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Las expectativas de vida promedio en todo el mundo han aumentado constantemente en los últimos 100 años. Pero la longevidad parece haber llegado al límite de 120 años.
Si hay o no un límite absoluto en cuánto al tiempo pueden vivir los seres humanos es un tema muy disputado. Aquí están los hechos: el registro de edad récord de todos los tiempos fue establecido por Jeanne Calment de Francia, quien murió en 1997 a la edad de 122 años. Nadie se ha acercado a los 119 años desde entonces. Sin embargo, la cantidad de personas mayores de 110 continúa creciendo.
Para algunos investigadores, esto sugiere que hay un límite natural en el tiempo que pueden vivir los humanos --y ya casi llegamos a él.
Sí, la expectativa de vida promedio ha aumentado, gracias a cosas como el agua potable, mejores condiciones de vida y la medicina moderna. Pero estas mejoras permiten llegar hasta cierto punto, ya que finalmente el cuerpo se desgasta tarde o temprano.
Otros dicen, en efecto, que el pasado desempeño no garantiza resultados futuros. Las nuevas y emergentes tecnologías médicas, señalan, podrían retrasar el envejecimiento a tal punto que no solo viviremos mucho más tiempo, sino que permaneceremos biológicamente “más jóvenes” en lo que solía ser la senectud.
Brandon Milholland, coautor de varios artículos de investigación sobre el envejecimiento y la longevidad, e investigador asociado en la firma de consultoría farmacéutica Michael Allen, dijo que 125 es probablemente el límite superior de la vida humana. Joon Yun, presidente de Palo Alto Investors y patrocinador fundador de Grand Challenge for Healthy Longevity de National Academy of Medicine de dos millones de dólares, dijo que es posible extender la vida humana al aumentar la capacidad del cuerpo para responder al estrés.
Sí: el límite superior parece ser 125 años
por Brandon Milholland
En un sentido estricto, se podría argumentar que no hay límite para la vida humana, ya que no existe un cambio biológico que desencadene la muerte después de un cierto período. Sin embargo, la mortalidad aumenta exponencialmente con el paso de la edad, teniendo las probabilidades de sobrevivir cada vez más pequeñas hasta que éstas son efectivamente de cero.
Incluso con la medicina moderna, un humano vivirá más allá de los 125 años una vez cada 10 mil años, muestra el modelo estadístico. Dado que ese intervalo de tiempo es más largo que el promedio registrado en la civilización humana, podemos tener bastante confianza en marcar 125 años como el límite superior para la vida humana.
La probabilidad de alcanzar la edad de 125 tampoco está aumentando. Sus posibilidades de vivir hasta los 80, 90 e incluso los 100 años están aumentando, pero si tiene la suerte de celebrar su cumpleaños 110, sus posibilidades de vivir hasta los 111 son las mismas que a finales de la década de los sesenta.
Este estancamiento se puede ver más claramente en las edades en que fallecieron las personas más antiguas verificadas a la fecha. Hasta mediados de la década de los noventa, la edad máxima reportada al momento de la muerte parecía estar aumentando a un ritmo constante, lo que culminó con la muerte de Jeanne Calment en 1997 a la edad de 122 años. En las dos décadas posteriores, su récord no ha sido superado. De hecho, nadie se ha acercado. En última instancia, nada puede ocultar el hecho de que la longevidad máxima se ha mantenido estable durante más de 20 años.
Es muy probable que este límite refleje el agotamiento de los beneficios acumulados por la Revolución Industrial: el mayor saneamiento, agua limpia, mejores condiciones de vida y la atención médica básica.
Entonces, si la duración de la vida humana se va a extender, esto no va a suceder avanzando gradualmente el paradigma actual de la atención médica.
El problema es que el envejecimiento no se activa o la vida útil se ve limitada por un cambio o marcador genético. Si lo fuera, extender la vida humana sería tan simple como apagar ese interruptor o girar las manecillas del reloj biológico en el sentido contrario.
En su lugar, la esperanza de vida probablemente esté limitada por múltiples factores, y estos factores pueden incluso ser una consecuencia inevitable de los mecanismos moleculares de la vida. Por lo tanto, prolongar la duración de la vida será una tarea de gran complejidad y dificultad.
