Combatir los altos índices de obesidad infantil es un problema desconcertante: las dietas y otras medidas a menudo no funcionan, y cuando lo hacen, los efectos no son duraderos.

Ahora, algunos investigadores están atacando el problema en la etapa de recién nacido con un objetivo poco probable: el sueño.

Los recién nacidos cuyos padres recibieron consejos y educación práctica sobre el sueño presentaron alrededor de la mitad del riesgo de desarrollar obesidad entre los 3.5 y cinco años, en comparación con los niños cuyos padres no recibieron la instrucción del sueño, de acuerdo con un estudio publicado en la revista American Journal of Clinical Nutrition de agosto.

“Esto realmente parece bastante prometedor en este contexto, y debe investigarse más a fondo porque es una medida muy breve y tiene efectos a largo plazo realmente increíbles”, dijo Rachael W. Taylor, directora de Edgar Diabetes and Obesity Research Centre de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, y autora principal del estudio.

Los hallazgos son similares a los de un estudio de Pennsylvania publicado en la revista médica Journal of American Medical Association (JAMA) en agosto, que se centró en la educación de los nuevos padres que incluyó el sueño como un componente.

En el estudio de Nueva Zelanda, los investigadores reclutaron a unas 800 mujeres en las últimas etapas del embarazo y las dividieron en cuatro grupos. En un grupo, los futuros padres asistieron a sesiones educativas sobre estrategias para ayudar a los bebés a quedarse dormidos por sí mismos. Las enfermeras hicieron visitas domiciliarias tres semanas después del nacimiento de los bebés. “Realmente intentaban promover que los bebés aprendieran a dormir por sí mismos”, dijo la Dra. Taylor. “Esto fue en gran parte para evitar que se desarrollaran problemas de sueño en primer lugar”.

A las familias se les ofreció más ayuda a los seis meses de edad, pero solo alrededor de 25% dijeron que la necesitaban.

En el segundo grupo, las enfermeras educaron a los padres sobre nutrición y actividad física, pero no sobre el sueño, antes de que nacieran los bebés y hasta los 18 meses de edad.

El tercer grupo de padres recibió educación sobre el sueño y la nutrición. El cuarto grupo fue el grupo de control y sólo recibió las visitas de salud del gobierno que son estándar en Nueva Zelanda.

A las edades de dos y 3.5 años, los bebés cuyos padres recibieron instrucción sobre el sueño, ya sea sola o en combinación con la educación nutricional, presentaron la mitad del riesgo de que sufrieran obesidad que los otros grupos. A los cinco años, el efecto fue ligeramente más fuerte.

Una sorpresa inexplicable: los hijos de padres que recibieron instrucción sobre nutrición tuvieron mayores tasas de obesidad a los cinco años que el grupo de control. Eso podría significar que el asesoramiento nutricional adicional no tiene ningún beneficio cuando parte de este está cubierto por la atención estándar, dijo la Dra. Taylor.

Otra sorpresa: los investigadores no vieron un cambio en la duración del sueño entre los cuatro grupos, por lo que no están seguros a qué atribuir las tasas más bajas de obesidad. “La principal evidencia en la literatura observacional que vincula el sueño y la obesidad es la duración del sueño”, dijo la Dr. Taylor. Pero la duración del sueño es difícil de medir con precisión en los niños pequeños, señaló. Para este estudio, los investigadores hicieron que los bebés usaran acelerómetros para detectar el movimiento de los niños y también utilizaron cuestionarios para los padres.

Los cuestionarios mostraron que los padres que recibieron la instrucción sobre el sueño utilizaron estrategias de crianza más positivas, como sonreír y elogiar, lo que la Dra. Taylor especuló que podría jugar un papel importante en la reducción de las tasas de obesidad de los bebés. Estos hallazgos fueron publicados en mayo en la revista Child Care in Practice.

Una limitación del estudio de Nueva Zelanda: alrededor de un tercio de los padres no completaron la evaluación de cinco años.

Sus hallazgos son similares a los del reciente estudio de JAMA. En ese ensayo, aproximadamente la mitad de las 279 madres primerizas en Pennsylvania recibieron visitas domiciliarias de enfermeras cuatro veces en el transcurso de un año para recibir educación sobre alimentación, sueño, juegos y regulación emocional de los bebés.

La otra mitad se asignó al azar a un grupo de control que tuvo el mismo número de visitas de enfermeras, pero que se centró en la seguridad.

Los investigadores analizaron la tasa de bebés con sobrepeso y obesos a los uno, dos y tres años de edad. Los bebés en el grupo de control, con solo instrucciones de seguridad, tuvieron un aumento de peso más rápido, un fuerte previsor de la obesidad posterior, dijo Jennifer Savage, coautora del estudio y directora del Center for Childhood Obesity Research en Penn State University.

A diferencia del estudio de Nueva Zelanda, en el estudio de Pensilvania, los investigadores encontraron que la duración del sueño de los bebés aumentó en el otro grupo, y tuvieron una rutina más corta para acostarse.

“Toda la premisa fue tratar de enseñarles a los padres habilidades de crianza receptivos y hacerlos que practicaran con la hipótesis de que, al ser más receptivos, un niño puede aprender a autorregularse”, dijo la Dra. Savage.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

Copyright © 2018 Dow Jones & Company, Inc. All Rights Reserved

 


Fecha de publicación: 15/11/2018