27 de mar. (Dow Jones) -- Desde el surgimiento de Japón como una potencia económica en la década de los setenta, los expertos han predicho la llegada de un “siglo asiático”. Debemos prepararnos, dijeron, para el cambio tectónico en el balance de poder global a medida que disminuya la influencia de Estados Unidos, que se intensifique el descontento en Europa y que los países de la región Indo-Pacífico lleguen a dominar la política, economía y seguridad mundial.

Las imágenes del creciente poder y prestigio de Asia han quedado grabadas en nuestra imaginación, desde la compra del Rockefeller Center por parte de inversionistas japoneses a finales de los años ochenta, hasta el gran espectáculo de los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008.

Hoy, con más de la mitad de la población mundial habitando la región, Asia se perfila cada vez más grande.

Pero este impresionante ascenso no ha reconfigurado los asuntos mundiales, y es poco probable que así lo haga. Cuanto más importante se ha convertido Asia en la escena global, más flagrantes se han vuelto sus deficiencias. La región está profundamente fracturada, amenazada por el estancamiento económico, la agitación política y los puntos álgidos que podrían desencadenar nuevas confrontaciones bélicas.

En nuestra sociedad global cada vez más integrada, sus problemas podrían convertirse rápidamente en los de los demás. Gran parte de la atención mundial en las próximas décadas se enfocará no sólo a digerir el creciente poder de Asia, sino también a manejar y mitigar sus muchos y serios problemas.

Es probable que las malas noticias lleguen en cinco variedades discretas pero al mismo tiempo interrelacionadas. El primer gran problema es el fin del milagro económico de Asia y el fracaso de sus economías para reformarse.

Desde Japón hasta India, los países asiáticos están luchando por mantener su crecimiento, equilibrar sus economías y evitar la desaceleración. Las preocupaciones que enfrentan incluyen un desarrollo desequilibrado, burbujas de activos, problemas laborales y el profundo control estatal de los mercados.

Quizás el mayor riesgo sea la dramática desaceleración de la economía china. Cuando el índice compuesto de Shanghai inició operaciones el 12 de junio de 2015, su valor se había disparado más de 100% desde el verano de 2014. Entonces surgió la burbuja.

Motivado por los temores de una economía en desaceleración, una moneda en proceso de debilitamiento y una insostenible deuda de unos 30 billones de dólares, los mercados de China entraron en caída libre.

En pocas semanas, el mundo comenzó a preguntarse si ya habían terminado los días de gloria de China. Desde entonces, las pruebas sólo han permitido decidir que China ha caído en una prolongada desaceleración económica, marcada por una estampida de capitales que huyen del país, por un total de 725 millones de dólares el año pasado, de acurdo con el Institute of International Finance. En consecuencia, los líderes de China tendrán que diseñar reformas significativas para mantener un crecimiento moderado en los próximos años.

Las economías avanzadas de Asia enfrentan sus propios problemas. Japón sigue buscando la manera de poner fin a 25 años de letargia económica. Una burbuja en los precios de los activos y los bienes raíces casi dio al traste con el sistema financiero del país en la década de los noventa, y la economía ha reptado desde entonces.

La mayoría de los japoneses tienen un nivel de vida comparativamente elevado, pero las décadas de paquetes de estímulo y el enfoque en las exportaciones no lograron llevar a Japón más allá de una tasa de crecimiento anual promedio de escasamente 1%, de acuerdo con datos del Banco Mundial.

Las corporaciones japonesas, que una vez lideraron el mundo, ahora enfrentan una disminución en su cuota de mercado, una creciente ineficiencia y decreciente innovación. En 2015, un informe del Banco de Japón señaló que las empresas del país tienen más de dos billones de dólares en activos líquidos estacionados, sin utilizar. Las reformas del primer ministro Shinzo Abe no han cambiado la cultura corporativa de Japón, ni han eliminado suficientes regulaciones como para despertar el espíritu empresarial y la innovación.

Incluso si las economías de Asia avanzan paulatinamente, debemos prepararnos para una región mucho menos energéticamente económica de la que estamos acostumbrados a ver.

El segundo problema que se avecina en Asia es demográfico. Japón comenzó a perder población en 2011, después de décadas de decrecientes tasas de natalidad, de acuerdo con datos del Banco Mundial. El ministerio de salud y bienestar del país y otros expertos temen que el número de japoneses, que era de 127 millones en 2014, podría disminuir hasta en un tercio para 2060.

Uno de los resultados de la falta de reproducción es que Japón, de acuerdo a la ONU, es que “alberga a la población más anciana del mundo”, al tener 33% de sus ciudadanos con 60 años o más cumplidos en 2015; se cree que el país tiene más de 58 mil centenarios. Ninguna sociedad modernizada ha enfrentado jamás tal desafío.

