Erie, Pennsylvania, 14 de mar. (Dow Jones) -- En los últimos años, la oportunidad de ésta ciudad ubicada en el Cinturón del Óxido de EUA para renacer ha venido de lejos.

     Los refugiados de África, Asia y Oriente Medio han llenado complejos de apartamentos, abierto pequeñas empresas y frecuentado parques que los lugareños han abandonado. Ahora, los terratenientes, dueños de tiendas y empleadores están preocupados porque el progreso se detendrá, si Estados Unidos cierra sus puertas a los refugiados, o disminuye el número de ellos que ingresa al país.

     “Los refugiados le generan muchos beneficios económicos a la ciudad”, dijo Fred Barbato, propietario de Fred's Furniture ubicado en la calle Liberty de Erie.

     En gran parte del debate sobre el decreto de inmigración del presidente Donald Trump ha pasado desapercibido un pequeño detalle que tendrá un gran impacto negativo en algunos lugares: la decisión de reducir en casi dos tercios el número total de refugiados que Estados Unidos recibirá este año, de 110 mil a 50 mil.

     Estados Unidos recibe un número menor de personas que huyen de la persecución o los conflictos en relación con el tamaño que reciben otros países occidentales. Sin embargo, los refugiados están transformando algunas pequeñas ciudades y pueblos en los que se han establecido en los últimos años.

     Ese es el caso de Erie, una ciudad de casi 100 mil habitantes del noroeste de Pennsylvania que está en dificultades económicas y donde los refugiados representan alrededor de 18% de la población de la ciudad, de acuerdo con la oficina del alcalde. Eso hace de Erie una ciudad con una de las mayores concentraciones de refugiados de Estados Unidos.

     Las llegadas han ayudado a compensar el éxodo de los estadounidenses debido a la desaparición de empleos de manufactura bien pagados y el atractivo que tienen las oportunidades que existen en los estados de Cinturón del Sol.

     En Sterling Technologies, una empresa que fabrica productos de plásticos ubicada a las afueras de Erie y que produce barriles para captar lluvia y envases de composta, cerca de una cuarta parte de sus 160 trabajadores son refugiados. El trabajo poco calificado y laborioso paga a las nuevas contrataciones alrededor de ocho dólares por hora, mismo que es rechazado por muchos estadounidenses, dijo el presidente de la compañía, Cary Quigley.

     “Estábamos luchando por conseguir trabajadores hasta que empecé a contratar a refugiados hace unos años”, dijo Quigley. Si desaparecieran mañana, yo podría estar en problemas.

     La tasa de desempleo de Erie fue de 6.1% en diciembre, superior al promedio nacional de 4.7%. Los refugiados, que a menudo hablan un inglés limitado, están dispuestos a aceptar trabajos poco remunerados y poco calificados, dijeron los empleadores, ya sea que se hayan desempeñado en un trabajo humilde o profesional antes de venir a Estados Unidos.

     En una tarde reciente, los refugiados trabajaban en las divisiones de producción, mantenimiento y control de calidad en Rehrig Pacific, empresa que fabrica cajas de plástico y contenedores de basura. En un mapa del mundo, ellos habían colocado alfileres en los países de donde provenían.

     Sin ellos, “nunca parece que tenemos las personas que necesitamos”, dijo Peter LaRoche, gerente de la planta, quien agregó que los nuevos empleados ganan cerca de 10 dólares por hora.

     Cada año, el presidente, en consulta con grupos de interés y el Congreso, determina cuántos refugiados planea admitir Estados Unidos. El presidente Barack Obama fijó el número máximo en 110 mil para el año que termina el 30 de septiembre. El 27 de enero, el presidente Trump redujo ese compromiso a 50 mil. Hasta la fecha, ya han llegado casi 37 mil que cuentan en la nueva cuota.

     Es probable que esto tenga un efecto profundo en Erie.

     Los refugiados son visibles en las aulas, las tiendas del centro y las viviendas del vecindario, particularmente en el lado este que es más pudiente.

     “Nos hemos inclinado a rentarles a los refugiados y va a ser un cambio para nosotros si eso termina”, dijo Geryll Zehr, propietario y administrador de 50 unidades de departamentos en Erie.

     Los refugiados han abierto tiendas de comestibles en la zona, una vez considerada un desierto alimentario. El UK Supermarket de la calle Parade, propiedad de un butanés que creció en un campamento de refugiados, vende cientos de artículos del sur de Asia, así como productos frescos. Cerca, una tienda propiedad de un refugiado que era médico en Irak vende carne de cordero, pescado y especialidades del Medio Oriente.

     En el Presque Isle Downs & Casino de la localidad, los refugiados son omnipresentes en el piso de juego, donde reparten barajas y cuentan fichas. Otros son amas de llaves y trabajadores de restaurantes.

     La primera oleada de refugiados a esta antigua ciudad industrial salió de Vietnam y llegó a mediados de los años setenta. Hasta la década de los ochenta, había alrededor de 100 arribos anuales. A finales de los ochenta, las llegadas habían subido a cerca de 400 anuales cuando el gobierno de Estados Unidos y las organizaciones sin fines de lucro que los reciben decidieron que el tamaño de la ciudad, los medios económicos y la red de servicios sociales la hacían una ciudad adecuada para los recién llegados, dijo Paul Jericho del Multicultural Community Resource Center, que ha trabajado con refugiados de Erie por más de 30 años.

     En la última década, de 600 a 700 refugiados llegaron anualmente.

      Después de que Trump firmó el decreto presidencial hubo incidentes aislados de intimidación en algunas escuelas de Erie. “Sin duda, su prohibición de viajar envalentonó a algunos jóvenes a expresar sentimientos negativos hacia los refugiados musulmanes de una manera que no habíamos visto en años”, dijo Jericho.

     Trump impuso una moratoria de cuatro meses a todo el programa de reasentamiento de refugiados de Estados Unidos como parte del decreto que enfrentó desafíos legales. También prohibió indefinidamente a los refugiados sirios, que representaron una gran parte de las llegadas a Erie en los últimos meses.

     Entre los que votaron por Trump está el presidente de Sterling Technologies, quien admite que está “preocupado” por las restricciones a la inmigración. “Creo que entiendo por qué el Presidente Trump está haciendo lo que está haciendo”, dijo  Quigley. “Pero hemos sido bendecidos por los inmigrantes que han venido, trabajado y que le han agregado valor a la empresa”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 14/03/2017

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