absurdas que éstas sean.

Y a pesar de lo arbitrario. La transformación imaginada de Renee le sigue a una tarde en casa, cuando viendo televisión, se topa con una escena central de la película estelarizada por Tom Hanks ‘Big’ --el en el que el desconsolado niño le dice a una máquina de carnaval: “Desearía ser grande”.

Este es ejemplo de la dudosa verdad que entrañan las ideas prestadas --si la gente de ‘Big’ pudo transformar un personaje así, los cineastas parecen estar diciendo, nosotros también podemos hacerlo. Pero también es un recordatorio de tener cuidado con lo que deseas; algunas transformaciones instantáneas tienen consecuencias maravillosas, mientras que otras no tanto. Esto realmente no se logra en esta cinta, a pesar de los valerosos esfuerzos de Schumer, y a pesar de que uno desea mucho que la película lo logre por su mensaje de que la belleza proviene del interior de uno mismo.

Las dudas iniciales de Renee sobre sí misma --cuestionamientos que rayan en auto-desprecio-- son una extensión de lo que sintió el personaje de Schumer en su anterior y exitosa película, en parte autobiográfica, ‘Trainwreck’. En cuanto a los detalles de cómo se produce la transformación de Renee, son demasiado ridículos como para relacionarse. La pregunta es qué sucede después.

Después de que el proverbial niño de ‘Big’ despierta la mañana siguiente y es lo suficientemente grande como para ser interpretado por Tom Hanks, nuestro deleite va más allá del cambio físico debido al punto de vista dulcemente ingenuo de lo que el héroe de 13 años ostensiblemente maduro le aporta al mundo adulto a su alrededor.

 Cuando Renee se transfigura al día después de ver la escena de ‘Big’, todo está en su cabeza, ya que los coguionistas y codirectores, Abby Kohn y Marc Silverstein, han decidido no tomar en cuenta la estrategia de las secuencias de fantasía, al estilo de Walter en ‘The secret life Walter Mitty’ de Danny Kaye, o la secuencia musical de ‘The Dude’ con el tema de bolos en ‘The Big Lebowski’.

El cuerpo de Renee sigue siendo tan agradablemente curvilíneo como lo era, así que el resto de la película depende de su comportamiento, que es cómicamente delirante, si lo aceptas; o terriblemente loco, si no lo haces.

Todas las bellas personas de su entorno se lo aceptan, o al menos están de acuerdo con ello, incluso cuando Renee, creyendo que es una supermodelo, habla tonterías febriles que nadie cuestiona. (El grupo incluye modelos de la vida real como Naomi Campbell, Lauren Hutton y Emily Ratajkowski, cuyo personaje confiesa sus propias inseguridades).

    Incansablemente confiada en su nuevo estado de gracia, Renee asciende rápidamente, aunque inexplicablemente, en el escalafón de la empresa y logra una posición de eminencia ante los ojos de la directora general de la compañía, Avery LeClair, quien es interpretada por Michelle Williams con una presencia débil, una voz chillona y sin gracia.

Avery valora a Renee por las cosas inteligentes y sensatas que dice acerca de cómo la compañía debería lanzar su nueva línea de cosméticos de menor precio a mujeres reales. Eso es un eco de Josh de Tom Hanks que les da a los ejecutivos de la compañía de juguetes buenos consejos sobre cómo vender los juguetes.

Sin embargo, no hay nada que explique la forma en que Renee encanta a los hombres con los que se encuentra, aunque Schumer es muy divertida haciendo piruetas y realizando giros en un concurso de baile en bikini en un club del centro. Ante los ojos del hombre que la lleva ahí, un alma buena aunque un tanto nubosa llamada Ethan (Rory Scovel), ella es perfecta: “Eres tan tú misma, le dice con pasión. De acuerdo con Grant LeClair, el hermano de Avery, ella es deslumbrante, aunque eso no lo vemos.

La mayoría de los elogios que recibe Renee son inmerecidos, porque la mayoría de las veces ella se muestra como narcisista, el tipo de mujer de la que cualquier hombre sensato huiría en un segundo momento en Nueva York. Los escritores no le han dado el matiz necesario para diferenciar lo seguro de lo loco, y los directores, que son dos, no le dieron a la producción un brío constante y consistente; el ritmo se arrastra cuando no es frenético.

    Renee finalmente vuelve a su yo original, como en ‘Big’ (o en “Charly”, para el caso), aunque debidamente curada de su inseguridad paralizante, y ella puede ofrecer una exhortación sincera sobre la necesidad de las mujeres, de creer en ellas mismas. Pero, es difícil creer en ‘I Feel Pretty’, un soso trabajo sobre una Cenicienta que se auto engaña.

Traducido por Michelle del Campo  

Editado por Luis Felipe Cedillo

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Fecha de publicación: 05/06/2018