15 de ago. (Dow Jones) -- Kim Nilsson estaba furioso. Era 2014, y el ingeniero de sistemas descubrió que alguien había desactivado el acceso a sus bitcoins. Al parecer, se había cometido un crimen que la policía parecía incapaz de comprender y mucho menos de resolver.

Las monedas desaparecieron de una bolsa fallida de bitcoins llamada Mt. Gox, y cientos de inversionistas se encontraron desmoralizados, si no es que en quiebra. Aparentemente, más de 400 millones de dólares se habían esfumado en el ciberespacio.

A diferencia de muchas víctimas, Nilsson resolvió defenderse, y se asoció con un abogado y otro socio que también perdieron bitcoins para rastrear a los culpables.

Lo que siguió fue una jornada de tres años en las entrañas de internet que terminó el verano pasado en una playa griega. Ahí, a la sombra de un monasterio de mil años de antigüedad, agentes del FBI arrestaron a un ruso y lo acusaron de lavado de bitcoins por valor de unos cuatro mil millones de dólares, a las tasas de cambio recientes, uno de los mayores crímenes que serán referidos en la breve historia de las criptomonedas.

La odisea bitcoin de Nilsson, de ser un adherente optimista hasta convertirse en un detective informático experimentado, encapsula el desordenado proceso de maduración de las criptomonedas ya que su valor y uso se han disparado en los últimos años. El descubrimiento que hizo de un aparente esquema de robo y lavado de dinero por miles de millones de dólares en el mismo centro del mundo de bitcoin muestra cuán peligroso puede ser para los inversionistas esa selva digital, que en gran parte está sin vigilancia.

Su trabajo --lo que él llama “arqueología blockchain”-- se ha convertido en una industria, con una gran cantidad de firmas de investigación privadas de criptomonedas que ahora rastrean los flujos de dinero y detectan posibles crímenes a nombre de grandes bancos, bolsas y dependencias de la ley por igual.

Agencias gubernamentales de Estados Unidos --incluyendo la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Servicio de Ingresos Internos (IRS)-- tienen sus propios investigadores especializados en criptomonedas.

En los últimos nueve años desde que bitcoin hizo su debut, se han robado criptomonedass con valor de más de 15 mil millones de dólares a precios máximos, gran parte de esto en hackeos como los que precipitaron el colapso de Mt. Gox. Total que no incluye los robos que no se han hecho públicos, ni las criptomoneda utilizada en otras actividades ilícitas, como la compra de tarjetas de crédito robadas o el pago a hackers.

Las estafas representan tan solo una de las amenazas que enfrenta Bitcoin, que ha electrificado al mundo financiero con su promesa de un sistema de pago anónimo y descentralizado, destinado a hacer que los bancos se vuelvan obsoletos.

El anonimato se está evaporando a medida que las personas realizan transacciones en grandes y centralizadas bolsas que recopilan datos detallados de los usuarios --y se los proporcionan a investigadores del gobierno. Los especuladores han impulsado enormes fluctuaciones de precios que hacen que bitcoin sea inviable como moneda y peligrosa como inversión.

Luego está el crimen: con poca supervisión del gobierno y sin forma de revertir las transacciones con bitcoin, los ladrones han desarrollado formas creativas no solo de penetrar las bolsas, sino también de usar bitcoin para facilitar todo tipo de crímenes. Los ladrones de tarjetas de crédito cambian las tarjetas robadas por bitcoins. Los hackers --incluidos algunos de Corea del Norte-- han tomado datos como rehenes para obtener recompensas que se pagan en bitcoins, dijeron investigadores de ciberseguridad. Los reguladores ahora quieren someter a bitcoin a muchas de las mismas reglas que siguen las inversiones tradicionales.

Para los verdaderos creyentes como Nilsson, un sueco de 36 años que vive y trabaja en un atestado edificio de Tokio, ha sido una desilusión.

Nilsson y otros en la entusiasta comunidad de monedas digitales de Japón se apiñaron en bitcoin en un momento de optimismo posterior a la crisis financiera. Fundado por un enigmático codificador (o codificadores) llamado Satoshi Nakamoto, bitcoin existe solo en línea como una cadena de código en un libro mayor digital, llamado blockchain, ajeno al sistema financiero convencional.

