Considere su experiencia consciente ahora mismo. Con los ojos muy abiertos, ve un entorno rico, detallado y colorido, tal vez lleno de objetos, muebles, libros, papeles y tazas de café. El mundo de la experiencia interna parece ser un espejo del detalle del mundo exterior.

Pero la conclusión de décadas de experimentación es que esta idea es falsa. La aparente riqueza de nuestra percepción es una ilusión. El flujo de nuestra experiencia consciente es, de hecho, notablemente escaso --no una extravagancia cinematográfica en 3-D totalmente detallada-- sino un boceto maravillosamente evocador y en continua evolución, dibujado con una tinta que se desvanece rápidamente.

Desde el siglo XIX, sabemos que el ojo humano solo ve a todo color y detalle en la fóvea, una pequeña fosa de células sensibles a la luz empaquetada de manera densa de la retina. Esto corresponde a una pequeña región circular del campo visual, del tamaño de una moneda pequeña a una distancia de un brazo. Fuera de esta región, la imagen que el ojo percibe es en gran medida borrosa e incolora.

No solo eso, nuestra sensación de que podemos captar simultáneamente cada objeto del desorden que nos rodea es falsa. En escenas abarrotadas, la capacidad de percibir cualquier elemento específico se ve gravemente afectada por la presencia de los que están cerca, como se resume en un estudio publicado el año pasado en la revista Psychological Review. El efecto se conoce como saturación visual. Nuestros cerebros pueden percibir un solo objeto a la vez, ya sean muebles, rostros o peces.

Un ejemplo concreto, piense en cuántas palabras puede ver claramente en este momento, mientras lee esto. Puede pensar que está captando toda una página o la pantalla, o al menos varias líneas. En realidad, es menos.

En la década de los setenta, George McConkie y Keith Rayner, en ese momento en Massachusetts Institute of Technology, comenzaron una influyente línea de investigación en la que rastreaban los ojos de las personas mientras leían. Los investigadores modificaron la pantalla para que, fuera de una ventana de 15 letras en movimiento alrededor del ojo del lector, todas las demás palabras fueran reemplazadas por cadenas de la letra “x”. Alguien que mirara por arriba del hombro del participante vería una pequeña ventana de texto en inglés moviéndose a lo largo de la pantalla en medio de un mar de letras sin sentido. Pero el lector no notó absolutamente nada inusual. Él o ella tendrían la impresión de percibir simultáneamente líneas completas de texto, tal como lo hace ahora.

El truco que nuestro cerebro está jugando es notablemente simple. En los experimentos de lectura, ¿cómo puede el cerebro preservar la ilusión del lector de que el texto es normal, cuando de hecho las palabras están apareciendo y despareciendo de manera intermitente mientras el ojo escanea la pantalla?

Eso es porque, cuando nos preguntamos sobre la identidad de una palabra individual, el cerebro mueve nuestros ojos para mirarla. La palabra entones se enfoca, tan rápido que imaginamos que estuvo ahí todo el tiempo.

Nuestra experiencia de ver el mundo que nos rodea no depende de que nuestras mentes reflejen la realidad, sino del hecho de que el mundo está al alcance de nuestra visión. Aunque solo captemos un objeto, palabra o color a la vez, podemos consultar libremente cualquier aspecto del mundo que nos rodea y recibir una respuesta instantánea.

De manera similar, cuando escucho una conversación y escribo en mi teléfono inteligente, tengo la ilusión de hacer varias cosas a la vez, pero en realidad solo estoy saltando rápidamente de una tarea a otra.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo             

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Fecha de publicación: 06/09/2018