11 de abr. (Dow Jones) -- Si hay una guerra comercial entre Estados Unidos y China, no culpe de ella a Donald Trump: China la inició mucho antes de que él se convirtiera en presidente estadounidense.

Incluso los que están a favor del libre comercio y los internacionalistas están de acuerdo en que las prácticas comerciales depredadoras de China --que incluyen obligar a las empresas estadounidenses a transferir tecnología valiosa a las empresas locales y la restricción del acceso a los mercados chinos-- están socavando tanto a sus socios como al sistema de comercio.

La represión de Trump a China es arriesgada, pero tiene bases legales, políticas y económicas más firmes que muchas de sus otras quejas comerciales, por varias razones.

1) En estas industrias, un número limitado de empresas puede cosechar la mayor parte de los salarios y las ganancias (lo que los economistas llaman rentas), a expensas de otros. Los esfuerzos de China apuntan a lograr tal dominio en muchas de estas industrias para 2025.

“China está socavando o llevándose algunas de nuestras rentas, por lo que estamos relativamente peor y ellos están mejor”, dijo Douglas Irwin, economista de Dartmouth College y autor del libro ‘’Clashing over Commerce: A History of U.S. Trade Policy’ (Conflicto comercial: Una historia de la política comercial de Estados Unidos). A diferencia del caso de los aranceles de Trump sobre el acero y el aluminio, “muchos economistas mantendrían la calma en términos de atacar a Trump por sus acciones contra China”. No creo que nadie pueda defender realmente la forma en que China ha actuado en los últimos años, violando la propiedad intelectual y la transferencia forzada de tecnología”.

2. La Organización Mundial del Comercio (OMC) es insuficiente: cuando China se unió a la OMC en 2001, muchos simpatizantes pensaron que el país cumpliría las normas globales en contra de aventajar a sus propias empresas y perjudicar a otras. En lugar de eso, China hace eso de todos modos, de manera que la OMC no puede remediar fácilmente.

Rob Atkinson, presidente de Information Technology and Innovation Foundation, señala que una demanda presentada ante la OMC generalmente requiere evidencia de una compañía perjudicada. Pero muchas compañías extranjeras están reacias a quejarse sobre su tratamiento en China por temor a represalias, como ser investigadas por cuestiones antimonopolios, abuso al consumidor, fraude o espionaje, o perder ventas con compañías controladas por el estado. Sin el equilibrio de poderes o tribunales independientes, “no existe un estado de derecho que evite que los funcionarios chinos implementen políticas mercantilistas arbitrarias y caprichosas”, escribieron el Atkinson y dos coautores en una extensa crítica de China hace un año.

También es difícil obligar a China a que cumpla sus obligaciones en la OMC porque su sistema es muy opaco. Atkinson dijo que muchas medidas discriminatorias no se publican o solo se publican en chino. Cuando el gobierno central, bajo presión externa, rescinde algunas medidas discriminatorias, éstas reaparecen a nivel provincial y local, dijo.

3. Estados Unidos no están solo: los aranceles al acero y el aluminio de Trump fueron ampliamente criticados por afectar tanto a China como a sus aliados que respetan la ley.

En contraste, su ira por China es ampliamente compartida. Emmanuel Macron, el presidente de Francia, ha hecho un llamado a favor de una política unificada de la Unión Europea contra las adquisiciones corporativas de China.

“Todos los que comercian con China enfrentan este problema”, dijo Peter Navarro, el asesor comercial de Trump, a periodistas recientemente. “Parte del proceso por el que hemos pasado. . . es tener un alcance significativo con nuestros aliados que tienen ideas afines y nuestros socios comerciales”.

El viernes 23 de marzo, la Administración Trump inició un caso en la OMC quejándose de que China trata injustamente a las compañías extranjeras que otorgan licencias de su tecnología a entidades chinas y que utiliza contratos que discriminan la tecnología extranjera. Estados Unidos espera que otros países se unan al caso.

4. China no es como Japón: durante décadas, Japón, al igual que China ahora, buscó ayudar a las empresas japonesas limitando el acceso extranjero a su mercado, brindando apoyo industrial directo y forzando a las compañías occidentales a conceder licencias de sus tecnologías. Las compañías japonesas se pusieron al día en la industria automotriz, electrónica y computadoras, pero Estados Unidos tomó el liderazgo en nuevas industrias como la programación y los servicios. La economía de Japón entró en una larga depresión en 1992 y no ha salido de ella por completo. Algunos dicen que el pánico actual por China también está fuera de lugar.

Pero Japón es diferente. Es un aliado militar y, por lo tanto, es sensible a la presión de Estados Unidos sobre el comercio. China es un rival geoestratégico que busca obtener y en ocasiones roba secretos de Estados Unidos para fines civiles y militares. Donde Japón es democrático y transparente, China es autoritaria y opaca.

La escala también es diferente. Irwin señaló que en 1987, el presidente Ronald Reagan afectó importaciones japonesas por un valor de 300 millones de dólares con aranceles de 100% por no haber abierto su mercado a los semiconductores de Estados Unidos. Eso palidece junto al daño de 50 mil millones de dólares que los funcionarios de Trump dicen que infligen las prácticas comerciales de China.

“A menudo se prueban las nuevas obras de teatro y musicales en Philadelphia o Boston antes de presentarse en Broadway”, dijo Clyde Prestowitz, presidente del Economic Strategy Institute. “Bueno, Japón fue Philadelphia. Ahora, con China, estamos en Broadway”.

Japón estuvo reacio a tomar represalias porque valoró sus vínculos políticos y estratégicos con Estados Unidos. China bajo la tutela del presidente Xi Jinping se está volviendo más nacionalista y adversaria, lo que la hace más dispuesta a tomar represalias que Japón.

Esto, sin embargo, significa que el daño colateral de una guerra comercial, y por lo tanto los riesgos de la estrategia de Trump, también son mucho mayores. La amplitud de sus acciones elevará el daño potencial a los consumidores, las cadenas de suministro y los exportadores estadounidenses.

Irwin dijo que no está claro si la estrategia del Trump es la correcta. Demandar a China en la OMC podría ser una táctica menos peligrosa. Pero agregó: “Nadie dice que no deberíamos hacer nada al respecto”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo

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Fecha de publicación: 11/04/2018

Etiquetas: EUA China Guerra Comercial Aranceles OMC Exportaciones Bienes