17 de mar. (Dow Jones) -- El cultivo de la hoja de coca, usada para producir cocaína, se ha incrementado tanto en este país que las plantaciones ahora cubren más territorio de lo que lo hicieron antes de la campaña de erradicación, misma que costó varios millones de dólares, que fue patrocinada por Estados Unidos y que comenzó hace 16 años, dijeron funcionarios estadounidenses y colombianos.

El aumento del cultivo de la hoja de coca data desde 2013, luego que Estados Unidos se vio obligado a reducir y, en última instancia, a cancelar la fumigación de los cultivos debido a preocupaciones de salud por el uso de un defoliante tóxico y a las preocupaciones del gobierno colombiano de que el programa estaba volviendo en su contra a muchos residentes rurales, mientras negociaba un acuerdo de paz con los rebeldes marxistas.

Hace unos días, funcionarios estadounidenses en Washington anunciaron que la coca se planta en unos mil 800 kilómetros cuadrados de tierra. El aumento continúa a un ritmo en el que las superficies plantadas se han más que duplicado desde su menor nivel en 2012.

Las nuevas cifras, basadas en imágenes satelitales estadounidenses, muestran que los agricultores de ciudades como El Tarra han estado cultivando más coca, dijeron funcionarios antinarcóticos en ambos países en entrevistas recientes con el sistema informativo Dow Jones.

“Han estado plantando como locos”, dijo William Brownfield, director de Bureau of International Narcotics and Law Enforcement Affairs (Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley), la agencia del Departamento de Estado que supervisa la política contra los estupefacientes ilegales de Estados Unidos.

Esta tendencia es desalentadora para los funcionarios antidrogas estadounidenses, que durante años trabajaron con sus homólogos colombianos para atacar lo que antes eran campos industriales de coca. Con base en el programa de ayuda denominado Plan Colombia, los más de 10 mil millones de dólares gastados en aviones fumigadores, helicópteros de combate y capacitación a las fuerzas antidrogas colombianas, ayudaron a reducir el tamaño del cultivo de mil 800 kilómetros cuadrados en 2001 a 780 kilómetros cuadrados en 2012, socavando las así operaciones de las organizaciones dedicadas al narcotráfico.

Pero luego se produjo una fuerte reducción en la fumigación y su eventual cancelación en 2016. Los agricultores de esta región de cultivo de coca y otros rincones aislados de Colombia no cuestionan haberse dedicado más decididamente a la coca a medida que se desvaneció el programa de fumigación.

“La gente está plantando todo lo que puede porque quiere ganar dinero”, dijo Ramón Angarita, de 50 años, parado en un campo de coca. “Si fumigan la hoja de coca, ¿usted la plantaría? No. Tienen que plantar lo que no fumigan”.

Funcionarios del gobierno colombiano reconocen que la producción de coca aumentó durante las conversaciones de paz con el grupo rebelde, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que comenzaron a finales de 2012 y que culminaron con un pacto de paz el año pasado.

Argumentan que la fumigación aérea se ha vuelto ineficaz, que plantea problemas de salud y que genera resentimiento entre las comunidades agrícolas pobres, alimentando así la influencia de las FARC entre los campesinos.

Con base en el acuerdo de paz, el gobierno y las FARC acordaron trabajar juntos para destruir la hoja de coca, que durante muchos años fue la principal fuente de financiamiento de la guerra que sostuvieron los rebeldes contra el estado.

El plan actual del gobierno para combatir la coca busca aprovechar la nueva calma que el proceso de paz ha fomentado en el campo. Con base en el plan, los agricultores erradicarían voluntariamente 500 kilómetros cuadrados este año a cambio de ayuda para sembrar cultivos legales. Las autoridades estiman que 500 kilómetros cuadrados adicionales deben ser erradicados a la fuerza por nuevos equipos de la policía y del ejército.

“Tenemos que atacar las cosechas, arrancar las plantas de raíz”, dijo el mayor general José Ángel Mendoza, jefe de la unidad antinarcóticos de la Policía Nacional Colombiana.

El gobierno y otros, sin embargo, no ven la erradicación forzosa como una solución a largo plazo. “Eso no va a resolver el problema básico que condujo al cultivo ilícito en primer lugar”, dijo Bo Mathiasen, jefe de la Oficina de Control de Drogas de Naciones Unidas en Bogotá. Lo que motiva la producción de coca, sugiere, es la pobreza y la falta de perspectivas de ingresos legales en el campo.

Para liberar a los agricultores de la coca, el gobierno está estableciendo programas para proporcionar hasta 12 mil dólares por familia durante dos a tres años, así como asistencia técnica para convencerlos de producir otros cultivos, como especias, papaya y cacao.

En la finca de Lucenit Figueroa, en El Tarra, la hoja de coca crece en filas bien separadas en laderas montañosas y un pintoresco valle. Emplea a trabajadores que mezclan la coca con gasolina y productos químicos para formar la pasta de coca, la última etapa antes de producción de la cocaína. Figueroa dice que renunciaría a todo eso si pudiera salir adelante con un cultivo legal.

“Un subsidio, cualquier cosa, todo es bienvenido”, dijo. “Pero necesitamos que el gobierno nos cumpla --porque si descartamos los cultivos y no cumplen, ¿qué nos queda?"

El fin del conflicto con las FARC --y de los rebeldes disparando contra las fuerzas desplegadas para erradicar la coca-- debería permitir “un desarrollo mucho más ambicioso y de largo plazo”, dijo el comisionado de la pacificación del gobierno, Sergio Jaramillo, quien negoció un programa de modernización rural como parte del acuerdo con las FARC.

Pero Jaramillo y otros funcionarios bien versados en las realidades del vasto y olvidado campo de Colombia dijeron que no será fácil un cambio rápido. Incluso si los agricultores de coca cambian a los cultivos legales, su éxito es incierto a la luz de los altos costos de transporte a lo largo de carreteras que son apenas transitables.

El Tarra, donde la cultura de la droga está tan arraigada que algunas personas pagan sus alimentos con pasta de coca, está a una distancia de seis horas por un camino lodoso y rocoso de Cúcuta, un centro regional alejado del corazón económico de Colombia.

Esas realidades no pasan desapercibidas para Jesús Oscuro, de 26 años, cuyos campos están cubiertos de coca. “Es la única planta que se produce aquí”, dijo. “No tenemos nada más”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 24/03/2017

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