El libro se mantiene en miles de computadoras dispersas por todo el mundo. Las transacciones en él son públicamente visibles, pero las personas detrás de ellas no lo son. El acuerdo asegura que una persona no puede usar el mismo bitcoin para pagar un bien o servicio más de una vez. Mientras que los bitcoins se pueden ver moviéndose entre “direcciones” identificadas por cadenas de letras y números, los nombres de los propietarios de carteras permanecen fuera de la vista.

En teoría, el proceso está descentralizado, y cada propietario es responsable de realizar el seguimiento de su contraseña. No es necesario que un intermediario de confianza, como un banco o una empresa de tarjetas de crédito, asegure la validez de los intercambios; blockchain hace todo eso.

En la práctica, muchas transacciones de bitcoin se realizan a través de bolsas, en lugar de personas que usan directamente blockchain. Muchas bolsas, que en gran parte no están reguladas, funcionan de manera muy parecida a las instituciones financieras tradicionales, conectan a compradores con vendedores y mantienen su moneda en cuentas en línea. Dichas cuentas --y la información de los usuarios que recaban las bolsas-- pueden ser susceptibles de ser pirateadas (hackeadas).

Mt. Gox, con sede en Tokio, fue una de las primeras y más grandes bolsas de ese tipo. Proporcionó una plataforma para comprar y vender bitcoins, así como un servicio para mantener las carteras digitales protegidas mediante contraseña de los usuarios, donde se almacenan bitcoins. En 2012, Nilsson compró su primer bitcoin a un amigo. Un año después comenzó a comprar la criptomoneda a Mt. Gox, acumulando una pequeña fortuna.

En ese momento, los compradores no sabían que Mt. Gox estaba a punto de tener problemas. Hackers obtuvieron acceso a claves privadas en 2011 y comenzaron a robar bitcoins de carteras en línea --cerca de 630 mil en cuatro años.

El propietario de Mt. Gox, Mark Karpelès, un expatriado francés que residía en Tokio, intentó ocultar los robos hasta principios de 2014. En consecuencia, Mt. Gox canceló los retiros y se declaró en bancarrota.

La debacle, la más grande en la corta historia de bitcoin, dejó cientos de víctimas.

Con únicamente su PC que había armado para jugar videojuegos a partir de partes ordenadas en línea, Nilsson no tenía el poder de cómputo para analizar eficientemente el blockchaine de bitcoin. Los estudios podían consumir toda una noche.

En su lugar, Nilsson desarrolló un programa para indexar blockchain, lo que le permitió buscar rápidamente las entradas, salidas y direcciones de cada transacción.

Aunque comenzaron a surgir patrones, estos fueron difíciles de descifrar porque blockchain no identifica quién realiza cada transacción y no hay una guía telefónica en línea que vincule las direcciones de blockchain con personas reales.

Un hecho fortuito le permitió seguir su investigación. Partes de la base de datos de Mt. Gox se filtraron, algunas de estas a internet y otras a periodistas. Nilsson obtuvo los registros filtrados --registros privados de transacciones, retiros, depósitos y saldos de usuarios.

En mayo de 2014, otro programador publicó un análisis de esa información filtrada. Descubrió que ciertas cuentas estaban comprando bitcoin de una manera que parecía automatizada --y configurada para apuntalar el precio de los activos de Mt. Gox.

Siguiendo las huellas del informe, Nilsson se dio cuenta de que podía usar la base de datos para calcular la cantidad de bitcoin que perdió Mt. Gox al ubicar cada cartera de bitcoin asociada con la bolsa, y luego rastreó sus transacciones.

La investigación estaba dominando su vida. Laborando aún en su trabajo de tiempo completo, sus noches se convirtieron en sesiones propulsadas con Coca Zero ante tres pantallas brillantes, una con líneas de código, otra con una hoja de cálculo para registrar información clave y una tercera para escribir notas narrativas.

Después de meses de trabajo, Nilsson tenía casi dos millones de direcciones asociadas con Mt. Gox --pero no tenía idea de quién usaba cada dirección, o con qué propósito. Necesitaba ayuda interna.

Para entonces, la policía japonesa estaba investigando Mt. Gox. Su jefe, Karpelès, trabajaba en sigilo. Kelman, otro inversionista con pérdidas bitcoin, había contactado un canal de bitcoin en el programa de mensajería Internet Relay Chat (IRC) que sabía que Karpelès frecuentaba. “Ingresé a IRC un día y empecé a acusar a Mark de malversar dinero”, dijo Kelman.

