¿Alguna vez se ha preguntado por qué la percepción de la incidencia criminal, terrorismo, secuestros y otros actos violentos es con frecuencia más elevada de lo que en realidad es?

Gran parte de la respuesta, de acuerdo con los expertos en ciencias sociales, psicología y ciencias de la computación, es que los prejuicios que alguna vez fueron útiles para nuestros antepasados primitivos se han vuelto, como el anhelo por los alimentos dulces, perjudiciales en nuestra era moderna. Los instintos que alguna vez nos salvaron de los peligros reales ahora, gracias a la comunicación instantánea global, nos han convertido en timoratos.

Nuestra mejor esperanza para deshacer su hechizo bien puede residir en comprender el funcionamiento de nuestros prejuicios cognitivos y sociales, y los algoritmos de las redes sociales en línea que los refuerzan.

 

El prejuicio de la disponibilidad

Descrito por primera vez en 1973 por los psicólogos Amos Tversky y Daniel Kahneman, autor del libro “Thinking, Fast and Slow” (Pensando, rápido y lento), el prejuicio de la disponibilidad se refiere a nuestra tendencia a pensar que sin importar lo que hayamos escuchado más recientemente acerca de éste es más común de lo que realmente es. Eso puede haber sido útil cuando teníamos que tomar decisiones basadas en escasa información, pero ahora que tenemos una enorme cantidad de la misma, no podemos parecer racionales acerca de la probabilidad de que sucedan cosas malas.

El sesgo de disponibilidad ayuda a explicar por qué las personas tienen miedo a los ataques de tiburones, a pesar de que es más probable que se ahoguen en la playa.

Conocida a veces como la heurística de la disponibilidad, este sesgo es una de las razones por las que los padres temen dejar que los niños jueguen sin supervisión, aunque en la actualidad nunca había sido más seguro ser niño.

Los medios de comunicación han explotado este sesgo desde por lo menos el nacimiento del llamado periodismo amarillo o sensacionalista, a finales del siglo XIX, aunque internet hace que todos los secuestros de niños, mordeduras de tiburones y ataques terroristas parezcan estar sucediendo en nuestro patio trasero, dijo Lenore Skenazy, presidenta de Let Grow, una organización sin fines de lucro que aboga por la independencia de la infancia.

 

El prejuicio de ir a los extremos

También tenemos prejuicios sociales que se suceden cuando estamos en una multitud, dijo Jonah Berger, profesor de Wharton que estudia cómo se difunden las ideas. El prejuicio de llegar a los extremos es nuestra tendencia a compartir la versión más exagerada de una historia, para mantener subyugados a nuestros escuchas. Una historia positiva se vuelve absolutamente deslumbrante, una negativa se vuelve terrible, como sucedía con las historias transmitidas mediante la la antigua tradición oral. 

En línea, esta tendencia es exagerada. “Nuestras audiencias se están volviendo cada vez más grandes, por lo que nuestro prejuicio es hacer las cosas cada vez más exageradas para captar audiencias”, dijo el profesor Berger. Note el surgimiento de las frases hiperbólicas --las cosas no sólo son “excitantes”, son extremadamente “excitantes”.

 

El prejuicio de la confirmación

Tenemos la tendencia natural de buscar información que confirme las opiniones que ya tenemos y desechar la información que no lo haga. Ese es el prejuicio de la confirmación, e irónicamente, esto puede haber evolucionado como un método para no sucumbir a la manipulación de los demás.

Los algoritmos de los medios sociales tienden a agruparnos y a brindarnos información que se ajusta más o menos a algo en lo que hayamos mostrado algún interés. Hacer esto con millones de personas ha significado dividir y polarizar las poblaciones en visiones de la realidad que no se traslapan.

Como resultado, cuando la información incorrecta infecta una de estas cámaras de eco, por ejemplo, que el secuestro está en aumento o que las vacunas causan autismo, hay pocos controles que eviten su en ocasiones perniciosa diseminación.

 

Cuando los algoritmos intensifican los prejuicios

Los algoritmos que intensifican nuestro interés afectan nuestros prejuicios, o inconscientemente los recrudecen. De una u otra manera, esto conduce a una letanía de padecimientos bien documentados, desde problemas de salud mental hasta la polarización política cada vez más marcada.

El resultado son sistemas que --sin importar la intensión del creador-- están altamente optimizados para hacernos creer cosas que no son verdaderas. Facebook, Alphabet (empresa matriz de Google y su división YouTube), en conjunto con otras empresas, han creado la máquina de engaños más grande, con mayor alcance y más rentable de la historia.

 

Pero. . .

Los escépticos podrían argumentar que éste artículo en sí mismo es producto de nuestros prejuicios sociales.

 “Ahora más que nunca dudo de las observaciones que no estén respaldadas por series de datos obtenidos con el paso del tiempo, ya que estos pueden ser producto de la disponibilidad heurística y pueden ser imprecisos”, dijo Steven Pinker, profesor de psicología de Harvard University.

Pero las buenas noticias, dijo Peter Reiner, neuroeticista en University of Britsh Columbia, es que puede ser de gran ayuda educarnos sobre estos prejuicios cognitivos. “Lo mejor que puede hacer para inocularse uno mismo es saber que estos existen”, añadió. 

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo                             

Copyright © 2018 Dow Jones & Company, Inc. All Rights Reserved

 


Fecha de publicación: 13/09/2018