Atrás quedaron los días en que los niños eran “vistos pero no escuchados”. Los padres de hoy saben que es saludable que un niño exprese una amplia gama de emociones. Pero a veces los padres tienen dificultades con la forma de ayudar a su hijo a controlar sus sentimientos.

Saber cómo regular las emociones significa algo más que evitar los berrinches en el pasillo de los dulces del supermercado. Se trata de que aprendan a lidiar con la decepción, manejar la frustración, auto-controlarse en momentos de estrés y buscar el apoyo de familiares o amigos cuando sea necesario.

Hasta los padres bien intencionados pueden obstruir inadvertidamente el camino de un niño que aprende estas habilidades. Cuando un padre evita situaciones que son emocionalmente desafiantes, que cede rutinariamente ante los exabruptos del infante o se apresura a arreglar una situación crítica, el niño pierde la oportunidad de practicar y reforzar las habilidades que le permitirán afrontar los problemas.

“Los niños necesitan un andamiaje y un sistema de apoyo de sus padres, pero también necesitan oportunidades para aprender a tolerar y manejar las molestias, lo que les ayudará a largo plazo”, dijo Susan Calkins, profesora de desarrollo humano y estudios familiares en University of North Carolina en Greensboro, quien ha estado estudiando la regulación emocional en los niños durante casi 30 años.

Para los niños, las lecciones sobre la regulación de las emociones se pueden encontrar en los grandes desafíos, como salir de campamento, o en los más pequeños, sentarse a cenar sin la distracción de un dispositivo electrónico. Afortunadamente, existen estrategias probadas que pueden ayudar a los niños a manejar las emociones, incluso en el calor del momento.

Un primer paso es que los padres les enseñen a sus hijos a reconocer los signos físicos de que están a punto de perder el control. ¿Su respiración y frecuencia cardíaca se aceleran? “Cuando respira rápido, su ritmo cardíaco aumenta y su cuerpo está tan concentrado en la respuesta física en ese momento que no puede discurrir un pensamiento constructivo”, dijo la Dra. Calkins. “Explíqueles cómo desacelerar esas respuestas fisiológicas, cómo al respirar profundamente le permitirá que disminuya su ritmo cardíaco hasta un estado manejable para que su cerebro pueda hacer el trabajo de ayudarlos a sobrellevar la molestia”.

En el caso de los niños más pequeños, los padres pueden ayudarlos a expresar cómo se sienten, asegurarles que sus sentimientos son normales y ofrecerles estrategias para capear tal situación, como distraerse escuchando música o contar hasta 100.

Cuando un niño actúa en lugar de manejar sus propias emociones, un padre debe intervenir con límites claros: “Si le arrojas eso nuevamente a tu hermana, te vas a ir a tu habitación”. Con los adolescentes, las técnicas cognitivas, como la reevaluación (“Tal vez fue grosera conmigo porque está estresada”) y la reflexión positiva (“¡Puedo hacer esto!”) pueden ser estrategias efectivas de afrontar el problema, dijo la psicoterapeuta Robin Stern, directora asociada de Yale Center for Emotional Intelligence.

Si bien la capacidad de un niño para manejar sus emociones puede evitarles la vergüenza pública momentánea, los beneficios reales son a largo plazo. La autorregulación es una habilidad que ofrece grandes beneficios a medida que envejecemos, incluyendo una mejor salud mental y física, y relaciones más fuertes, dijo la Dra. Stern:

“Entre más hábiles somos para manejar nuestras emociones, mejor podremos manejar los altibajos de la vida”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 26/07/2018