Son las 4:00 p.m., y sin una razón discernible, cualquier cosa puede hacerlo encolerizar. ¿Está enojado por el hambre (Hangry, por su contracción en inglés)?

La combinación de hambre y enojo se ha vuelto tan común en el habla coloquial, que fue noticia cuando Chloe Kim, la competidora olímpica en patineta de nieve de Estados Unidos, tuiteó sobre el malestar que sintió cuando pasó por alto parte de su desayuno. Oxford English Dictionary le dio una definición oficial este año.

¿Pero dicho juego de palabras es un verdadero estado del ser? Un experto, Michael Lowe, profesor de psicología en Drexel University y especialista en trastornos de la alimentación, se lo achaca a las hormonas, los primeros signos de hambre y por qué tener hambre podría ser un comportamiento de adaptación.

 

La lipotimia

La popularidad del término tener hambre ha superado a la investigación científica en esto, dijo el Dr. Lowe. Él concuerda en que la privación de los alimentos puede contribuir a “la hipersensibilidad para reaccionar a cosas por las cuales no reaccionaría mucho o simplemente nada cuando no se tiene hambre”.

Sin embargo, la privación de alimentos también exacerba otros sentimientos. “Si tuviéramos una lista de 10 emociones negativas, creo que a medida que la gente tenga más hambre, las puntuaciones asignadas a la mayoría de las emociones negativas subirían, no sólo la ira”, dijo.

Justo después de que comenzamos a comer, los niveles de azúcar en sangre aumentan bruscamente, luego disminuyen gradualmente durante horas hasta que comemos nuevamente. “En algún momento, uno comienza a experimentar la caída de los niveles de glucosa, el gruñido del estómago y otros signos de falta de energía que activan una alarma en el cerebro”, agregó el Dr. Lowe.

Pero a medida que aumenta la demanda de alimentos e ignoramos esas alertas, nuestras capacidades cognitivas se ven limitadas y parte de nuestro enfoque mental se desvía a la comida. Eso, además de un nivel bajo de azúcar en sangre, puede provocar irritabilidad y hacer que las tareas diarias sean más difíciles de realizar, lo que nos puede enojar aún más.

Él cita el famoso experimento de inanición de Minnesota de 1945 como un ejemplo extremo: de los voluntarios varones que perdieron 25% de su peso corporal en seis meses, la mayoría reportó irritabilidad y una disminución de la capacidad mental.

El Dr. Lowe también señaló un estudio realizado con ocho jueces israelíes que aceptaron 65% de las solicitudes de libertad condicional de los condenados por la mañana y después de un descanso para comer, pero casi ninguna al final del día. “Alguien con mucha hambre e irritabilidad es probable que reaccione más severamente” que su compañero de trabajo bien alimentado, dijo.

 

Teorías del hombre de las cavernas

La sensación del hambre puede ser resultado de la evolución. Nuestros ancestros fueron cazadores-recolectores que con frecuencia no sabían cómo obtendrían su próxima comida.

Para hacerle frente a eso, los humanos desarrollaron un sistema de alerta temprana para cuando cayeran los niveles de azúcar en sangre. Liberando hormonas del estrés como el cortisol y la epinefrina para ayudar a impulsar la mente y el cuerpo a entrar en acción para buscar el sustento.

“Sería útil que una persona hambrienta se sintiera motivada a encontrar alimentos mucho antes de que sus niveles de azúcar en sangre bajen tanto que empiece a sentirse debilitado y tenga problemas para encontrar una nueva fuente de alimento”, dijo el Dr. Lowe. Esas mismas hormonas que liberamos para motivarnos a actuar también están relacionadas con la irritabilidad. “La relación entre el hambre y las hormonas es complicada, pero el hambre fuerte es estresante, lo que probablemente también contribuya a la emoción del hambre”, dijo.

Todos nacemos con una sensibilidad aguda al nivel de energía y el hambre, aunque las respuestas individuales varían mucho. Los adultos sufren una reducción gradual de la sensibilidad al hambre. No pueden comer cuando tienen hambre porque están a dieta. O siguen comiendo cuando ya no tienen hambre debido a la deliciosa comida que los rodea. “Estas experiencias debilitan el proceso de desarrollo normal de la alimentación solo cuando estamos verdaderamente hambrientos”, dijo.

Debido a que los niños no han vivido durante mucho tiempo, todavía reaccionan dramáticamente a las advertencias internas de hambre que se aproxima. “Los niños muestran menos autocontrol que los adultos, aunque no creo que haya suficiente evidencia científica para explicar por qué los adolescentes parecen enojarse tan rápido cuando les falta una comida o un refrigerio”, dijo.

También investigó el hambre y concluyó que hay dos tipos. Hay hambre cotidiana que las personas sienten alrededor de cinco horas después de su última comida, llamada hambre homeostática. También hay hambre hedonista, que tienen algunas personas porque se acostumbran a comer simplemente por placer, por lo que a menudo piensan en comer, y comen independientemente de su estado real de privación de alimentos.

“Debido a que vivimos en un ambiente donde abundan los alimentos, y generalmente comemos varias veces al día, pocos de nosotros entramos en un estado de verdadera privación fisiológica”, dijo. “Así que para muchos de nosotros, ‘el enojo por el hambre’ puede deberse a querer comer por placer más que a comer para obtener calorías”.

 

Distribución de la riqueza alimenticia

Para evitar sentir hambre, el Dr. Lowe recomienda distribuir el consumo de alimentos de manera equilibrada durante todo el día. Si está acostumbrado a comer tres veces al día sin probar bocado entre éstas degustaciones y se siente molesto antes de almorzar o en la tarde-noche, considere tomar un pequeño desayuno, una fruta a las 11:00 a.m. Sólo asegúrese de consumir aproximadamente las mismas calorías durante todo el día o podría subir de peso. No recurra a las galletas o las botanas azucaradas, lo cual requiere pagar un elevado precio en calorías para reducir su mal humor.

El Dr. Lowe añadió que algunas personas sencillamente no sienten hambre. “Ellos son el tipo de personas que se involucran mucho en una actividad y ni siquiera se percatan de que no almorzaron sino hasta ya avanzada la tarde”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo                             

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Fecha de publicación: 13/09/2018