Los problemas demográficos que tiene Japón actualmente bien podrían convertirse mañana en los de Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán y Singapur. Por ejemplo, los escenarios más aciagos para la población de Corea del Sur, prevén una caída de 50 millones de habitantes actualmente a tan sólo 10 millones en 2136, debido a la baja tasa de natalidad de 1.19 hijos por mujer. A medida que las poblaciones disminuyen, estos países lucharán por mantener su fuerza laboral, permanecer competitivos, financiar programas de asistencia social y reestructurar sus sociedades para hacer frente a la mayoría de las personas mayores.

Los líderes chinos crearon otro problema demográfico mediante la infame política de un solo hijo del Partido Comunista, promulgada en 1979. Con el propósito de controlar la super población, la política ha evitado hasta 400 millones de alumbramientos, dijo el gobierno chino. A pesar del relajamiento de las draconianas restricciones impuestas por Beijing en 2015, China todavía proyecta que su población comenzará a disminuir hasta aproximadamente en 2030.

La política de un solo hijo de China ya está perjudicando el mercado de trabajo. En 2012, el número total de chinos en edad laboral disminuyó en unos 3.4 millones, de acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas de China.

Entre 2012 y 2014, la fuerza laboral se contrajo en unos 9.5 millones, informó la oficina, y el flujo constante de trabajadores migratorios hacia los centros costeros de fabricación ha comenzado a disminuir. Estas tendencias presionarán cada vez más al gobierno para que proporcione servicios de salud y otros servicios sociales básicos a los ancianos chinos que, debido a la política de un solo hijo, no tienen familias numerosas que los apoyen.

En el extremo opuesto del espectro demográfico se encuentran países como India e Indonesia. Gran parte del sur y sudeste de Asia enfrenta el riesgo de sobrepoblación. La ONU predice que la población de India superará a la de China en 2022, convirtiendo así la democracia más grande del mundo en el país más poblado de la tierra.

Para los gobiernos, este auge de jóvenes supone una creciente demanda de educación, empleo, infraestructura y crecientes niveles de vida. Aunque tener un excedente de jóvenes pudiera parecer un activo económico, la mayoría de los países pobres no han logrado convertir sus abundantes reservas de mano de obra en prosperidad duradera.

Estos peligros demográficos apuntan a un tercer riesgo importante: tratar con las revoluciones políticas aún sin terminar de la región.

China todavía está a décadas --e incluso generaciones-- de desarrollar cualquier tipo de libertad política significativa. El partido se ha aislado cada vez más de sus ciudadanos, quienes en general (y con razón) lo consideran corrupto, ineficiente y a menudo brutal.

El partido ha logrado mantener controlada la disidencia, pero sólo porque ha sido capaz de señalar los enormes avances económicos del país. A medida que el crecimiento disminuya, el malestar acrecentará. La desconfianza que priva entre el ciudadano y el estado es la mayor amenaza para la continua vigencia del partido en el poder.

Para evitar disturbios, el presidente Xi Jinping ha consolidado su poder, convirtiéndolo probablemente el líder más fuerte de China desde Mao. Pero si Xi se excede y revierte el modelo de liderazgo colectivo del país de larga data, eso podría dar pie a una nueva era de cacicazgo gubernamental o provocar una lucha de poder entre las élites.

A medida que algunos en Beijing temen que Xi no renuncie cuando expire su mandato en 2022, China se está quedando cada vez más en un estancamiento político: el partido no puede evolucionar sin arriesgar su poder, pero cuanto más resista al cambio, más insatisfechos se volverán los ciudadanos y más esclerótico se tornará su gobierno. El partido luchará por mantener el control sin volverse aún más represivo, pero las mayores medidas de represión provocarían una desazón que podría desbancarlo del poder.

Los problemas políticos de Asia difícilmente se limitan a sus autocracias. Corea del Sur está enfrentando su propio Watergate. Después de semanas de manifestaciones en Seúl, el parlamento de Corea del Sur decidió de manera decisiva impugnar a Park Geun-hye, la primera presidenta del país, en diciembre pasado. Sin embargo, los que estaban en las calles no sólo protestaban por la supuesta corrupción y compadrazgos de Park, sino también por un sistema socioeconómico en el que muchos ya no creen.

Los gobiernos no tienen tanta fortaleza en primer lugar, lo que nos lleva a otro problema regional: las débiles instituciones. Asia no tiene una OTAN, ni Unión Europea. No cuenta con un mecanismo regional eficaz que le permitirían abordar los problemas que comparten con una resolución conjunta.

En gran medida, esto se debe a que Asia fue dominada durante siglos por sus naciones más poderosas --China, Japón e India-- y por imperialistas del exterior. Hoy en día, la región está dividida por el tipo de desconfianza y aversión entre los vecinos que solía acosar a Europa. Sus grandes potencias no tienen aliados formales entre sus vecinos y tienen pocos socios cercanos --legado de sus largas historias como brabucones regionales.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 27/03/2017

Etiquetas: Asia Ascenso Economía Política Gobierno