No: la clave es la biorresiliencia
por Joon Yun
Tomará una reinvención fundamental de la biología para lograr aumentar la vida humana máxima, pero creo que es posible.
En 1907, el matemático Hermann Minkowski transformó la física al agregarle la dimensión tiempo al espacio tridimensional. Hacer lo mismo con la biología podría transformar nuestra estrategia para resolver el dilema del envejecimiento. Específicamente, eso representaría un cambio que iría desde la promoción de la homeostasis (mantener un entorno interno estable) hasta la promoción de la capacidad homeostática, o biorresiliencia (la capacidad del cuerpo para responder al estrés).
Imagine la biorresiliencia como un Weeble que recupera la vertical cuando se empuja de lado. A medida que envejecemos, nuestro Weeble maneja el estrés --digamos, el malestar provocado por cambiar de huso horario, lesiones o subir a una montaña rusa-- cada vez menos bien. Nuestros alumnos responden inadecuadamente a los cambios de luz, por lo que los menús son más difíciles de leer. Nuestra tolerancia a los cambios de temperatura se debilita.
También hay cambios que no podemos percibir. Durante la juventud, la biorresiliencia regresa la presión arterial elevada, la glucosa y la inflamación a su línea de base. A medida que envejecemos, esos niveles ya no pueden auto-ajustarse lo suficiente. Estas características aparentemente sin relación de la senescencia son manifestaciones de un fenómeno subyacente común: disminución de la biorresiliencia.
Muchos investigadores dicen que prolongar la vida humana más allá de los 125 años será una tarea difícil y compleja y que no se logrará con la medicina moderna. Pero, ¿qué pasaría si cambiamos radicalmente nuestra táctica, centrándonos en impulsar la biorresiliencia, en lugar de usar medicamentos para enmascarar simplemente los síntomas del envejecimiento?
Primero, reconsideremos los diagnósticos. La ciencia se ha basado en gran medida en biomarcadores estáticos puntuales de la vida para evaluar la salud. Sin embargo, la frecuencia cardíaca basal cambia poco con la edad, mientras que el tiempo de recuperación de la frecuencia cardíaca después del ejercicio se correlaciona con la edad. Ahora imagine convertir todas las pruebas estáticas actuales en pruebas dinámicas con capacidades para ser pruebas de estrés agregando una cuarta dimensión al diagnóstico: tiempo. Al evaluar la capacidad de las personas para recuperarse, estaríamos midiendo lo que realmente cuenta cuando se trata de la longevidad funcional.
A continuación, vamos a reimaginar la terapéutica. Nos destacamos en el cuidado agudo, restaurando el equilibrio del cuerpo después de una infección o trauma. Pero tratar las enfermedades crónicas como el envejecimiento usando este modelo –enderezar el Weeble-- debilita la biorresiliencia e induce la adicción a los medicamentos.
Cambiar la estrategia para mejorar la biorresiliencia tiene implicaciones radicales. ¿Podrían las bajas dosis intermitentes de intervenciones prohipertensivas promover la biorresiliencia y disminuir la presión arterial inicial? ¿Podrían los niveles seguros de estrés --una forma positiva de estrés-- promover la biorresiliencia para mejorar las enfermedades crónicas? Éstas medidas contraintuitivas ya están validados por el ejercicio y la vacunación.
En tercer lugar, vamos a reimaginar la medicina del estilo de vida. En lugar de enfatizar los hábitos fijos, es posible que deseemos alentar regímenes muy variados para aumentar nuestro rango dinámico. Al exponer lentamente nuestros cuerpos a variaciones en la dieta, el ejercicio, la temperatura, los niveles de estrés, etc., podemos fortalecer nuestra biorresiliencia a niveles supernormales, de forma similar a cómo entrena un atleta.
Estos cambios son un comienzo, no la solución, para el rompecabezas de la longevidad. También estoy interesado en editar genes y vías implicados en la pérdida intrínseca de biorresiliencia, particularmente después de la maduración reproductiva.
Los científicos han argumentado durante mucho tiempo que no existe un interruptor que controle el envejecimiento, pero ¿qué sucede si están equivocados?
Traducido por Luis Felipe Cedillo
Editado por Michelle del Campo
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Fecha de publicación: 19/07/2018