17 de abr. (Dow Jones) -- Después de nueve meses de una guerra ficticia, los bandos del conflicto Brexit ya están bien delineados.

Los escarceos iniciales estuvieron envueltos en un generoso lenguaje diplomático. La primera ministra británica Theresa May utilizó su carta invocando al artículo 50 del Tratado de Lisboa para alabar los valores democráticos liberales de Europa y declarar su deseo de llegar a una “asociación profunda y especial” con la Unión Europea.

Donald Tusk, el presidente del Consejo del bloque europeo, respondió calificando las negociaciones Brexit como un ejercicio de “control de daños” que tenía el objetivo de mantener a Reino Unido como un socio lo más cercano posible.

El deseo de ambas partes de llegar a un divorcio amistoso es sincero, ya que las consecuencias del colapso de los marcos jurídicos que sustentan la cooperación actual en ámbitos como el comercio, las finanzas, la ciencia y la seguridad serían muy graves. Sin embargo, ninguna de las partes confía en que se puedan superar los obstáculos para llegar a dicho acuerdo.

Los mayores retos se encuentran en Reino Unido. May enfrenta lo que puede resultar ser una triada imposible de resolver.

En primer lugar, necesita llegar a un acuerdo que permita que Gran Bretaña esté lo suficientemente cerca de la Unión Europea como para minimizar la disrupción de sus negocios y permita el libre y continuo flujo de personas, bienes y servicios que son vitales para la prosperidad de la Unión Europea.

En segundo lugar, requiere un acuerdo que satisfaga a los miembros de su propio partido que sueñan con una “Gran Bretaña global” que pueda perseguir una política comercial independiente y reduzca las regulaciones y los impuestos.

En tercer lugar, precisa un acuerdo que preserve la unidad de Reino Unido ante el creciente nacionalismo en Escocia e Irlanda del Norte, y los cuestionamientos sobre la situación legal de Gibraltar.

Estos tres objetivos pueden ser irreconciliables. La Unión Europea dejó en claro en su borrador de directrices de la negociación que el precio de un acuerdo comercial amplio y de gran alcance serán salvaguardas fiscales, sociales y medioambientales para proteger a la Unión Europea de sufrir una desventaja competitiva a través de lo que denomina “dumping social”.

Los que apoyaron el Brexit temen que cualquier derecho que Reino Unido pudiera recuperar en teoría para llegar a sus propios acuerdos comerciales y reorganizar su modelo económico probablemente se vería limitado en la práctica, ya que el país seguiría estando vinculado por reglas sobre las cuales ya no tenía ningún control.

Por otro lado, el tipo de “Brexit limpio” exigido por los partidarios de línea dura del Brexit, según el cual el Reino Unido simplemente trataría de comerciar con la Unión Europea en términos de Organización Mundial del Comercio, no sólo causaría el máximo trastorno económico, sino que daría pie a una frontera material con la República de Irlanda que podría alimentar el nacionalismo irlandés y poner en peligro el proceso de paz.

Si se viera obligada a elegir, es evidente de qué lado se inclinaría May. En declaraciones públicas, ella se cubrió a través de un elaborado discurso acerca de si estaba chantajeando a la Unión Europea al vincular la futura cooperación en seguridad con un acuerdo comercial para disminuir las esperanzas de alcanzar muchos de los preciados objetivos de los partidarios del Brexit.

Ella aceptó que las empresas británicas tendrían que cumplir con las normas de la Unión Europea –por lo menos cuando hagan negocios con la Unión Europea; que Reino Unido tendría que pagar un costo financiero para asegurar un acuerdo de salida; y que lejos de ganar 350 millones de libras esterlinas por semana, como lo prometieron los partidarios del Brexit, habría “consecuencias” para la economía de Reino Unido.

Mientras tanto, los ministros reconocieron que la inmigración de la Unión Europea podría incluso aumentar después del Brexit y que Reino Unido seguiría acatando las reglas de la libertad de movimiento de la Unión Europea hasta que Reino Unido salga del bloque europeo en 2019.

En privado, algunos ministros del gabinete aceptan que otros compromisos sustanciales serán esenciales para que Reino Unido logre una salida y acuerdos comerciales de manera negociada. También creen que May ha ganado suficiente capital político entre los partidario del Brexit como para negociar cualquier acuerdo que ella considere que sea de interés nacional. Ellos creen que muchos partidarios del Brexit se retractarán de sus demandas más severas si eso ayuda a preservar la unidad de Reino Unido.

Estos ministros del gabinete también esperan que, aunque a los partidarios del Brexit no les guste lo que May acepte, ellos la respaldarán porque una vez que se logre el Brexit, será más fácil para los futuros gobiernos de Reino Unido renegociar el trato. Además, altos ministros señalan que May no enfrenta desafíos internos obvios, lo que le da cierto grado de libertad política.

No obstante, el capital político de May está a punto de ser puesto a pruebas severas. El borrador de las directrices de negociación de la Unión Europea muestra que el bloque será inflexible para defender los intereses de sus Estados miembros. No discutirá acuerdos comerciales futuros hasta que ambas partes hayan hecho “un progreso suficiente” en un acuerdo que resuelva las obligaciones financieras de Reino Unido y que proteja los derechos de los ciudadanos de la Unión Europea actualmente asentados en Reino Unido. Nada de esto será sencillo.

Algo que será mucho más problemático es que la Unión Europea está decidida a encontrar una solución que evite una frontera material en Irlanda del Norte antes de que empiecen las conversaciones comerciales y que quiere condicionar efectivamente cualquier acuerdo a que Reino Unido llegue a un pacto con España sobre la futuro situación legal de Gibraltar. Ambas partes pueden requerir llegar a compromisos que van más allá incluso de la capacidad que tiene May para lograrlo.

De hecho, a medida que May analiza su triada, está claro que su necesidad de llegar a un acuerdo que refuerce la unidad del Reino Unido puede ser la condición más difícil de cumplir.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 17/04/2017

Etiquetas: Brexit Unión Europea Reino Unido Artículo 50 Tratado Lisboa