Ciudad del Este, Paraguay, 22 de sep. (Dow Jones) -- Este remoto país sudamericano, conocido desde  hace mucho tiempo por los contrabandistas y una dictadura de 35 años, se está convirtiendo en algo más: un centro manufacturero.

Paraguay ha atraído a decenas de fábricas extranjeras desde 2013, ya que las empresas predominantemente brasileñas han respondido a los nuevos incentivos y se arremolinan en esta arenosa ciudad fronteriza para fabricar de todo, desde juguetes hasta patinetas para su exportación.

Koumei, una empresa familiar brasileña de luminarias, es un ejemplo típico. Sus propietarios trasladaron la planta y alrededor de 150 empleos aquí el año pasado, diciendo que estaban hastiados de los altos impuestos y las complicadas normas laborales de Brasil.

“Es más fácil aquí”, dijo Seijii Abe, quien dirige la compañía con su padre.

La mudanza desde Brasil se presenta ahora que el mayor país Latinoamericano está tratando de estabilizar una economía que se contrajo 7.2% en los últimos tres años. Una serie de escándalos de corrupción también ha socavado a la clase política, dejando al presidente brasileño Michel Temer en una posición difícil en un momento en el que intenta mejorar la economía.

Brasil ocupó el puesto 123 de 190 en la encuesta del Banco Mundial de 2017 sobre la facilidad de hacer negocios, justo detrás de Uganda y Egipto. Las compañías dijeron que se ven afectadas por las reglas que ahogan el impulso emprendedor. Señalan las regulaciones laborales que dificultan la contratación y despido, los elevados recibos de la electricidad, un sistema legal que alienta las demandas de los empleados e impuestos de hasta 35% en bienes importados.

“Los reglamentos son absurdos”, dijo João Carlos Komuchena, propietario de Kompar, una empresa que fabrica pequeñas botellas de plástico para envasar salsa de soya y otros productos, que se mudó de Brasil a Paraguay el año pasado. “Tenemos que despertar en Brasil: hay muchos prejuicios contra las empresas”.

Paraguay, un país pobre, sin litorales, que fue gobernado hasta 1989 por el dictador Alfredo Stroessner, era conocido desde hacía mucho tiempo por la corrupción, el crimen violento y el narcotráfico, el tabaco y el contrabando de armamento, así como por sus exportaciones de productos agrícolas. El país sudamericano comenzó a tratar de atraer a los fabricantes en 2000 con una serie de incentivos que el presidente Horacio Cartes ha promovido con entusiasmo desde que asumió el cargo en 2013.

Los ofrecimientos de Paraguay a los fabricantes son: electricidad barata, reglas laborales menos onerosas, impuestos de importación de cero y una tasa impositiva de únicamente 1% sobre el valor de los productos terminados de exportación. Hasta el momento, 115 fábricas han abierto en Paraguay bajo el llamado programa maquila, 89 de ellas desde 2013, y otras 20 se preparan para iniciar operaciones, dijo el gobierno.

“Paraguay es el país menos desarrollado del Mercosur, necesitamos industrializarnos si queremos ponernos al día”, dijo Gustavo Leite, el ministro de Industria, al hablar de la unión comercial sudamericana de la que Paraguay es miembro. “Nuestra obsesión es el trabajo”.

Ciertamente, Brasil, con miles de fábricas y 65 veces el poder económico de la pequeña Paraguay, todavía empequeñece a su vecino. Pero para un pequeño país sin litorales de casi siete millones de habitantes, el cambio es significativo, no menos importante para las 13 mil personas empleadas directamente por las fábricas.

Maida Soto, de 23 años, está entre las que se benefician de tener un empleo de fábrica en una planta brasileña en Paraguay, lo que le permite continuar sus estudios de enfermería mientras obtiene suficiente salario para comprar un patin del diablo motorizado.

“Las condiciones de trabajo aquí son mejores” que en el hospital donde anteriormente trabajaba, dijo, tomando un descanso de perforar agujeros en un dispositivo de iluminación en la planta de Koumei. “Tengo más dinero y más tiempo libre”.

Las ciudades paraguayas que más se han beneficiado de la afluencia de los fabricantes extranjeros son Ciudad del Este y la cercana Hernandarias --avanzados puestos fronterizos en el poderoso río Paraná, famoso por su bulliciosa industrial  del contrabando. Ahora, las fábricas rezumban en los parques industriales y los camiones acarrean componentes terminados a lo largo de carreteras obstruidas de Brasil y otras partes en el extranjero.

Koumei, fabricante de accesorios de iluminación, se mudó a Paraguay después de que fue superada por un rival chino en una licitación para suministrar de iluminación de oficina debido a lo que dijo que eran los altos costos de Brasil. Seiji Abe, el hijo del propietario, se enteró de que una marca de costosas camisetas de fútbol se hacían a bajo precio en Ciudad del Este.

“Nunca habría pensado en Paraguay por su reputación”, dijo Abe. Pero los bajos costos “realmente nos abrieron los ojos”, dijo.

El gobierno de Brasil reconoce el flujo de inversiones manufactureras a Paraguay y está de acuerdo en que es resultado de la burocracia, los complicados trámites y los impuestos que el gobierno de Temer está tratando de reformar.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

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Fecha de publicación: 22/09/2017

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