14 de sep. (Bloomberg) -- El ingeniero en sistemas Carlos Pérez Gutiérrez se encontraba en la envidiable posición de poder elegir entre varias ofertas de trabajo. La compañía de transporte privado Lyft lo quería para su moderna oficina de San Francisco. Booking.com se ofreció a cubrir sus gastos de mudanza a Ámsterdam, incluidos los costos de cuarentena de su perro.

En su lugar, el joven de 30 años viajó mucho más lejos de su México natal, a un país donde pocos hablan inglés y mucho menos español, para trabajar en un negocio cuyo nombre la mayoría de la gente de su país no reconocería: una compañía japonesa llamada Line.

Pérez dijo que aceptó menos dinero para hacerlo. La razón: una historia de amor con las revistas de caricaturas, películas animadas y videojuegos de Japón.

“Mis padres me dicen que jugaba con el Nintendo antes de poder hablar”, dijo. “Y siempre quise visitar Japón”.

El Japón corporativo tiene la reputación de tener largas horas de trabajo y sueldos reducidos pero el país también está experimentando un tipo de renacimiento que facilita el reclutamiento de talento global.

El turismo está en auge y, en los últimos años, las ciudades japonesas se han clasificado de manera rutinaria entre las más habitables del mundo. Para algunas empresas de tecnología, la cultura popular de Japón también representa una ventaja cuando se trata de contratar ingenieros, quienes, admitámoslo, tienden a estar un tanto cuanto sesgados a favor de la tecnología.

“Estamos viendo más migrantes calificados venir a Japón que antes, especialmente en el espacio tecnológico”, dijo Marc Burrage, director administrativo de la firma de reclutamiento Hays en Tokio. “Los obstáculos también han disminuido porque el gobierno ha reconocido que las empresas simplemente no tiene suficientes personas capacitadas en el sector de la Tecnología de la Información (TI)”.

Es cierto que una sociedad en proceso de envejecimiento y una mano de obra reducida han obligado a reconsiderar la inmigración en Japón, pero incluso después de que el gobierno instituyó un sistema de puntos, como el de Canadá, para agilizar la residencia permanente de los trabajadores calificados, las cifras siguen siendo minúsculas. Después de cinco años y medio, el programa atrajo a solo unas seis mil personas al sector de TI, de acuerdo con el Ministerio de Justicia.

La falla radica en las empresas japonesas, muchas de las cuales siguen siendo obstinadamente monolingües y se han basado en culturas de trabajo que no admiten a personas de diferentes orígenes, dijo Naoko Ishihara, investigadora con sede en Tokio en Recruit Holdings, la mayor empresa de recursos humanos del país.

“Incluso en empresas que se anuncian a sí mismas como globales, los ejecutivos no pudieron sostener una reunión en inglés”, dijo. “Las empresas japonesas tienen 30 años de retraso en términos de diversidad”.

Aun así, para las empresas que intentan atraer a trabajadores del extranjero, los buenos rumores sobre Japón ayudan.

Mercari, operador de un exitoso mercado de pulgas en línea en Japón, pudo contratar a 33 nuevos graduados de Indian Institutes of Technology esta primavera, una de las principales escuelas de ingeniería cuyos cuyos estudiantes tienen la oportunidad de elegir empleadores de fama mundial.

Entre los ex alumnos de Indian Institutes of Technology están algunas celebridades de Silicon Valley, como Sundar Pichai, el director ejecutivo de Google, y Vinod Khosla, el cofundador de Sun Microsystems.

Mercari, empresa que se volvió pública en junio, planea ampliar su planta laboral de más de 100 ingenieros a mil en los próximos tres años y por eso necesita extranjeros para cubrir algunos de esos puestos.

Para asegurarse de que los reclutas se sientan bienvenidos, la compañía ha estado realizando una capacitación de sensibilidad para ayudar a las personas a aprender a trabajar juntas. Shintaro Yamada, fundador de Mercari, tuvo en abril el gran gesto de volar a Mumbai para estrechar la mano de sus nuevos empleados y conocer a sus familias.

Ascent Robotics, otra empresa tecnológica de reciente creación de Tokio que contrata a extranjeros, fue fundada por un canadiense, Fred Almeida, quien había trabajado en Japón durante años antes de iniciar su negocio en 2016. La compañía está desarrollando inteligencia artificial para automóviles y robots sin conductor, campos donde la demanda por trabajadores es alta y donde ellos pueden ir a donde quieran.

Sin embargo, la empresa recibe un promedio de 500 solicitudes por mes del extranjero, dijo James Westwood, director de inversiones.

“La gente quiere estar aquí, solo tienes que darles una oportunidad”, dijo.

Como un ex director administrativo de Goldman Sachs Group en Hong Kong, Westwood se mudó a Tokio para asumir el cargo en Ascent en junio. Es uno de los 49 extranjeros que trabajan en la firma. Solo hay 11 japoneses.

Marko Simic, un serbio especializado en robótica que se unió en mayo, dijo que consideró trabajos de programación en la unidad de conducción autónoma de General Motors en San Francisco y en iRobot de Boston antes de decidirse finalmente por Japón. Después de un año de residir en el país, dijo que está atrapado en la comodidad de vivir en Tokio, una metrópoli abierta las 24 horas donde los trenes salen a tiempo y no hay delitos de que hablar.

“Fui en un viaje de negocios a Estocolmo recientemente”, dijo. “Y después de unos días, ya quería regresar a la civilización”.

La oficina de Line en Kyoto, donde Pérez comenzó a trabajar en junio, el mes en que abrió, ha resultado ser un gran atractivo para los empleados extranjeros. La compañía con sede en Tokio opera una aplicación de mensajería que es utilizada por la mitad de la población de Japón diariamente, pero el servicio no es popular fuera de Asia.

Aun así, Line se vio inundada con 800 solicitudes de empleo provenientes de todo el mundo. Hasta el momento, 13 de los 20 ingenieros contratados por la oficina son extranjeros.


Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 14/09/2018

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