La suntuosa y casual ‘Colette’, del director Wash Westmoreland, podría hacer que el espectador piense en su transcurrir en las películas del estilo Merchant Ivory, a pesar de que tiene algo más que intenciones de ambientarse a inicios del siglo XX.

    Al igual que aquellas películas, aquí existe la misma atención precisa a los detalles visuales y una inmersión similar en el entorno local --en este caso, el fin de siècle en París.

     Pero donde los personajes de, por ejemplo, ‘A Room with a View’ eran criaturas de su tiempo, la población de ‘Colette’ se extiende a lo largo de varias épocas a la vez, de manera desafiante.

     Lo mismo podría decirse del tema de la película: la célebre escritora francesa, liberal y abuela del género de ficción feminista, que probablemente sea más famosa ahora por ‘Gigi’, la novela de 1944 en la que se basó la película musical de 1958 de Lerner y Loewe.

    ‘Colette’ comienza en 1892 en Saint-Sauveur-en-Puisaye, donde una niña con trenzas es cortejada, y más, por un visitante mayor de París. Pero ‘Colette’ no es realmente una historia de madurez, excepto en lo que respecta a la propia Francia. Es una historia de liberación, lo suficientemente ingeniosa para ser digna de su tema.

     Mucho de esto tiene que ver con el pícaro guión de Westmoreland, Rebecca Lenkiewicz  y Richard Glatzer, quien murió en 2015 por complicaciones de esclerosis lateral amiotrófica.

     Pero también se trata de la selección de actores. Como Colette, Keira Knightley es sin duda la protagonista de la película y, con toda seguridad, una criatura del siglo XXI: es evidente en cada línea que entrega y en cada movimiento que hace.

     Su Colette es precozmente inteligente desde el principio, incluso cuando convierte en una estrella literaria a su esposo con las escandalosas novelas ‘Claudine’ que escribe bajo su nombre, y que se convierten en la moda del París bohemio.

     Pero es la actuación de Dominic West como Willy, el esposo, traidor de Colette y un monumento a la masculinidad brusca, lo que hace posible esta ‘Colette’. A pesar de su total joie de vivre y fanfarronada, Willy es un hombre sobrepasado por las circunstancias en su interpretación de sí mismo. Su vida es una actuación y él no es un actor lo suficientemente bueno.

    Colette se desarrolla y cambia, y es la protagonista en el sentido clásico debido a su transformación de ser una esposa aventurera, bisexual, artista teatral, a una celebridad literaria en toda regla.

    Willy, por otro lado, representa la estasis, a pesar de toda su flexibilidad moral autoindulgente. La actuación es un enigma, un actor que interpreta a un mal actor que da una interpretación defectuosa (piense en Kim Novak en ‘Vertigo’).

     Si hay una falta de urgencia dramática/romántica entre Willy y Colette, es porque Willy no tiene la capacidad para hacerlo. Es una figura trágica a su manera, aunque su derrota de Colette también lo convierte en un semi-villano.

     ‘Colette’ es una película llevada por los personajes, pero también una que está enviando un mensaje sobre las costumbres sociales y su maleabilidad. El sentido de época se ve reforzado por el uso de música de la época (Debussy, Satie, Saint-Saëns) junto con la partitura original de Thomas Adès.

     También hay algunas adorables notas de gracia del director en medio del estruendo del Moulin Rouge, el caos doméstico, el intercambio de parejas sexuales y los chanchullos financieros.

    Cuando Willy acompaña a Colette a través de algunos árboles hasta la casa de campo que él le compró, con el dinero que ella ganó, se niega a sostener una rama, que tras soltarla la lastima.

     Es un momento inteligente sin forzar. Lo mismo ocurre con un intercambio entre Colette y su madre (Fiona Shaw), que acaba de perder a su esposo y, no por casualidad, encontró la fuerza para decirle a su hija que debería abandonar a su esposo.

     ‘Colette’ no será realmente Colette hasta que lo deje, pero ella, como nosotros, no puede evitar tener una debilidad por el tipo. Eso es lo que hace que la película sea mucho más que una crítica social.


Traducido por Michelle del Campo  

Editado por Eduardo García                                                                 

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Fecha de publicación: 23/10/2018