7 de jun. (Dow Jones) -- En 2006, Andrés Manuel López Obrador perdió su primera contienda presidencial por un la mínima diferencia. Se negó a aceptar la derrota, y en una ceremonia surrealista se impuso la banda presidencial y se declaró como el legítimo presidente de México. Previamente, en un candente discurso realizado en el histórico zócalo de la capital, denostó a las instituciones de gobierno del país.

 “Aunque a mis opositores pudiera no gustarles, al diablo con sus instituciones”, gritó el canoso político mientras la multitud lo vitoreaba desaforada.

Ahora, el nacionalista izquierdista de 64 años se encuentra a semanas de una elección presidencial y en la que participa por tercera vez. Las encuestas indican que es el favorito y sugieren una posible victoria rotunda.

Dicho prospecto ha dividido al país, atemorizando a muchos de los principales hombres de negocios de México y electrizando a muchos mexicanos promedio que están hartos de la política habitual de corrupción desenfrenada, crecimiento lento y violencia que se ha disparado hasta niveles inconcebibles.

Si López Obrador es jurado como presidente, esta vez de verdad, no está del todo claro qué personalidad llegará a ocupar el cargo político más importante de México.

Muchos temen que sea el ferviente activista social con una vena autoritaria que ve el país dividido en dos bandos: uno, que él llama “la mafia en el poder”, y otro conformado por la “gente buena y honesta” de México.

Otros esperan que llegue el López Obrador quien como jefe de gobierno del entonces Distrito Federal resultó ser un administrador pragmático uniéndose al magnate de las telecomunicaciones, Carlos Slim, para restaurar los vecindarios céntricos en ruinas de la capital.

López Obrador y un asistente no respondieron a múltiples solicitudes para que concedieran una entrevista.

Lo que está en juego es casi casi tan importante para Estados Unidos como para México. En el último cuarto de siglo, México ha pasado de ser un vecino distante y taciturno con crisis económicas periódicas a ser un aliado político cercano y socio económico clave.

La relación ha perdurado incluso durante los recientes desacuerdos sobre inmigración y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) provocados ​​por la postura combativa y en ocasiones inflexible de la administración del presidente Donald J. Trump.

Todo eso puede cambiar si López Obrador se convierte en presidente.

“López Obrador se enfocará primero en México”, dijo Andrew Selee, presidente de Migration Policy Institute, con sede en Washington, y autor de Vanishing Frontiers, un libro sobre la relación México-Estados Unidos. “A diferencia de los gobiernos mexicanos recientes, que veían a Estados Unidos como una gran fuerza en el futuro económico de México, él no considera que Estados Unidos tenga papel importante para la economía de México en los próximos años”.

En su campaña, López Obrador ha dicho que tratará al presidente Donald Trump con “cautela y respeto”.

Los dos comparten más que unos cuantos rasgos: ambos son mercadólogos altamente dotados y nacionalistas económicos con el instinto para dar al traste con las convenciones políticas.

López Obrador ha encontrado acuerdos con el presidente de los Estados Unidos, al indicar que un nuevo TLCAN debería aumentar los salarios de los trabajadores mexicanos.

López Obrador también prometió responder en especie si Trump persiste en menospreciar a México, e incluso se comprometió a entablar una guerra en Twitter con el presidente de Estados Unidos. En sus comentarios más fuertes sobre Trump durante un discurso del año pasado en Los Ángeles, López Obrador dijo que la retórica antiinmigrante de Trump era racista, xenófoba y neofascista.

Un alto funcionario de la administración dijo que la Casa Blanca no haría ningún comentario sobre los candidatos presidenciales de México.

“Esperamos tener una relación cordial y productiva con quien el pueblo mexicano elija como su próximo presidente, y seguiremos buscando formas de fortalecer nuestra relación con México, uno de nuestros socios más importantes”, dijo el funcionario.

Las encuestas muestran a López Obrador con una ventaja promedio de 20 puntos porcentuales sobre Ricardo Anaya, ex presidente del Partido de Acción Nacional (PAN) de centro-derecha.

