Brasilia, 17 de dic. (Dow Jones) -- Para Victor Melo, el final comenzó con un iPhone robado.

En mayo, el joven de 16 años había pasado una cálida tarde de sábado con sus amigos de la escuela en una fiesta que se realizó en el parque central de Brasilia, cerca del palacio presidencial del país.

Mientras se dirigía a su casa poco después de la puesta del sol, alguien de la multitud tomó a su compañera Ágatha por detrás y le arrebató el teléfono, dijeron testigos a la policía. Entonces volteó la cabeza y vio a Víctor. Creyendo que él era el ladrón, ella gritó pidiendo ayuda. Sus amigos se le abalanzaron, lo tiraron al suelo y comenzaron a golpearlo.

Al escuchar los gritos de Ágatha, otro grupo de asistentes a la fiesta presumió que debía ser el mismo adolescente que les había quitado un par de gafas de sol previamente. Uno de ellos clavó una botella rota en el abodomen de Víctor. Una joven rubia conocida como Apple lo pinchó repetidamente con lo que la policía cree que era un destornillador, ensartando los músculos entre sus costillas. Entonces un hombre le hundió un cuchillo en su corazón.

En la media hora que le tomó al grupo de 20 estudiantes, en su mayoría de secundaria, matar a Victor, nadie le buscó los objetos robados. Otros 100 o más asistentes a la fiesta miraron y no hicieron nada, dijeron los investigadores.

“Muere, imbécil”, se pudo escuchar a un espectador en un video grabado en el teléfono móvil de un testigo, más tarde los paramédicos intentaron en vano resucitar a Víctor, encorvados sobre su cadáver.

El linchamiento es el oscuro secreto de Latinoamérica. La región tiene la tasa de homicidios más alta del mundo y la mayor tasa de impunidad. Algunos países, incluido Brasil, resuelven solo uno de cada 10 asesinatos. Debido a que se tiene poca fe en la policía o los tribunales para castigar a los criminales, las turbas matan rutinariamente sin ton no son a presuntos infractores de la ley en ataques espontáneos.

Los linchamientos en Estados Unidos se vinculaban históricamente a las turbas de estadounidenses blancos que en su mayoría mataban a negros y otras minorías, generalmente colgándolos. Estos alcanzaron su clímax en 1892 con 230 personas asesinadas. Por ahora son un fenómeno raro y prácticamente desconocido en Europa.

En Brasil, las turbas actualmente matan, o intentan matar, a más de un presunto infractor de la ley al día, dijo José de Souza Martins, sociólogo de la Universidad de São Paulo, el principal experto en linchamientos de Brasil. Esa cifra es a la vez la más alta del mundo y más que en ningún otro momento en la historia de Brasil, dijo.

Si bien América Latina es conocida por sus despiadados carteles del narcotráfico y pandillas callejeras, las turbas de linchamiento de la región están conformadas por ciudadanos comunes y, por lo demás respetuosas de la ley, y que pueden ser estudiantes de escuela y hasta ancianas. Estos matan con la misma crueldad espeluznante, a veces mutilando los órganos sexuales de las víctimas en casos de sospecha de violación, o quemándolos vivos a plena luz del día.

Después de que una turba enojada mató a un joven sospechoso de robar en Río de Janeiro recientemente, su cadáver en descomposición permaneció en la calle durante días, dijo Martins, quien recopiló una base de datos de los linchamientos de Brasil al revisar décadas de archivos de periódicos.

“Entonces, un día apareció una dulce anciana con una cuchara”, dijo. Ella estaba ahí para quitarle los ojos a la víctima, en  su intento por destruir su alma y su cuerpo. “Alguien finalmente llamó a la policía y se necesitaron varios oficiales para retirarla”.

Meses después de la muerte de Victor en Brasilia, su padre, Iris de Melo, todavía está conmocionado. “Ni siquiera un animal haría algo así a alguien de su propia especie”, dijo en una entrevista reciente, con las lágrimas rodando por sus mejillas.

De Melo ahora permanece despierto la mayoría de las noches. Su esposa ha comenzado a escuchar voces. Hay días en que la hermana pequeña de Víctor apenas dice una palabra. “Morimos con él”, dijo de Melo.

 

Carnicería continental

Los linchamientos suelen seguir el mismo ritual en toda Latinoamérica. Un grupo de amigos, familiares o vecinos son testigos de un crimen o escuchan sobre uno en el servicio de mensajería WhatsApp. Cazan al sospechoso y lo arrastran a un lugar público, donde lo torturan y lo matan con las armas que tienen a mano, desde utensilios de cocina hasta guadañas de cosecha.

En abril, los aldeanos amazónicos en Perú arrastraron a un turista canadiense por el suelo con un lazo alrededor de su cuello antes de matarlo, creyendo que era culpable del asesinato de un chamán local.

Una multitud enfurecida de México le prendió fuego a un hombre de 21 años y a su tío en agosto, confundiéndolos con secuestradores de niños. Un video del incidente muestra a una multitud reunida alrededor mientras hombres se turnaron para echarle gasolina a la pareja hasta que sus cadáveres carbonizados dejaron de moverse.

Muchos casos son provocados por el robo, otra categoría de crimen donde Latinoamérica lidera al mundo, de acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

En uno de los linchamientos más extraños de la región, la gente de la ciudad en el oeste de Bolivia ató a una mujer y a sus dos hijos a un árbol infestado de hormigas de fuego en la víspera de Año Nuevo en 2016, confundiendo al trío con ladrones de autos. De acuerdo con los informes de la prensa local, sus cuellos se hinchó tanto por las picaduras que se ahogaron hasta morir.

Los linchamientos rara vez son una respuesta a un solo crimen, dijeron investigadores. Más bien, los crímenes son simplemente la gota que derrama el vaso en una comunidad que vive azorada por la violencia que se ha vuelto endémica en la región.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

Copyright © 2018 Dow Jones & Company, Inc. All Rights Reserved

 


Fecha de publicación: 17/12/2018

Etiquetas: Latinoamérica Justicia Propia Mano Crimen Impunidad Crisis Sociedad Turbas