8 de dic. (Dow Jones) -- A todos nos gusta recordar nuestros éxitos y olvidar los fracasos, y en las finanzas no es diferente. Cuando las bandejas de entrada de los inversionistas se vuelven a atestar con las perspectivas anuales de los analistas de Wall Street, hay poca aceptación de la falla casi universal de predecir lo que sucedió este año --aunque lo que los analistas pasaron por alto es mucho más interesante que sus pronósticos.

Hay dos grandes lecciones por aprender de los errores cometidos al ver la bola de cristal de fin de año. El primero es cuando todos están de acuerdo en que los precios solo pueden ir en una sola dirección, eso es peligroso. El segundo error es más matizado: realmente sabemos muchísimo menos sobre cómo funciona la economía de lo que pensamos.

El año pasado casi todo el mundo estuvo optimista sobre las perspectivas del “corretaje reflacionario” de mayores rendimientos de los bonos, los precios de las acciones y el dólar, impulsados por los crecientes salarios y los planes de reducción de impuestos de Donald Trump.

Un año después, la inflación aún no se ha materializado, la discusión sobre los impuestos está avanzando en el Congreso, y casi todos los analistas se equivocaron. Los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 años cayeron, no subieron; el dólar bajó, no subió; y el índice S&P 500 ha producido más del doble de las ganancias que incluso previeron los agoreros más optimistas de Wall Street.

Los estrategas en general se encogen de hombros y ahora están muy ocupados en sus predicciones para el 2018. Sus pronósticos hasta el momento sugieren que la recuperación de las acciones continuará y que los rendimientos de los bonos finalmente comenzarán a subir, aunque un poco menos de lo que pensaron antes.

Los cínicos verán lo que sucedió en el pasado y se preguntarán por qué entonces alguien se molesta en hacer previsiones. Las predicciones tienen un historial terrible, y han sido tristemente predecibles.

Se había pronosticado que los rendimientos de los bonos del Tesoro aumentarían cada año durante la última década, de acuerdo con las previsiones recabadas por Consensus Economics, aunque han disminuido las más de las veces. Incluso cuando subieron, las alzas se vieron solo una vez y estuvieron cerca de lo que se pronosticó, allá por 2009. Olvídese de recurrir a un tablero de dardos para planificar sus inversiones al azar; en promedio, lanzar al aire una moneda sería la mejor opción.

Lo mismo ocurre con los precios de las acciones. Solo en raras ocasiones el pronóstico promedio de los estrategas sobre el índice S&P 500 se ha acercado al resultado real. Más de la mitad de las veces desde 2000, la pérdida ha sido demasiado grande o demasiado baja en un monto mayor que 9% de ganancia anual a largo plazo del S&P.

Sin embargo, no culpe a Wall Street por equivocarse. Cuando los mercados funcionan, ya incorporan una predicción promedio, por lo que el pronóstico de los mercados implica evaluar cuándo cambiará la predicción promedio, así como también los fundamentos como la economía. Ya sabemos, ambos son bastante impredecibles.

“Es doblemente ridículo”, dijo Eric Lonergan, administrador de fondos de M&G. “No se puede predecir lo que va a suceder [con los eventos] e incluso si eres lo suficientemente afortunado como para estar en lo cierto, es no te ayuda cuando estás invirtiendo”.

Este año ha sido un ejemplo clásico. Los analistas pensaron que les iría bien a las acciones, luego que Trump redujo los impuestos y la inflación repuntó, mientras que muchos también previeron una mayor volatilidad debido a la incertidumbre política y geopolítica. Pero se equivocaron, al menos hasta ahora, sobre los impuestos y la inflación, sin embargo las acciones subieron de todos modos. Tuvieron razón sobre la incertidumbre política y geopolítica, pero no hubo la tan cacareada volatilidad.

Para los pronosticadores, la clave de lo que salió mal este año fue la falta de inflación, algo que la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, describió como un “misterio”.

A medida que avanzaba el año, los inversionistas se convencieron cada vez más de que la inflación se mantendría latente, lo que hizo caer los rendimientos de los bonos a largo plazo y el dólar, incluso cuando un crecimiento económico decente impulsó las ganancias y también los precios de las acciones.

Al igual que muchos otros, Alan Ruskin, codirector mundial de Deutsche Bank para la investigación de divisas, comenzó el año recomendando a los inversionistas que le apostaran al “el sueño americano” vía un dólar más fuerte. Él dijo que un error no fue tomar en cuenta que todos le estaban apostando a las políticas de Trump. El consenso generalizado creó un gran riesgo de estar equivocado cuando no se implementaron las políticas.

Ruskin deduce una interesante lección del fracaso de los rendimientos de los bonos que valdría mucho la pena retomar este año.

Los rendimientos se mantuvieron bajos por la pila de los cuatro billones de dólares en bonos que está en poder de la Fed, en su opinión --en otras palabras, importa más cuánto mantiene la Fed en su balance que lo que compra o vende.

Los bancos centrales han estado diciendo durante años que sus compras de bonos funcionan por el tamaño de sus tenencias, no por el flujo de éstas, pero los inversionistas han tendido a centrarse en el flujo.

No se han hecho realidad muchas de las previsiones hechas con un año de anticipación, pero aquellos que le han acertado a todas, una vez más, predicen que los rendimientos de los bonos subirán el próximo año en junto con los precios de las acciones.

Es tentador considerar ese pronóstico como un indicador contrario y apostarle a que sucederá lo opuesto. Pero si bien esa táctica habría funcionado para los bonos y el dólar este año, eso también habría significado perderse un impresionante repunte de los precios de las acciones.

Un fuerte consenso es un signo de advertencia del que vale la pena estar al pendiente. Pero el valor de las publicaciones de Wall Street de fin de año proviene del análisis que contienen, no de los precios que predicen.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

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Fecha de publicación: 08/12/2017

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