Algunos analistas dijeron que Anaya, de 39 años, todavía tiene posibilidades de victoria si gana el respaldo de los votantes moderados a quienes a atemorizado López Obrador.

Ubicado en un distante tercero lugar está José Antonio Meade, el ex secretario de Hacienda y quien es el candidato del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI).

La votación del 1 de julio podría ser la última mejor oportunidad de López Obrador para ganar la presidencia después de sufrir sendas derrotas en 2006 y 2012.

Su mensaje anticorrupción, el corazón de su campaña, es más popular que nunca porque el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ha estado plagado de escándalos de corrupción.

Media docena de gobernadores estatales del PRI están acusados ​​de malversar cientos de millones de dólares, y algunos han sido procesados y encarcelados. La violencia criminal está fuera de control y la pobreza persistente ha aumentado el deseo de cambio.

Pero lo que es peor, la violencia criminal está fuera de control y la pobreza persistente ha aumentado el deseo de cambio.

“El contexto no podría ser mejor para él. Mientras mayor es el malestar público, mejor para López Obrador “, dijo el analista y columnista político Jesús Silva-Herzog Márquez.

Durante sus más de 40 años en la vida pública, López Obrador se ha convertido en el político más famoso del país. Ha hecho una campaña implacable durante los últimos 15 años, una odisea que lo ha llevado a todos los dos mil 457 municipios de México.

Antes de su búsqueda por la presidencia, López Obrador hizo de la movilización de masas y la confrontación su marca registrada. En la década de 1990, condujo a miles de seguidores en tres caravanas de protesta, en cada una caminando cientos de millas desde la costa de Tabasco, el exuberante y petrolero estado de su nacimiento, hasta la Ciudad de México.

En 2006, protestando por lo que dijo fue una elección fraudulenta, envió miles de partidarios para ocupar Paseo de la Reforma, el elegante bulevar arbolado de Ciudad de México. Ahí sus seguidores izaron cientos de tiendas de campaña, bloqueando la arteria principal de la ciudad durante dos meses.

Ahora, él promete una "cuarta transformación" para México, que, según él, terminará con la "larga y oscura noche del neoliberalismo", una referencia a las décadas desde que México privatizó la mayoría de las compañías estatales. Él ve su llegada al poder como la culminación de la épica historia de lucha de México contra las elites poderosas que han mantenido a decenas de millones de personas sumidas en la miseria.

"Vivimos en una república falsa", suele decir en los mítines en todo el país.

López Obrador se compromete a "erradicar" la corrupción endémica de México, utilizando el dinero ahorrado de esas actividades para financiar importantes  programa de obras públicas, así como pensiones para ancianos y salarios mensuales para un programa de aprendizaje en todo el país para dos millones de jóvenes desempleados.

Su gobierno, dice, estará marcado por la austeridad. Planea mudarse de la mansión presidencial, Los Pinos, y alquilar una casa. Él ha dicho que no tiene una tarjeta de crédito o cuenta de cheques.

A pesar de esta aparente austeridad personal, muchos temen que López Obrador quiera devolver a México a la economía dirigida por el Estado y que dirigió el PRI durante buena parte del siglo XX, cuando el gobierno dio a poderosos grupos de interés al control de sectores clave de la economía.

El tabasqueño se ha comprometido, por ejemplo, a cancelar la reciente revisión de la educación en México, que sometió al poderoso sindicato docente al eliminar el manejo de los recursos para la contratación y pago de los maestros, y al imponer exámenes para ocupar los puestos con base en el mérito y no por la venta o la obtención vía herencia de plazas.

Los inversionistas extranjeros están nerviosos con los planes de López Obrador de poner a evaluación la apertura a la inversión privada en la industria petrolera del país aprobada hace cuatro años y que se espera traiga 150 mil millones de dólares al sector.

También preocupan sus amenazas de cancelar el multimillonario nuevo aeropuerto de Ciudad de México, actualmente en construcción, aunque recientemente esa disputa parece haberse resuelto a favor de entregar la obra en concesión a inversionistas privados.

