17 de oct. (Sentido Común) -- El abrupto descenso que han registrado los precios del petróleo a nivel mundial en tan sólo un mes, recortándolos a niveles no vistos en los últimos cuatro años, ha encendido alarmas por el posible impacto negativo que tendrá para el país ese inesperado cambio en el mercado petrolero.

     Dado que el gobierno recibe más de una tercera parte de sus ingresos por exportaciones, impuestos, regalías y otros cobros al petróleo y a sus productos derivados, algunos piensan que se avecina otra grave tormenta sobre el país.

     El precio de 81 dólares por barril que aprobó la Cámara de Diputados para calcular los ingresos gubernamentales del próximo año parece ya hoy un cálculo irresponsableluego que la mezcla del crudo de exportación mexicano se vende en seis dólares menos, o en cerca de 75 dólares el barril.

     Algunos expertos ya prevén recortes al gasto que podrían descarrilar el repunte económico que comienza a registrar la economía mexicana. Otros vaticinan un mayor endeudamiento gubernamental para compensar los menores ingresos petroleros, lo que podría deteriorar las finanzas públicas y echar por la borda la estabilidad fiscal y financiera que ha logrado México a lo largo de prácticamente dos décadas.

     "El escenario se complica además porque la plataforma de producción de petróleo de Pemex viene a la baja, lo que se convierte en un factor adicional de inestabilidad para las finanzas públicas", dijo Arturo Carranza Guereca, analista de la empresa de consultoría Solana Consultores al portal www.sinembargo.mx.

     Ante este escenario, muchos comienzan a predecir que la recuperación económica durará poco o será pronto descarrilada por el problema de finanzas públicas que generará la abrupta caída de los precios internacionales del petróleo.

     No tan rápido, sugieren, sin embargo, otros.

     "A pesar de precios del petróleo significativamente más bajos, las preocupaciones sobre las cuentas fiscales y sobre posibles y severos recortes al gasto nos parecen sobredimensionadas", escribieron los economistas Luis Arcentales y María Bendana, del banco de inversión estadounidense Morgan Stanley, en un reporte.

     Su principal argumento en contra de quienes están ya comenzando a calcular la catástrofe, es que los ingresos petroleros del gobierno no sólo dependen ya del precio externo o del volumen de exportación de crudo, sino también de una combinación de factores mucho más compleja que incluye precios internos y externos del crudo y de otros combustibles; así como de las importaciones de productos derivados del petróleo, que en el caso de México son cada vez más importantes, sobre todo en materia de gas natural y de gasolina por la caída en la producción interna de ambos combustibles.

     A diferencia de 2009, cuando el desplome del precio del crudo sí impactó severamente las finanzas públicas, al grado que el gobierno del presidente Felipe Calderón tuvo que realizar varios recortes al presupuesto ese año, justo cuando la economía mexicana se enfilaba a una recesión, hoy el gobierno de México, dado que exporta cada vez menos crudo, mientras que importa cada vez más combustibles, tiene una mucha menor propensión a resentir la caída del precio del crudo que la que tenía hace cinco años.

      Arcentales y Bendana muestran que los beneficios fiscales que ha recibido el gobierno en el pasado por mayores precios del crudo son cada vez menores año con año. Esto por la precaria situación en la que se encuentra la industria petrolera y energética nacional, que obliga al país a depender más del exterior de lo que se dependía anteriormente.

     De acuerdo a sus cálculos, cuando el petróleo excedió en 11 dólares el precio del crudo estimado para calcular el presupuesto de ingresos del gobierno en 2004, los ingresos excedentes que recibió el país fueron equivalentes a 1.6% del producto interno bruto.

     Cuatro años después, en 2008, cuando el precio del crudo excedió en 35 dólares la estimación presupuestal, los ingresos excedentes fueron prácticamente idénticos de 1.5% del PIB, un porcentaje que comenzaba ya a indicar que los beneficios de mayores precios no necesariamente se traducían en mayores recursos gubernamentales. 

     Esto porque la producción petrolera nacional comenzaba a declinar, al mismo tiempo que las importaciones de combustibles comenzaban a incrementarse, a, obviamente, un mayor costo para el gobierno por el mayor precio del crudo de ese año. 

     Así, los beneficios neto que recibió el gobierno por su control de la industria petrolera fue casi idéntico al de cuatro años antes, aun cuando el precio del petróleo fue mucho más alto al presupuestado.

     Para 2011, cuando el precio del crudo superó en 36 dólares el precio estimado en el presupuesto gubernamental, casi la misma brecha de tres años atrás, los beneficios excedentes fueron de menos de la mitad de tres años atrás, o de cerca de 0.7% del PIB.

     "Así como México, en años recientes, obtiene cada vez menores beneficios por mayores precios del crudo, la misma lógica se puede usar en sentido inverso", escribieron Arcentales y Bendana, en su reporte.

     Para ellos, si el precio del crudo mexicano se vende en 10 dólares por debajo de la cifra aprobada en el presupuesto, el impacto fiscal en 2015 será significativamente menor que el de hace unos años, algo que los hace considerar que el descenso del precio del crudo es menos alarmante que lo que señalan ya algunos.

     Finalmente, los dos economistas de Morgan Stanely ven en los incrementos que ha logrado aplicar el gobierno de forma gradual a los precios domésticos de los combustibles una hecho que también puede amortiguar los menores ingresos fiscales por una caída del precio de las exportaciones de petróleo.

     Dado que hoy los precios de la gasolina y del diesel están en México cerca de niveles internacionales, si su cotización cae en el exterior y el gobierno mantiene los precios al interior, entonces podrá obtener un beneficio que no está hoy contemplado en el presupuesto.

     Claro que esto significaría que el gobierno drenaría recursos de los consumidores al sector público, un elemento negativo y válido, escribieron los dos economistas del banco estadounidense. Sin embargo, dado que en México quienes consumen la mayor parte de la gasolina son las personas que mayores recursos económicos tienen, el impacto lo resentirían las personas más acaudaladas y no el público en general.

      Los argumentos anteriores son para Arcentales y Bendana lo suficientemente sólidos para concluir que si bien el gobierno está hoy tan expuesto como en el pasado a los vaivenes en el precio del crudo, hoy, a diferencia de ayer, tiene menos perjuicios en su contra por los vaivenes, así como menos beneficios de los que tenía antes.      

     Un elemento que para ellos, sin embargo, no debe distraer la atención de las autoridades en sus esfuerzos por abrir el sector energético nacional a los capitales privados a fin de que los beneficios de los menores precios del crudo y de los combustibles puedan filtrarse al resto de la economía y no sólo quedar atrapados en las arcas gubernamentales como sucede ahora.

     La gran intervención gubernamental en la industria energética resulta en el largo plazo perjudicial ya que impide que funcionen mejor los mercados de la energía para beneficio de todos los consumidores y todas las empresas mexicanas.

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Fecha de publicación: 17/10/2014

Etiquetas: México economía finanzas públicas gobierno presupuesto petróleo crecimiento