Deseoso de limpiar su nombre, Karpelès acordó reunirse con Nilsson y Kelman. Quien confirmó la información de la cuenta compilada por Nilsson y lo ayudó a desarrollar una lista completa de direcciones de Mt. Gox.

Ambos inversionistas dijeron que también les dijo algo que no se haría público sino hasta mucho tiempo después: el corretaje sospechoso de Mt. Gox fue obra de un programa desarrollado por Karpelès para ocultar los robos perpetrados por desconocidos.

Karpelès declinó hacer comentarios, pero previamente negó haber malversado fondos de Mt. Gox.

Nilsson revisó los miles de carteras restantes y determinó que, mientras que Mt. Gox debería haber tenido alrededor de 900 mil bitcoins, en su lugar tenía menos de 200 mil. Además, vio que las monedas desaparecieron desde principios de 2011. “A sabiendas o no”, escribió en un diario electrónico de 2015, “Mt. Gox era técnicamente insolvente desde al menos 2012”.

Poco después, recibió un mensaje inesperado. Gary Alford, un agente del Servicio de Ingresos Internos (IRS) de Estados Unidos, era conocido en los círculos criptográficos como el investigador que identificó al propietario de Silk Road, un mercado en línea donde se podían comprar drogas y armas con bitcoin. Ese fue uno de los mayores enjuiciamientos relacionados con bitcoin, y Alford rastreo al bitcoin conectado a la investigación de Silk Route hasta algunos de los mismos lugares donde Nilsson estaba buscando su criptomoneda perdida.

Fue un momento incómodo. Nilsson se involucró con bitcoin en parte para alejarse de los reguladores. “Obviamente, en el tipo de círculos en los que me muevo hay un estigma sobre el IRS”, dijo. “Y el cobrador de impuestos no es la entidad más apreciada”.

Pero Kelman y Nilsson pensaron que el gobierno de Esatados Unidos, con su amplio alcance, financiamiento y tecnología superiores, podría ayudarles.

En su lugar, “fue como una calle de un solo sentido”, dijo Kelman. “Les dimos todo”. Alford no ofreció nada más que la seguridad de que “ustedes están en el camino correcto”, dijo Kelman.

Por su parte, los agentes del IRS rastrearon las transacciones de blockchain y requirieron legalmente esos registros bancarios. Determinaron que entre 2013 y 2015, una cuenta vinculada a BTC-E, una bolsa de cifrado, y un ciudadano ruso llamado Vinnik estuvieron involucrados en grandes transferencias de efectivo a bancos de Chipre y Letonia, jurisdicciones que los lavadores de dinero usan como medio para acceder a los principales bancos del continente.

A finales de 2016, los fiscales con ayuda de Nilsson tuvieron pruebas suficientes para acusar a Vinnik.

Debido a que Rusia generalmente no deporta a los presuntos ciberdelincuentes, los agentes estadounidenses buscaron la forma de arrestarlo en otro lugar. En enero de 2017 presentaron una acusación federal sellada en la que acusaban a Vinnik y a otros cómplices anónimos de blanquear alrededor de cuatro mil millones de dólares a través de BTC-E.

Cuando Vinnik tomó unas vacaciones en Grecia, el FBI y la policía local ya estaban preparados para actuar.

El 25 de julio, oficiales encubiertos con ropa informal rodearon a Vinnik en una playa y lo arrestaron. Se apoderaron de dos computadoras portátiles, dos tabletas, cinco teléfonos celulares y un enrutador --una posible prueba para entender BTC-E, de acuerdo con un funcionario griego encargado de hacer cumplir la ley, citando documentos judiciales.

El futuro de Vinnik no está claro. Estados Unidos están tratando de extraditarlo, pero Rusia se opuso, diciendo que quiere que regrese a Moscú para enfrentar un caso de fraude de nueve mil 500 euros.

Nilsson estuvo feliz por el arresto, pero sigue frustrado. Él siente que encontró al culpable, pero desafortunadamente su dinero aún está atrapado en el juicio de bancarrota de Mt. Gox.

Él esperaba que bitcoin le permitiera evitar gobiernos, instituciones financieras y ladrones. Por lo contrario, él y su puñado de bitcoins están envueltos con los tres. “Es una historia triste y sórdida que parece no tener fin”, dijo.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 15/08/2018

Etiquetas: Bitcoin Fraude Legislación Reguladores Mt. Gox Mark Karpelès Nilsson FBI IRS CIA Juicio Bancarrota Hackeo Pérdidas