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12 de feb. (Dow Jones) -- Standard Oil y American Telephone and Telegraph (AT&T) fueron los titanes tecnológicos de su época, con una cuota de mercado de más de 80%, en sus respectivos mercados.
Los gigantes tecnológicos de la actualidad son igual de dominantes: en Estados Unidos, Google de Alphabet tiene una cuota de 89% en las búsquedas por internet; 95% de los adultos jóvenes en internet usan un producto de Facebook; y Amazon.com ahora representa 75% de las ventas de libros electrónicos.
Además, las empresas que no son monopolistas son bipolistas: Google y Facebook absorbieron 63% de los gastos publicitarios en línea el año pasado; Google y Apple proporcionan 99% de los sistemas operativos de teléfonos móviles; mientras que Apple y Microsoft suministran 95% de los sistemas operativos de escritorio.
Un número creciente de críticos cree que estos gigantes tecnológicos deben ser escindidos o regulados como lo fueron Standard Oil y AT&T. Sus supuestos pecados abarcan toda la gama, desde la difusión de noticias falsas y el fomento de la adicción, hasta la destrucción de las zonas comerciales de las ciudades pequeñas. Pero los reguladores antimonopolios tienen pruebas limitadas: ¿Su tamaño empeora las condiciones de los consumidores?
De acuerdo con esa medida, no hay un caso claro para perseguir a la gran industria tecnológica, al menos por ahora. Las empresas tecnológicas están haciendo que bajen los precios y a menudo lanzando productos y servicios nuevos mejorados cada semana.
Eso pudiera no ser cierto en el futuro: si el dominio del mercado significa menos competidores y menos innovación, los consumidores estarán peor de lo que están ahora si estas empresas hubieran sido restringidas. “El impacto en la innovación puede ser el efecto competitivo más importante” en un caso antimonopolio, dijo Fiona Scott Morton, economista de Yale University que trabajó en la división antimonopolio del Departamento de Justicia durante la presidencia de Barack Obama.
Google, que ha pasado los últimos ocho años en la mira de las autoridades antimonopolio europeas y estadounidenses, difícilmente es una referencia en los precios. La mayoría de sus productos son gratuitos para los consumidores y el precio que los anunciantes pagan a Google por pulsión (clic) ha disminuido en un tercio en los últimos tres años. La compañía sigue siendo una fuente poderosa de innovación, invirtiendo en nuevos productos, como su asistente que es activado por voz denominado Google Home.
Sin embargo, el monopolio de Google significa que algunas funciones y precios que los competidores ofrecieron nunca llegaron a los clientes. Yelp, que en 2004 comenzó a agregar información detallada y reseñas de los usuarios sobre servicios locales, como restaurantes y tiendas, afirma que Google modificó sus resultados de búsqueda para perjudicar a Yelp con la finalidad de ayudarle a su propio servicio competidor. Mientras que Yelp sobrevivió, la empresa se retiró de Europa y varios servicios similares de búsqueda locales se han desvanecido.
“El 40% de las búsquedas de Google es local”, dijo Luther Lowe, jefe de políticas públicas de la compañía. “Deberían de haber cientos de Yelps, pero no los hay. Nadie está invitando a los inversionistas a construir un servicio que dependa del descubrimiento a través de Facebook o Google para crecer, porque los capitalistas de riesgo piensan que es una pésima apuesta”.
Existen diferencias clave entre los gigantes tecnológicos actuales y los monopolios de épocas anteriores. Standard Oil y AT&T utilizaron fideicomisos, regulaciones y patentes para mantener fuera o cooptar a los competidores. Fueron respetados pero no amados. Por el contrario, Google y Facebook regalan su producto principal, mientras que Amazon socava a los minoristas tradicionales tan agresivamente que puede estar manteniendo baja la inflación.
