Migrantes hondureños intentan cruzar sobre la valla fronteriza que existe entre Tijuana, en México, y San Diego, en Estados Unidos. Foto AP/Moises Castillo.
Migrantes hondureños intentan cruzar sobre la valla fronteriza que existe entre Tijuana, en México, y San Diego, en Estados Unidos. Foto AP/Moises Castillo.

Tijuana, Baja California, 11 de ene. (Dow Jones) -- Cuando miles de migrantes comenzaron a reunirse en Honduras para prepararse a emprender una marcha de un mes de largo hacia la frontera de México con Estados Unidos, un activista de los derechos de los migrantes trató desesperadamente de frenar sus planes.

     “¡Paren esto!”, dijo Irineo Mujica que gritó en una frenética llamada telefónica en octubre al político hondureño y defensor de los trabajadores migrantes Bartolo Fuentes, quien había promovido la caravana en su página de facebook.

     Mujica, jefe de la organización social en defensa de los migrantes, Pueblo sin Fronteras, dijo que advirtió a Fuentes que las imágenes de un grupo de hondureños pobres intentando cruzar la frontera de México con Estados Unidos podrían despertar temores antiinmigrantes antes de la elección de mitad de periodo que se iban a realizar en Estados Unidos .

     “No controlo a estas personas”, respondió Fuentes, de acuerdo con los dos hombres.

     Los miembros de la caravana aumentaron pronto de unos cientos a aproximadamente cinco mil personas, lo que inspiró a otros grupos a marchar a la ciudad fronteriza mexicana de Tijuana, donde hoy muchos de ellos aún viven, en refugios repletos de personas y en espera de obtener una oportunidad para ingresar a Estados Unidos, legal o ilegalmente.

    Como Mujica pronosticó, el arribo de la caravana a tierras estadounidenses sacó más chispas a lo que ya de por sí era un emotivo debate en diversos círculos estadounidenses sobre la inmigración. En muchos aspectos, su presencia socavó la misma meta que los había inspirado a dejar su tierra para llegar a Estados Unidos: solicitar asilo y el derecho a vivir legalmente en Estados Unidos.

     De hecho, la profunda división que genera el tema migratorio en Estados Unidos está en el centro del cierre parcial que vive el gobierno estadounidense desde el 21 de diciembre.

     El paro se debe a que el presidente Trump exige que el presupuesto de egresos contenga una partida de cinco mil millones de dólares para poder construir con ella un muro a lo largo de la frontera con México. Sin embargo, legisladores opositores en el Congreso no le han otorgado esos recursos, lo que ha llevado a Trump a no firmar el plan de egresos para el próximo año fiscal. Sin la firma, del presidente el presupuesto para este año fiscal en Estados Unidos no se puede ejercer, lo que ha provocado el cierre parcial de oficinas y actividades gubernamentales estadounidenses.

    De los cerca de ocho mil migrantes que cruzaron la frontera de México con Guatemala, en octubre y noviembre, en varias caravanas a fin de llegar a Estados Unidos, unos dos mil de ellos han regresado ya voluntariamente a sus países de origen luego de que el gobierno estadounidense bloqueó su entrada, dijeron altos funcionarios mexicanos. Otros 150 fueron más han sido deportados por las autoridades mexicanas.

    Alrededor de mil 500 han cruzado ilegalmente a Estados Unidos, dijeron los funcionarios mexicanos, mientras que alrededor de cuatro mil 500 están asentados en refugios en Tijuana y Mexicali.

    En Tijuana, una ciudad creada en gran parte por inmigrantes y que históricamente simpatiza con ellos, la repentina afluencia de migrantes ha provocado incluso raros arrebatos de ira de sus residentes.

     En noviembre, unos 300 pobladores locales protestaron contra los migrantes, exigiendo que se fueran.

     “¡México primero!”, gritaron los manifestantes.

    Las tensiones volvieron a estallar a finales de noviembre cuando los agentes fronterizos de Estados Unidos se enfrentaron con migrantes después que unos 500 de ellos lograron cruzar una reja en la frontera de Tijuana con San Diego.

     Las imágenes de la televisión mostrando a cientos de inmigrantes escalando la valla, mientras los agentes de la patrulla fronteriza estadounidense disparaban gas lacrimógeno a la multitud, que incluía niños, a quienes se les vio llorando poco después --imágenes que polarizaron aún más las posturas al interior de Estados Unidos.

