17 de mar. (Bloomberg) -- Joel Bustamante ya estaba hastiado del alto costo de vida, las balaceras y delitos menores en su vecindario de clase obrera de Caracas. Estaba dispuesto y decidido a hacer lo que muchos de sus compatriotas venezolanos han hecho al huir del país desgarrado por la crisis. Él obtuvo un trabajo en una fábrica de Chile, compró un boleto de avión de ida y empacó sus maletas.

Todo lo que necesitaba era un nuevo pasaporte. Lo solicitó seis meses antes de su vuelo programado. Aún tenía mucho tiempo, le dijeron. Pero los días de espera se convirtieron en semanas y luego en meses. Hasta el día de hoy, once meses después de que ese vuelo salió para Chile sin su persona, Bustamante, un taxista de 24 años, sigue esperando.

“Estoy en completa incredulidad”, dijo. “Si no fuera por este lío, ya me habría ido”.

A pesar de toda la escasez que hoy afecta a Venezuela --de alimentos y medicinas, incluso de dinero-- la falta de pasaportes es en algunos aspectos la más cruel. Como sorprendente dificultad, esto no puede igualar el tipo de sufrimiento infligido por la escasez de, digamos, agua potable o las píldoras para la presión arterial elevada, pero sí tiene el efecto surrealista de hacer que la gente se sienta como atrapada, como si estuviera prisionera en su propio país disfuncional.

Cientos de miles de personas están a la espera, ya que la falta del pasaporte ha disminuido un éxodo sin precedentes. Desde que las políticas intervencionistas del líder socialista Hugo Chávez hicieron que la economía cayera en una crisis total, los venezolanos han huido del país en masa. Aterrizan en la vecina Panamá o se dirigen hacia el norte, a Estados Unidos o prueban suerte en España.

El gobierno no publica esas estadísticas, pero Tomás Paez, autor de ‘La voz de la diáspora venezolana’, estima que cerca de dos millones de personas han partido en los últimos 18 años.

Ese no parece ser un gran número cuando se compara con naciones como Colombia o México, sin embargo los venezolanos, se debe recalcar, nunca fueron migrantes en cualquier tipo de escala significativa antes del ascenso de Chávez en 1999.

Beneficiado con las mayores reservas petroleras del mundo, el país fue por décadas uno de los más ricos de la región. Realmente no había necesidad de salir del país. En todo caso, Venezuela era receptor de inmigrantes de Colombia y de otros lugares de Latinoamérica, pero también de España, Italia y Portugal.

El gobierno del presidente Nicolás Maduro ha reconocido el problema de los pasaportes, y por eso lanzó una nueva opción en línea “exprés” que ofrece entregarlo en 72 horas por más del doble del precio estándar. No está claro cuántos han logrado probar el procedimiento acelerado; la página electrónica se ha estado cayendo por el gran número de visitas.

La razón que ha dado la agencia de pasaportes, conocida como Saime, por la deficiencia es que no tiene suficientes “materiales”. Puede ser que el gobierno simplemente no pueda darse el lujo de comprar todo el papel que necesita. Las llamadas telefónicas y los correos electrónicos enviados a la dependencia y al ministerio del interior no fueron contestados.

Algunos días, cientos de personas hacen fila afuera de la sede de Saime en Caracas, algunos después de haber llegado a las cinco de la mañana. Incluso para aquellos que tiene razones más mundanas para querer obtener su pasaporte, visitar la familia o viajar por negocios, el proceso puede ser insoportable.

Sofía, una maestra de escuela jubilada de 58 años, ha realizado cuatro viajes de 160 kilómetros desde la ciudad de Valencia hasta Caracas en su intento por viajar a España para asistir al nacimiento de un nieto este mes. La última vez que ella preguntó si los escurridizos materiales ya habían llegado, ella dijo, “prácticamente se rieron en mi cara, diciendo, ‘¿Qué no te das cuenta que esto es Venezuela?’”

Cientos también están varados en el extranjero. “Básicamente, estoy preso en Canadá”, dijo Elena, de 43 años, que es residente legal y que ha estado intentando durante dos años de renovar su pasaporte para poder viajar con sus dos hijos; y como muchos entrevistados, pidió que no se usara su apellido.

Los ricos a menudo pueden sobornar a alguien para encontrar la manera de evitar la escasez de mercancías. Ese parece ser el caso con los pasaportes, al haber coyotes que tienen contactos y hasta funcionarios dispuestos a acelerar el proceso por el equivalente a varios cientos de dólares, o más. Pero la mayoría de los 30 millones de habitantes de Venezuela no puede tener acceso a ese tipo de dinero: el salario mínimo mensual, más los cupones de alimentos que el gobierno le da a todos, equivale a menos de 30 dólares en el mercado negro.

El jefe de Saime, Juan Carlos Dugarte, apareció en la televisión el mes pasado para anunciar que el gobierno había depurado las actividades ilegales en la agencia y prometió a los venezolanos que la demanda de pasaportes sería satisfecha.

Eventualmente, esto es. “Si no necesitas viajar pronto, espera tu turno y la fecha de tu viaje”, dijo Dugarte. “Mientras tanto, no lo hagas”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo      

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Fecha de publicación: 17/03/2017

Etiquetas: Venezuela Pasaporte Éxodo Burocracia Crisis