Nadie disfruta de un monopolio sancionado por el gobierno; todos invierten prodigiosamente en nuevos productos. Alphabet vuelve a invertir 16% de sus ingresos en investigación y desarrollo; para Facebook es 21% --porcentajes mucho más altos que otras compañías. Todas se encuentran entre las marcas más queridas del público, de acuerdo con las encuestas de Morning Consult.
Sin embargo, también hay paralelos importantes. Los monopolios de antaño y de hoy se construyeron con base en tecnología patentada y redes físicas que redujeron los costos al tiempo que aseguraban su clientela, erigiendo formidables barreras de entrada a otras empresas.
Así como Standard Oil y AT&T alguna vez fueron fundamentales para la infraestructura económica de la nación, los gigantes tecnológicos actuales son los guardianes de la economía de internet.
Si las empresas están imponiendo un costo en el mercado, puede que éste no sea lo que pagan los clientes, sino los productos que nunca ven.
En sus inicios, Standard Oil fue tan venerado por su brillantez tecnológica y comercial como cualquier otra gran compañía de tecnología actual. John D. Rockefeller comenzó con una única refinería en Cleveland en 1863 y en las siguientes décadas adquirió otras refinerías más débiles. Aquellas que no vendieron, las devaluó y dejaron el negocio. En 1904, las compañías controladas por Standard Oil producían 87% de la producción de petróleo refinado, dijo Mike Scherer, un economista jubilado de Harvard que ha escrito extensamente sobre antimonopolios.
Esto no fue superficialmente malo para los consumidores. El precio del queroseno, el principal producto refinado del petróleo, disminuyó constantemente a medida que se expandió la cuota de mercado de Standard Oil, gracias a la caída de los precios del crudo y a las economías de escala de Standard Oil, el poder de negociación con los proveedores como los ferrocarriles y la innovación, como el proceso Frasch and Burton para producir queroseno a partir del petróleo con alto contenido de azufre en Ohio.
Cuando el gobierno federal demandó para escindir Standard Oil, la Suprema Corte de Justicia reconoció que la perspicacia empresarial fue importante para el éxito inicial de la compañía, pero concluyó que ésta fue finalmente suplantada por la determinación decidida de expulsar a otros del mercado.
En un artículo de 2005, Scherer descubrió que Standard Oil fue de hecho un prolífico generador de patentes en sus primeros años, pero que desaceleró una vez que alcanzó el dominio. Alrededor de 1909, la unidad Indiana de Standard inventó la “fracturación térmica” para mejorar la refinación de gasolina con el fin de satisfacer la incipiente demanda gasolinera de los automóviles, pero la oficina central de la compañía pensó que la tecnología era demasiado peligrosa y se negó a comercializarla. Después de que la unidad Indiana se escindió cuando la compañía se disolvió en 1911, ésta comercializó la tecnología con enorme éxito, escribió Scherer.
La historia de AT&T es similar. Motivió su crecimiento temprano y posición dominante del mercado gracias a la patente del teléfono de 1876 de Alexander Graham Bell. Después de que expiraron las patentes relacionadas en la década de 1890, surgieron nuevas empresas en innumerables ciudades que compitieron.
La competencia fue un poderoso estímulo para la innovación: las compañías independientes, al instalar líneas de cobre trenzado y conmutación automática, obligaron a AT&T a hacer lo mismo. Pero AT&T, al igual que los gigantes tecnológicos de la actualidad, tenía los “efectos de red” de su lado.
“Al igual que la gente se unió a Facebook porque todos los demás estaban en Facebook, la mayor ventaja competitiva que tenía AT&T era que estaba interconectada”, dijo Milton Mueller, profesor de Georgia Institute of Technology que ha estudiado la historia de la política tecnológica.
Traducido por Luis Felipe Cedillo
Editado por Michelle del Campo
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Fecha de publicación: 12/02/2018
Etiquetas: Monopolios Leyes Antimponopolios Dependencias Agencias AT&T Standard Oil Co. Facebook Google Apple