Cima Yoky, Colombia, 2 de ago. (Dow Jones) -- En una base protegida con sacos de arena, ubicada en la cima de una colina, el francotirador de la policía José Díaz veía hacia la densa jungla mientras un compañero de comando revisaba las trampas que protegían la fortaleza. Un operador de radio escuchó a los narcos con los que estaban luchando.

“Siempre están buscando el momento adecuado para atacar nuestra base”, dijo Héctor Ocampo, comandante del destacamento colombiano en un corredor de tráfico de cocaína que está cerca de Panamá.

Sus adversarios no eran los rebeldes de las FARC con los que las fuerzas de seguridad habían luchado durante mucho tiempo, sino una banda de narcotraficantes de cocaína conocida como el Clan del Golfo. En el año transcurrido desde que se desarmó la poderosa guerrilla marxistas, las bandas de narcotraficantes como ésta se han enfrentado entre sí y con el estado por el control del creciente comercio de cocaína en las remotas regiones donde alguna vez gobernaron los guerrilleros.

Mientras las pandillas pelean por el botín, los homicidios en las regiones dedicadas al cultivo de drogas aumentaron 45% en los primeros cuatro meses de este año, señaló en un informe reciente el grupo político Ideas para la Paz con sede en Bogotá. Particularmente alarmante para muchos colombianos han sido los asesinatos de 181 líderes comunitarios en estas regiones desde enero de 2016, muchos de los cuales se habían opuesto abiertamente al narcotráfico, de acuerdo con datos de la oficina del Fiscal General publicados el 9 de julio.

“Había orden social con las FARC, y luego rompes ese orden”, dijo María Victoria Llorente, directora de Ideas para la Paz. “El estado no puede imponer un nuevo orden”.

El acuerdo con las FARC, luego de un proceso de paz de cuatro años, condujo al desarme de miles de rebeldes y al desmantelamiento de sus unidades en regiones donde los campesinos cultivan hoja coca, la que se usa para elaborar la cocaína.

Cuatro grupos principales de narcotráfico han crecido en importancia y alcance durante las negociaciones, incluido el Clan. Las pandillas trabajan con docenas de grupos más pequeños que operan laboratorios de procesamiento de cocaína, transportan drogas y proporcionan protección, dijeron analistas de la delincuencia organizada en entrevistas.

“Surgieron nuevos jefes de estos territorios”, dijo Bo Mathiasen, jefe de la Oficina de Drogas y Crimen en Colombia.

El grupo más poderoso en los últimos años ha sido el Clan del Golfo, dijeron estos analistas. Fundado por una familia cuyos miembros que alguna vez pertenecieron a los escuadrones de la muerte que deambulaban por esta región bananera, el Clan tiene unidades en varias regiones y cientos de hombres, muchos de ellos armados con rifles de asalto y minas terrestres. Su red de tráfico de cocaína comienza con filas de mulas en los pantanos y termina en los grandes mercados como Nueva York y Madrid.

Pero el Clan se ha visto debilitado por la ofensiva estatal lanzada en 2015. Con operaciones mucho más grandes que cualquier otra montada contra el ex capo del cartel Pablo Escobar, las fuerzas de seguridad han desplegado helicópteros Black Hawk, soldados de la época vietnamita y policías y efectivos especialmente entrenados, más de mil en total en cierto momento, dijo Jorge Vargas, comandante de la dirección de investigaciones policiales que conduce la investigación sobre el grupo.

Al igual que las guerrillas, el Clan se basa en ataques repentinos que son fugaces, utilizando tiradores diestros para eliminar policías. Su líder, Dairo Antonio Úsuga, más conocido como “Otoniel”, se ha mantenido un paso adelante del estado escondiéndose en la jungla.

Para los oficiales asignados a rastrear al Clan, el trabajo tiene un costo. Aunque están fuertemente armados, están muy conscientes de los peligros inherentes. Cerca de 30 efectivos de la policía han sido asesinados.

“Te sientes nervioso”, dijo el soldado Mauricio Espitia, quien ha pasado semanas a la vez en la pequeña base de la Cima Yoky. “Es preocupante, porque esta es mi vida. Mi esposa me está esperando”.

La ofensiva contra el Clan ha erosionado su alcance, tanto que se aprobó una nueva ley para facilitar la rendición colectiva de los combatientes de la pandilla a cambio de indulgencia en su sentencia.

“Ahora están a punto de entregarse al sistema judicial”, dijo el general Jorge Humberto Nieto, jefe de la Policía Nacional, explicando cómo los ataques de las fuerzas de seguridad, mes tras mes, han desesperado a los líderes del Clan.

En total, el Clan ha perdido más de dos mil hombres, la mayoría de ellos capturados, y las autoridades han recuperado más de 200 millones de dólares para ayudar a reducir el efectivo que el grupo necesita para pagar salarios y suministros de sus combatientes.

“La paga no les está llegando” , dijo un alto analista de la policía. “Sin dinero, empiezan a desertar, a informar sobre los demás”.

De hecho, un ex miembro del Clan que solo quiso dar su primer nombre, Jonathan, describió como caminaba entre maleza, temeroso de ser atacado por la policía pero también por sus comandantes, de quienes pensó que podrían matarlo por su paranoia sobre los informantes. No le habían pagado en tres meses cuando finalmente escapó y se rindió.

“Estuve esperando mucho tiempo para tener la oportunidad de escapar”, dijo Jonathan, mientras hablaba en una pequeña oficina con oficiales de inteligencia de la policía a su alrededor.

La policía dijo que más de una docena de sus efectivos han sido asesinados. El año pasado, un compañero que disparó desde una canoa después de que él y su equipo caminaron durante días en la jungla mataron al número dos del Clan, Roberto “El Halcón” Vargas. Los líderes restantes, dijo la policía, se han dividido en bandas cada vez más pequeñas en las profundidades de la jungla.

“Tuvieron que abandonar su zona de confort”, dijo el coronel Arnulfo Novoa, que dirige la principal base policial de la región, en Necocli. “Pensaron que estaríamos aquí dos meses. No imaginaban que estaríamos aquí por tanto tiempo”.

Aun así, la policía y los expertos en el submundo de la droga de aquí dijeron que el desmantelamiento del Clan --o de cualquier otro grupo-- significará la aparición de vástagos, un fenómeno que preocupa a los encargados de aplicar la ley desde aquí hasta México. Adam Isacson, del grupo de políticas de la Oficina de Washington para América Latina, dijo que los grupos de narcotraficantes invariablemente aparecen para reemplazar a los que desaparecen, pero rara vez llegan a tener un alcance nacional o internacional.

“Serán regionales”, dijo Isacson. “Pero es un problema tan grande como antes. Si sumas todos los grupos regionales, todavía tienes mano de obra tan grande como las FARC”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 02/08/2018

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