Pero esas propuestas recuerdan a muchos mexicanos al presidente Luis Echeverría, quien gobernó México en los años setenta. Echeverría combinó políticas de sustitución de importaciones, un fuerte aumento del gasto público y una retórica socialista. La historia de ese presidente terminó mal: la inflación se disparó y el gobierno devaluó el peso por primera vez en 22 años.

En lo que algunos ven como un eco de las tácticas populistas del difunto gobernante venezolano Hugo Chávez, López Obrador dice que planea que los mexicanos voten sobre políticas clave mediante referendos populares, incluido un voto en las elecciones de mitad de período sobre renovar o no su gobierno.

También quiere una nueva "constitución moral" junto con la Constitución actual de México, que redactarán "filósofos, antropólogos, psicólogos, especialistas, escritores, poetas, activistas, indígenas y líderes de diferentes religiones".

El político de Tabasco se ha expresado a menudo en términos religiosos, pronunciando discursos con metáforas bíblicas. Llamó en dos ocasiones a sus marchas de 1990 un "Éxodo" y nombró a su hijo más joven, Jesús Ernesto, por el salvador cristiano y el revolucionario argentino Ernesto "Che" Guevara.

"Es una inmensa alegría formar parte de este movimiento para construir, aquí en la tierra, el reino de la justicia y la hermandad", dijo López Obrador en un discurso de 2016. Su propio partido Movimiento de Regeneración Nacional, cuyo acrónimo, Morena, es una referencia a la patrona nacional de piel oscura de México, la Virgen de Guadalupe.

El ex alcalde de Ciudad de México a menudo ve persecución en su contra, y no se niega a nombrar públicamente a supuestos conspiradores. En mayo, acusó, sin proporcionar ninguna evidencia, a varios de los principales hombres de negocios de México de conspirar para manipular las elecciones.

"Nos preocupa que pueda albergar instintos autoritarios", dijo Alejandro Ramírez, presidente de la cadena de cines más grande de México y uno de los empresarios acusados ​​por López Obrador. "Mucha gente teme decir algo por posibles represalias".

El político también dijo que tiene poca confianza en los incipientes grupos de defensa sin fines de lucro de México, quienes a menudo lideran la lucha contra la corrupción gubernamental y la falta de transparencia.

El historiador mexicano Enrique Krauze, quien en un ensayo una vez llamó López Obrador "El Mesías Tropical", dijo en una entrevista: "No sé si el Congreso, la Suprema Corte y las instituciones independientes de México como el banco central y los medios pueden resistir su poder personal".

El nacionalista mexicano reconoce que tiene una personalidad fuerte que a menudo trabaja en su contra. "El desafío [para los políticos de Tabasco] siempre ha sido reconciliar la razón y la pasión", escribió en su libro de 1995 Entre la historia y la esperanza.

López Obrador nación en Macuspana, una ciudad de unas 50,000 personas rodeada de pantanos, ríos y grandes ranchos de ganado.

El mayor de siete hermanos, solía jugar en la tercera base y el jardín central en juegos de béisbol improvisados. Su ídolo de la infancia fue el lanzador de los Dodgers Sandy Koufax, dijo Félix Ramos, ex compañero de equipo. Los lugareños lo recuerdan como callado y tímido. Católico dedicado, fue monaguillo en Macuspana, donde asistió a la escuela secundaria.

La juventud bucólica de López Obrador se vio empañada por la muerte de uno de sus hermanos, José Ramón, quien murió en un aparente accidente de armas en los brazos del futuro político en la tienda de sus padres.

"Empezó a jugar con el arma de su padre y se disparó", dijo Soledad López, una amiga de la infancia.

Como estudiante universitario en la Universidad Nacional Autónoma de México, López Obrador era bueno en historia y filosofía política, pero tuvo que retomar estadísticas y matemáticas, de acuerdo con una copia de sus calificaciones. Le tomó 14 años graduarse, obteniendo un promedio de 7.7 de 10 (seis es una calificación aprobatoria).

