13 de dic. (Bloomberg) -- ¿Qué es lo opuesto a un milagro de crecimiento? Cualquiera que sea la definición, esta se aplica a México en la era del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Por lo general, los economistas esperan que los países pobres siempre crezcan más rápido que los ricos ya que necesitan hacerlo para dejar esa condición. También suponen que los acuerdos comerciales ayudan a eso.

Sin embargo, con base en casi todos los índices de referencia --ciertamente los que pregonaron los arquitectos del acuerdo inicial hace un cuarto de siglo-- el desempeño de la economía mexicana ha sido desalentador.

El crecimiento de 2.5% anual desde 1994 es menos de la mitad del promedio del mundo en desarrollo. Es más o menos el mismo que en Estados Unidos y Canadá. Pero incluso eso es engañoso. Debido a que la población de México crece mucho más rápido, el pastel económico tiene que dividirse cada vez más entre más y más personas.

Entonces, el mexicano promedio gana menos hoy, en comparación con sus similares estadounidenses y canadienses, que antes del TLCAN.

“La idea principal era promover la convergencia en los salarios y el nivel de vida”, dijo Gerardo Esquivel, profesor de economía del Colegio de México. “Eso no se ha logrado”.

Además, el escaso crecimiento que ha habido, dijo Esquivel, se ha dirigido principalmente a “la parte superior de la distribución”.

Para una economía emergente, la mexicana tiene un impresionante número de multimillonarios, incluido el sexto hombre más rico del mundo. Mientras, su índice de pobreza todavía está cerca de los niveles que tenía a principios de la década de los noventa --más de la mitad de la población, que abarca una clase permanente de subempleados. Para colmo, el crimen y la corrupción son rampantes.

Todo esto representa un problema para Estados Unidos, especialmente ahora que Donald J. Trump está a cargo. El desempeño económico de México significa que todavía hay un vivo incentivo para las cosas que Trump odia: el flujo de mano de obra mal pagada de mexicanos que se dirigen hacia el norte y las fábricas estadounidenses hacia el otro lado.

No es por tanto de extrañar, que el presidente de Estados Unidos, ahora que su equipo comercial busca renegociar el acuerdo comercial, esté todavía amenazando con anular el pacto por completo.

Este es un problema mucho más urgente para los mexicanos. Ellos tendrán la oportunidad de hacer algo al respecto en las elecciones presidenciales del próximo año. El candidato que va a la cabeza en las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho que marcará el comienzo de un nuevo modelo económico.

Qué papel jugaría el TLCAN en su proyecto, si todavía continúa, sigue siendo impreciso.

En los círculos políticos de México, hay poca inclinación para culpar de ello al TLCAN. Algunos señalan que, si bien la economía claramente no ha florecido, ésta por lo menos se ha blindado de las caídas que hundieron a varios vecinos latinoamericanos en las últimas dos décadas.

Otros dijeron que no se puede esperar que el pacto comercial resuelva problemas profundamente arraigados por sí mismos.

“Responsabilizar al TLCAN del crecimiento general de México es darle demasiada importancia al tratado”, dijo Agustín Carstens, el anterior gobernador del banco central, en una entrevista reciente. “Es un elemento muy importante pero México necesita abordar muchas tareas diferentes en otras áreas para hacer que la economía mexicana sea más productiva y realmente explotar todas nuestras capacidades para crecer”.

Sin embargo, existe un amplio consenso entre los economistas de que las promesas hechas por los presidentes Carlos Salinas de Gortari y Bill Clinton en los albores del TLCAN no se han hecho realidad.

La rápida expansión del comercio con la mayor economía del mundo no ha sido una panacea. Incluso, algunos dicen, ni siquiera un analgésico.

 “El error básico de México fue suponer que su integración a la economía mundial, y en particular al mercado estadounidense, sería suficiente”, dijo Dani Rodrik, profesor de economía de Harvard University. “Se ignoraron otros aspectos de la estrategia de desarrollo”.

 

 

Cuatro neumáticos'

En México, todos los analistas tiene una lista diferente de lo que ha faltado.

Rubén Ojeda, un funcionario de la Secretaría de Hacienda de México en la década de los ochenta, comienza con los fundamentos básicos de la economía. Para él, los responsable de la política económica, que resultadon quemados por una devaluación traumática durante la llamada Crisis del Tequila al final del primer año del TLCAN, mantuvieron una política monetaria demasiado estricta mucho tiempo después, al obsesionarse con la inflación (el único mandato del banco central mexicano) en vez del crecimiento.

Ojeda, ahora director de la firma de inversión View Capital Advisors en Dallas, también dijo que México no aprendió una lección clave de las economías emergentes más exitosas: las industrias necesitan ser nutridas y protegidas antes de ser expuestas a la competencia.

La industria automotriz de México, por ejemplo, obtuvo mucho apoyo gubernamental antes del TLCAN, por lo que “funcionó muy bien una vez que se liberó”, dijo. Otros sectores no disfrutaron de esa ventaja, “y esencialmente desaparecieron”.

Sin embargo, ¿qué pasó con los trabajadores de esas exitosas automotrices?

Sus estancados salarios están haciendo olas en las conversaciones de TLCAN. En la Ciudad de México, Jerry Dias, jefe del sindicato canadiense Unifor, dijo que los empleados de las plantas automotrices de Estados Unidos y Canadá pueden comprar los vehículos que producen con cinco meses de salario. “Un trabajador mexicano en cinco meses solo puede comprar cuatro llantas y un volante”, dijo. “Eso es una absoluta desgracia”.

Pero no es solo el sector laboral el que está argumentando eso, al norte y sur del río Bravo. Trump y su secretario de comercio, Wilbur Ross, también se han quejado --canalizando las frustraciones que ayudaron al presidente estadounidense a ganar electoralmente el "Cinturón del Óxido" para llegar a la Casa Blanca.

Lograr que los mexicanos obtengan un aumento salarial se ha convertido en una prioridad para su equipo comercial, y también para algunos grupos empresariales mexicanos. Uno de ellos, Coparmex, ha estado cabildeando por un salario mínimo más alto, al argumentar que demasiados trabajadores batallan por adquirir aún los bienes más básicos.

El salario mínimo aumentó ya 10% para alcanzar 88 pesos (4.74 dólares) al día, pero eso es solo la mitad del aumento solicitado por Coparmex, y mucho menos el salto mucho más grande que se necesitaría para recuperar el poder adquisitivo anterior al TLCAN y que golpearon dos crisis económicas severas --una local en 1995 y otra internacional en 2008-2009.

Para los más críticos, el bajo salario no es un accidente. Es una política, y una que ilustra una problemática más amplia: los mexicanos que apoyaron el TLCAN pensaron que toda la demanda necesaria para lograr el despegue económico provendría del exterior. Descuidaron los motores del crecimiento interno.

Esquivel los enumera: “Mayor ingreso laboral, mayor inversión de empresas privadas que no tienen acceso al crédito y mejores gastos del gobierno”.

“No tenemos ninguno de esos tres elementos”, agregó. “Es realmente sorprendente que podamos crecer incluso lo poco que crecemos”.

 

 


Fecha de publicación: 13/12/2017

Etiquetas: México economía TLCAN política gobierno EUA salarios laboral empresas