La inteligencia artificial (IA) es una tecnología que despierta la imaginación humana.  ¿Cómo será nuestro futuro cuando lleguemos a compartir la tierra con máquinas inteligentes?

Nuestras mentes ipso facto gravitan hacia los extremos, a las visiones marcadamente contrastantes que han captado la atención pública y dividido a gran parte de la comunidad tecnológica.

Como investigador de la IA por mucho tiempo y capitalista de riesgo en China y Estados Unidos, he observado estos dos campos en los diferentes continentes y durante varias décadas.

Los utópicos creen que una vez que la IA supere con creces la inteligencia humana, ésta nos proporcionará herramientas casi mágicas para aliviar el sufrimiento y hacer efectivo el potencial humano.

En esta visión, los sistemas de IA súper inteligentes comprenderán tan profundamente el universo que actuarán como los consabidos oráculos omnipotentes de la Grecia antigua, respondiendo a las preguntas más desconcertantes de la humanidad y evocando soluciones brillantes a problemas como las enfermedades y el cambio climático.

Pero no todos son tan optimistas. El miembro más conocido del campamento distópico es el empresario de la tecnología Elon Musk, que ha calificado a los sistemas de IA súper inteligentes como “el mayor riesgo que enfrentamos como civilización”, comparando su creación con el hecho de “invocar al demonio”.

Grupo que advierte que cuando los humanos creamos programas de inteligencia artificial que mejoran su propio intelecto y cuya capacidad intelectual empequeñece a la nuestra, entonces perderemos la capacidad para comprenderlos o controlarlos.

¿Qué visión aceptar? Yo diría que ninguna. Simplemente no son posibles en función de la tecnología que tenemos en la actualidad o de los avances que puedan lograrse a mediano y corto plazo.

Ambos escenarios requerirían una “inteligencia artificial general”, es decir, sistemas de inteligencia artificial que pueden manejar la increíble diversidad de tareas realizadas por el cerebro humano. Lograr ese desarrollo requerirá varios avances científicos fundamentales, cada uno de los cuales puede tomar muchas décadas, si no es que siglos en lograrse.

Las verdaderas batallas que se avecinan carecerán del drama apocalíptico de los éxitos de taquilla de Hollywood, pero alterarán la estructura de nuestros sistemas económicos y políticos de todos modos.

En las próximas décadas se avecina una crisis de empleo, desigualdad y significado impulsada por la inteligencia artificial. Ya que la nueva tecnología eliminará una gran parte del trabajo como lo conocemos, ampliando dramáticamente la brecha entre los ricos y pobres, y planteándole un desafío a la dignidad humana de todos por igual.

Estos cambios sin precedentes no requerirán de nuevos avances científicos en la inteligencia artificial, solo la aplicación de la tecnología existente a nuevos problemas. Y esto afectará a muchos profesionales de cuello blanco tan duro como afectará a los obreros de las fábricas.

A pesar de estos inmensos desafíos, sigo siendo optimista. Si se maneja con cuidado y previsión, esta crisis de IA podría brindarnos la oportunidad de redirigir nuestra energía como sociedad a actividades más humanas: cuidarnos unos a otros y a nuestras comunidades.

Pero para tener alguna oportunidad de forjar ese futuro, primero debemos entender el reto económico que estamos por afrontar.

Muchos tecno-optimistas e historiadores argumentarían que las ganancias de productividad de la nueva tecnología casi siempre producen beneficios en toda la economía, creando más empleos y prosperidad que antes. Pero no todos los inventos son creados iguales. Algunos cambios reemplazan un tipo de trabajo (la calculadora) y otros alteran toda una industria (la desmotadora de algodón).

También están los cambios tecnológicos a mayor escala. Estos no solo afectan una tarea o una industria, sino que generan cambios en cientos de ellos. En los últimos tres siglos, solo hemos visto tres inventos de este tipo: la máquina de vapor, la electrificación y la tecnología de la información.

Analizando este conjunto de datos más pequeño, tenemos una mezcla de impactos económicos. La máquina de vapor y la electrificación crearon más trabajos de los que destruyeron, en parte al dividir el trabajo de un artesano en tareas más simples realizadas por docenas de trabajadores de fábricas. Pero la tecnología de la información (y la automatización asociada con las fábricas) a menudo es citada por los economistas como el principal culpable de la pérdida de empleos en las fábricas de Estados Unidos y la creciente desigualdad en los ingresos.

La revolución de la IA será de la magnitud de la revolución industrial, pero probablemente sea de mayor calado y definitivamente más rápida.

La máquina de vapor solo se hizo cargo del trabajo físico, pero la IA podrá realizar tanto el trabajo físico como intelectual. Además, la Revolución Industrial tardó siglos en extenderse más allá de Europa y Estados Unidos, las aplicaciones de IA ya se están adoptando simultáneamente en todo el mundo.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

Copyright © 2018 Dow Jones & Company, Inc. All Rights Reserved

 


Fecha de publicación: 04/10/2018