Ha escrito 16 libros, muchos sobre la historia del país. Su tesis, sobre los difíciles primeros años de México como república, analiza las cinco intervenciones extranjeras que el país sufrió durante el período, dos de ellas involucrando a Estados Unidos.

Como joven político del PRI, vivió cinco años entre los indios Chontal, padeciendo difíciles condiciones en una zona pantanosa, y promoviendo proyectos de desarrollo económico.

Cuarenta años después, la gente de la zona todavía recuerda su trabajo. "Fue el primero en ayudarnos", dijo José Reyes, un líder de la comunidad.

López Obrador fue nombrado jefe del PRI en el estado de Tabasco en 1983. Pero pronto se enfrentó a una rebelión de los alcaldes que rechazó sus intentos de obtener la supervisión de sus gastos. El gobernador lo removió. Desilusionándose cada vez más con el PRI, abandonó el partido en 1988 y se unió a un movimiento separatista de izquierda encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del ex presidente Lázaro Cárdenas, uno de los héroes de López Obrador por haber expropiado la industria petrolera en 1938.

Después de sus marchas a la ciudad de México para protestar por el fraude en dos elecciones gubernatoriales perdidas que lo convirtieron en una figura nacional, López Obrador regresó a la capital y ganó las elecciones a la alcaldía de la capital en 2000.

En Ciudad de México, López Obrador construyó una reputación como un alcalde eficaz, con un horario de trabajo severo. Celebraba una conferencia de prensa diaria a las 6:15 a.m., incluidos los fines de semana, donde a menudo podía establecer la agenda nacional de México para ese día.

Cerca de su casa, construyó el segundo pido de parte del anillo Periférico y proporcionó pensiones para los ancianos de la ciudad, para madres solteras y para discapacitados.

Llamó al ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, para ayudar a diseñar un plan anticrimen. También redujo la burocracia de la ciudad y recortó costos al centralizar las compras y poner fin a contratos lucrativos, dijeron sus antiguos asesores.

Los ahorros ayudaron a financiar un mayor gasto sin acumular deuda, un plan que López Obrador dice que quiere lanzar a nivel nacional.

"López Obrador será la misma persona pragmática que vimos como alcalde", dijo Olga Sánchez, una ex ministra de la Suprema Corte, quien está programada  para ser la secretaria de Gobernación si gana.

Ella también minimiza las críticas a sus instintos autoritarios. "Era muy respetuoso con el poder judicial", dijo.

También vivió momentos difíciles. En 2004, René Bejarano, el ex secretario personal de López Obrador, fue capturado en video y aceptó fajos de billetes de un empresario. Después de ocho meses en la cárcel, finalmente fue absuelto de cargos de corrupción.

El mismo año, el jefe de finanzas de la ciudad fue filmado haciendo grandes apuestas en un casino en Las Vegas, Nevada. Fue despedido y enviado a prisión. Él negó haber hecho algo malo.

"El historial anticorrupción de López Obrador dista mucho de ser satisfactorio", dijo María Amparo Casar, copresidenta de Mexicanos contra la Corrupción e Impunidad, una organización sin fines de lucro que exige que el gobierno rinda cuentas. "Cree que la corrupción desaparecerá solo por el hecho de que es presidente. Está equivocado".

López Obrador reconoce que esta elección será su último aliento. "Para mí, es para el Palacio Nacional o para La Chingada", dijo en broma, en referencia a una casa de campo que posee en el sur de México.

La Chingada son palabras profanas que implican llegar o estar en un lugar terrible. De hecho, La Chingada de López Obrador es idílica, llena de bosques de bambú, palmeras y árboles de mango donde él va a descansar, escribir y plantar más árboles.

Sus seguidores están seguros de que es tiempo de que López Obrador gane la elección y comience con él una nueva era en la historia de México.

"Esto es algo que todo el mundo necesita en algún momento, un momento en el que se acercan a la utopía", dijo Lorenzo Meyer, historiador de izquierda y partidario desde hace mucho tiempo de López Obrador. Consultado si las utopías no se convierten en distopías, respondió: "No todas".

 


Fecha de publicación: 07/06/2018

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