Cuando Dave Henson se inscribió en 2010 para ser oficial de desactivación de bombas con British Army Royal Engineers en Afganistán, sabía de los riesgos que enfrentaría: una probabilidad de muerte o mutilación de uno en seis.

    Cuando Angie Padron se detuvo para comprar gasolina en 2016 en Hialeah, Florida, con sus dos hijos pequeños, no tuvo tiempo para pensar antes de que un hombre enmascarado se acercara con un arma apuntando a su cabeza mientras otro abría la puerta del auto para entrar.

     Ella luchó contra los dos asaltantes.

     Tal valentía excepcional nos impresiona y nos hace preguntarnos si alguna vez podremos alcanzar tales hazañas.

     ¿Pero de dónde viene la valentía? ¿De qué depende?

     En los últimos años, investigadores en varios campos han examinado lo que sucede en nuestro cerebro cuando somos desafiados por el miedo o el peligro.

     De entonces para acá los estudiosos han aprendido mucho, no solo sobre la compleja biología de la valentía, sino también sobre la posibilidad de ayudarnos a todos a enfrentar con mayor eficacia las situaciones más extremas de la vida.

    La mayor parte de las investigaciones se centran en la amígdala, la estructura en forma de almendra que se encuentra en lo profundo del cerebro (una a cada lado) y que genera sentimientos como el miedo y la ansiedad.

     En 2005, un equipo dirigido por Gleb Shumyatsky en Rutgers University publicó en la revista Cell que stathmin, una proteína producida por el gen STMN1, juega un papel importante en la amígdala.

      Los ratones que fueron criados para no tener la proteína exploraron más de un nuevo entorno. Carecían de lo que los investigadores llamaban “miedo innato” y no podían formar recuerdos de eventos que inducían el miedo.

     Los investigadores también manipularon el gen, como si fuese un manija de “volumen”, para producir diferentes niveles de stathmin, que a su vez dio lugar a diferentes niveles de miedo en los ratones.

    En 2010, los investigadores dirigidos por Burkhard Brocke en el Instituto de Psicología II en Alemania encontraron que las personas con una respuesta exagerada al miedo tenían mutaciones en el gen que controla este cambio de volumen.

    En cuanto a cómo superamos el miedo, los científicos han encontrado estructuras cerebrales que parecen resistir las incitaciones de la amígdala.

     En un estudio de 2010 publicado en la revista Neuron, el neurobiólogo, Uri Nili, de Weizmann Institute en Israel examinó los cerebros de personas que temían a las serpientes al momento en que ellas decidían o no acercar o alejar a uno de esos reptiles vivos con una cinta transportadora. 

     Cuantas más las personas pudieron superar su miedo y acercar más a la serpiente, más actividad mostró la región cerebral conocida como sgACC, que se encuentra entre la amígdala y el hipotálamo, que estimula la liberación de hormonas.

     Un grupo de control que no tenía miedo de las serpientes no mostró tal actividad.

    Las hormonas liberadas en la propia amígdala también han demostrado afectar la valentía. Oliver Bosch, un neurobiólogo de la Universidad de Ratisbona en Alemania, estudia el instinto maternal en los mamíferos y ha descubierto que la oxitocina se libera en la amígdala cuando una madre se enfrenta a un peligro para ella y sus hijos.

   Esta hormona, a su vez, bloquea la producción de una hormona llamada CRH, que prepara al cuerpo para la acción, pero puede generar sentimientos de miedo y ansiedad.

     Este tipo de anulación hormonal fue lo que pudo haber dado a Angie Padron, la madre de Florida, el valor instantáneo para enfrentar a sus agresores. Como ella misma dijo del incidente, sus instintos simplemente se activaron.



Fecha de publicación: 27/12/2018