Nov.14 (Dow Jones) -- En abril pasado, el Congreso de El Salvador acordó ampliar la autoridad de los custodios de las prisiones para mantener confinados en solitario a los líderes pandilleriles. Durante los cinco días posteriores, las dos pandillas callejeras reinantes asesinaron a más de 100 personas.

Con la tasa de homicidios más alta del mundo, El Salvador es nación rehén.

Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley estiman que una pandilla, la MS-13, opera una red de extorsión con poca presión de las autoridades en 248 de los 262 municipios del país. Ésta lucha por el control de los vecindarios con otra pandilla, Barrio 18, que tiene su propio esquema de protección en casi el mismo número de regiones.

Los políticos deben pedir permiso a las pandillas para celebrar mítines o sondeos en muchos vecindarios, dijeron oficiales de la ley y fiscales. En San Salvador, la capital de la nación, las pandillas controlan la distribución local de productos de consumo, dijeron los expertos, incluidos los pañales y la Coca-Cola. Extorsionan a los que van a su trabajo y de regreso, a los empleados de centros telefónicos de atención al cliente y a dueños de restaurantes y tiendas. En el este rural, las pandillas amenazan con quemar las plantaciones de azúcar a menos que los agricultores paguen la extorsión.

Han crecido tanto que “no se sabe dónde termina el estado y dónde comienzan las organizaciones criminales”, dijo Mauricio Ramírez Landaverde, ministro de justicia y seguridad de El Salvador, que supervisa la policía nacional.

Latinoamérica representa 8% de la población mundial y un tercio de sus homicidios, lo que la convierte en una de las regiones más mortíferas del mundo. En su núcleo violento se encuentra El Salvador, donde una cultura de pandillas importada de Estados Unidos rivaliza con la autoridad del gobierno, y sus líderes dominan con un exceso de dinero, armas y jóvenes dispuestos.

A diferencia de los principales cárteles del narcotráfico que durante años produjeron gran parte de la violencia en la región --utilizando el asesinato al servicio de vender marihuana, cocaína y heroína en gran medida a los estadounidenses-- las pandillas en El Salvador, Honduras y Guatemala se benefician de extorsionar a sus propios barrios.

Las pandillas han desarrollado un modelo económico más violento y caótico, uno que está avanzando en los países narcotraficantes, incluido México, donde los grandes cárteles se han fragmentado en muchos grupos que luchan entre sí.

“Hemos dejado atrás la era del cartel y el capo”, dijo Alejandro Hope, un consultor de seguridad de la Ciudad de México. “Hoy en día, la mayor parte de la violencia en América Latina es el resultado de un nuevo sistema que es más diverso, mucho más local y más difícil de controlar”.

Mientras que los carteles de la droga obtienen ganancias de sus clientes en el extranjero, ya que dólares y euros se filtran a las comunidades locales, estas pandillas roban a su propia gente. Los documentos recopilados en una investigación federal reciente en El Salvador encontraron que la MS-13 obtiene hasta 600 mil dólares mensuales en pagos de extorsión de compañías de autobuses, minoristas y otros negocios. Los pagos van desde unos cuantos dólares diarios por vehículo operado hasta cientos de dólares mensuales cobrados a los vendedores de los mercados públicos.

Las autoridades antidrogas dijeron que las pandillas de El Salvador ganan alrededor de 20 millones de dólares anuales de la extorsión, con un estimado de tres millones de dólares provenientes de los negocios del centro histórico de San Salvador. Las pandillas también venden drogas y autos robados, lo que se suma a los ingresos de negocios legítimos que han incautado.

Al consolidar su función nacional, MS-13 y Barrio 18 bien podrían ser los empleadores más importantes de El Salvador. El ministerio de defensa estima que las pandillas contratan hasta 60 mil personas como vigías, cobradores y asesinos. En comparación, los dos empleadores privados más grandes, los fabricantes de ropa interior Hanesbrands y Fruit of the Loom de Berkshire Hathaway, emplean en conjunto a unas 20 mil personas.

Un estudio de 2016 encargado por el banco central del país estimó que el costo económico fue de más de cuatro mil millones de dólares anuales, o aproximadamente 16% del producto interno bruto. Eso representa solo la aplicación de la ley, facturas médicas, daños a la propiedad y pérdida de inversión.

“El costo más alto es humano”, dijo Javier Simán, un magnate de los textiles y grandes almacenes y uno de los hombres de negocios más exitosos de El Salvador. “Estamos perdiendo a las mejores personas que tenemos. O huyen del país, los matan o se ven obligados a mudarse constantemente. Tienen que pagarles a las pandillas para que ingresen a los vecindarios donde viven y trabajan”.

La tasa de homicidios en San Salvador de 95.7 asesinatos por cada 100 mil habitantes la convierte en la sexta ciudad más letal del mundo. En toda la capital, los trabajadores municipales borran los grafitis de las paredes tan rápido como aparecen.

La gente trata de saber qué grupo controla las calles donde viven, trabajan y viajan cada día. Un giro equivocado implica el riesgo de robo, asalto o muerte. Muchos en San Salvador no dicen los nombres de pandillas en voz alta. Si tienen que preguntar, dicen: “¿Números o letras?” Números para Barrio 18; Letras para la MS-13.

La difícil situación de los salvadoreños es una explicación del flujo constante de migrantes hacia el norte. Miles buscan ingresar a Estados Unidos anualmente, ya sea solicitando asilo o cruzando la frontera ilegalmente. Los investigadores encontraron que la mayoría son motivados ​​por el miedo a la violencia. Según los datos del gobierno, los oficiales de inmigración de México y Estados Unidos detuvieron a 335 mil 545 migrantes salvadoreños desde 2014 hasta finales de 2017.

Mientras una caravana de migrantes ahora se dirige hacia el norte a través de México, esta semana cientos de salvadoreños se unieron a una nueva que se dirige  a Estados Unidos, país que está tomando medidas drásticas para evitar la migración ilegal o violenta.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 14/11/2018

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