Culiacán, México, 26 de jul. (Dow Jones) -- La extradición de Joaquín “El Chapo” Guzmán, el principal narcotraficante de México, ha provocado una explosión de violencia en su estado natal de Sinaloa, lugar de nacimiento de la industria de los narcóticos del país.

Las facciones rivales están luchando por el imperio de Guzmán tasado en miles de millones de dólares mientras espera a ser juzgado en un régimen de aislamiento dentro de una prisión de alta seguridad en Nueva York. Fue extraditado a Estados Unidos en enero por cargos de narcotráfico y asesinato, por los que se declaró inocente.

Cerca de 900 personas han sido asesinadas en Sinaloa durante los primeros seis meses de 2017, casi el doble de homicidios perpetrados en el mismo período del año pasado, de acuerdo con la Procuraduría General de Justicia de Sinaloa. La mayor parte del aumento se debió a asesinatos relacionados con las drogas.

En un brote de violencia de finales del mes pasado, 19 personas murieron en un incidente que terminó con hombres armados enfrentándose a la policía a poca distancia de las paradisiacas playas de Mazatlán en el Pacífico, dijeron funcionarios de Sinaloa. Cinco agentes de la policía también resultaron heridos.

“Es una guerra entre dos grupos que luchan por los mercados y las rutas del narco”, dijo Genaro Robles, un general retirado del ejército mexicano que fue nombrado secretario de seguridad pública de Sinaloa en diciembre.

La guerra de sucesión también ha sembrado la violencia en otras partes de México, mientras grupos rivales se aprovechan de un cártel de Sinaloa debilitado para intentar arrebatarle territorio subrepticiamente a la banda, la cual ha sido el mayor grupo criminal del submundo mexicano durante las últimas dos décadas.

Recientemente, 14 personas murieron en un tiroteo escenificado en el vecino estado de Chihuahua entre presuntos pistoleros de una facción del cártel de Sinaloa y miembros de La Línea, una facción dominante del cártel de Juárez, dijeron funcionarios estatales de Chihuahua.

El cártel Jalisco Nueva Generación, una poderosa banda del crimen organizado del cercano estado de Jalisco, ubicado en la costa del Pacífico, también se ha envalentonado y se está expandiendo en Sinaloa y otros lugares, dijeron funcionarios y analistas.

La violencia subraya los inconvenientes de la larga estrategia de los gobiernos de Estados Unidos y México para capturar y matar a los capos del narcotráfico.

“La estrategia del capo no funciona”, dijo Guadalupe Correa-Cabrera, profesora de University of Texas en el Valle del Río Grande, quien escribió un libro sobre el cártel de los Zetas. “Cuando se elimina un capo, éste es reemplazado por alguien más, aumenta la violencia y hay una mayor diversificación de las actividades criminales”.

Cuando un capo es capturado o asesinado, a menudo es reemplazado por un miembro de una generación más joven y más sanguinaria, dijeron analistas. En Sinaloa, en su mayor parte, los viejos narcotraficantes como Guzmán mantuvieron un cierto tipo de ley y orden en lugares como Culiacán, la capital del estado. Algunos tipos de delitos, como robos y atracos callejeros, eran raros. Los viejos capos se concentraron en la exportación de drogas a Estados Unidos.

Por esta razón, muchos residentes de Sinaloa oran por la buena salud de Ismael “El Mayo” Zambada, de 69 años, el último de los patrones de la vieja guardia que aún está en libertad, y que tiene fama de ser conciliador entre los grupos que están en guerra.

“El Mayo es el mejor de los malos”, dijo un hombre de negocios de mucho tiempo de Culiacán. “Cuando él se vaya, habrá un mayor baño de sangre”.

Gran parte de la violencia actual está motivada por la competencia para manejar las ventas locales de estupefacientes, especialmente metanfetaminas, dijeron funcionarios y analistas.

“El mercado interno produce mucho dinero, especialmente por las metanfetaminas”, dijo Ismael Bojórquez, editor de Riodoce, un semanario cuyo cofundador, Javier Valdez, fue asesinado a tiros en mayo en Culiacán.

Las tensiones dentro del cártel de Sinaloa habían estado a fuego lento desde la recaptura de Guzmán en 2016, pero estallaron para convertirse en una guerra abierta en febrero tras su extradición. Las hostilidades iniciaron cuando Dámaso López, descrito por el Tesoro de los Estados Unidos en 2013 como la mano derecha de Guzmán y responsable de los envíos de toneladas de cocaína, hizo una jugada para obtener el control del cártel.

Hombres armados de López se enfrentaron a los Chapos, dijeron funcionarios y residentes locales, leales a los dos hijos de Guzmán, Iván Archibaldo Guzmán y Jesús Alfredo Guzmán.

El arresto de López y media docena de guardaespaldas en la ciudad de México logrado en mayo pasado sólo ha aumentado el ritmo de los asesinatos: su hijo, también llamado Dámaso López, ahora se ha hecho cargo de esa facción, dijeron las autoridades.

Los intentos de acceder a alguno de los López no tuvieron éxito. El padre fue acusado de un cargo de contrabando de drogas en 2011 por fiscales federales en Virginia. Estados Unidos ha pedido su extradición, dijeron funcionarios mexicanos.

Muchos de los recientes asesinatos perpetrados en Sinaloa han tenido lugar en la polvorienta ciudad de Villa Juárez, donde ambas partes han estado luchando por el control del mercado local de metanfetaminas, dijeron funcionarios. La batalla comenzó a principios de febrero cuando pistoleros rivales que viajaban en vehículos todo-terreno --incluyendo uno que tenía una ametralladora montada-- se involucraron en una balacera en un periférico a la entrada de la ciudad. Dos peatones no involucrados fueron asesinados frente a un restaurante cercano, y una mujer fue asesinada a tiros a una cuadra de distancia.

“Pensé que me estaban disparando, pero están luchando por el control de la ciudad”, dijo la cocinera del restaurante, añadiendo que ella se lanzó al suelo con su hijo pequeño cuando comenzó el tiroteo.

La ciudad parece una zona de guerra,  con un transporte blindado del ejército mexicano estacionado en su entrada. Un día reciente, la profesora de arte de la escuela media superior Idilia Ceniceros supervisaba a una docena de estudiantes que pintaban murales alegres de palomas y niños que se daban la mano en las paredes de ladrillos grises de la escuela. Ceniceros dijo que esa era su manera de contrarrestar la violencia que sus estudiantes están viviendo.

“Estamos tratando de enseñar valores, porque nos llevamos como si fuéramos perros y gatos”, dijo.

Un estudiante contó cómo uno de sus vecinos fue sacado a la fuerza de su casa y asesinado. Otro, sosteniendo una lata de pintura, dijo que su primo fue asesinado recientemente. “Estaba con la persona equivocada y lo mataron”.

Un tercer estudiante dijo que su tío estaba entre los muertos desde el tiroteo de febrero. “Era uno de ellos”, dijo, refiriéndose a las pandillas, añadiendo que no sabía cuál.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

                                                                                    

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Fecha de publicación: 26/07/2017

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