     El presidente Trump, decidido a detener la inmigración ilegal a lo largo de la frontera sur de los Estados Unidos, desplegó en noviembre a unos cinco mil soldados, que conectaron cables de concertina en partes de la alta valla de acero que separa largos tramos de los dos países.

     Recientemente, su gobierno dijo que devolvería a los solicitantes de asilo a México, mientras avanzan sus procedimientos de inmigración, en lugar de permitirles permanecer en Estados Unidos por temor a que se internaran y no pudieran ser localizados posteriormente.

     El cambio de política podría afectar la capacidad de los migrantes para preparar sus casos y disminuir sus posibilidades de recibir asilo, dijeron defensores de los migrantes.

    Durante meses, Trump ha señalado a la caravana para justificar las nuevas medidas. Hace unos días, tuiteó que sus esfuerzos por asegurar la frontera con un muro más largo, con más agentes fronterizos y los soldados, fueron la razón por la cual la caravana de migrantes no pudo ingresar a Estados Unidos, algo que consideró una victoria.

     “Si hubiera sabido que sería tan difícil para nosotros, no me habría unido a la caravana”, dijo José Sagastume, un migrante que dejó a su esposa y dos hijos en Honduras. “Muchos esperaban que Estados Unidos nos dejara pasar. Pero ahora la gente está varada, sin una solución clara por delante”.

     A medida que la caravana se abría paso a través de México, algunos analistas lo vieron como un nuevo modelo para los centroamericanos en sus trayectos al norte. Al viajar en grandes grupos con amplia atención de los medios, los migrantes podrían viajar de manera más segura a través de regiones sin ley de México.

    Pero el tamaño de las caravanas y la atención mundial que obtuvieron podrían dificultar que otros sigan su camino. Un grupo de WhatsApp se formó en Honduras para pedir que otra caravana se forme el próximo mes, pero no está claro si esos planes se realizarán.

     “Se dice que una nueva caravana se está formando en Honduras y no están haciendo nada al respecto”, escribió Trump en su cuenta de Twitter.

     “Más personas hacen que sea mucho más fácil atravesar México, pero mucho más difícil ingresar a Estados Unidos”, dijo Andrew Selee, presidente de Migration Policy Institute, un grupo de expertos con sede en Washington. “Esto los hace un objetivo gigante, lo que significa que Estados Unidos y México están altamente enfocados en ellos”.

     Los estadounidenses están profundamente divididos sobre el tema de la migración ilegal. Una encuesta realizada en noviembre por Pew Research Center mostró que 68% de los republicanos cree que reducir la inmigración ilegal debería ser una de las principales prioridades de la política exterior de Estados Unidos, mientras que solo 20% de los demócratas coincidieron con esa postura. Esa es la mayor división en este tema en los últimos 20 años, dijo Pew en su reporte.

     “La caravana probablemente no cambió la opinión de nadie sobre la inmigración de México, pero probablemente reforzó lo que ya piensan”, dijo Karen Jacobsen, profesora de migración de Fletcher School of Law and Diplomacy de Tufts University, en Medford, Massachusetts. “Quienes generalmente se oponen a la inmigración estarán más convencidos de que es una mala idea y deberían ser detenidos con muros y soldados. Los que favorecen la inmigración verán la situación desesperada de la gente y querrán ayudarlos”.

    El enfoque de Trump hacia la caravana y la atención posterior de los medios de comunicación ayudaron al presidente a movilizar a sus partidarios para que acudieran a las urnas, dijeron los analistas.

     Pero las escenas de sufrimiento de los migrantes y la fuerza utilizada contra ellos también movilizaron a los demócratas y otros que creen que los migrantes deberían ser bienvenidos.

     Mientras tanto, la caravana de migrantes ha puesto a México en una posición difícil. Su presidente, recién inaugurado, Andrés Manuel López Obrador, ha criticado el trato de Trump a los migrantes mexicanos como inhumano y racista.

     Pero también ha aceptado que los migrantes que buscan asilo en Estados Unidos permanezcan en México, una victoria para Trump.

     El líder podría enfrentarse a una fuerte oposición doméstica, si los mexicanos perciben que está aceptando los planes de Trump sin defender los intereses de México.

     “¿Por qué México debe pagar por los migrantes, especialmente si su número incluye a todos los centroamericanos indocumentados en Estados Unidos y no solo a los de Tijuana?”, preguntó Jorge G. Castañeda, exsecretario de Relaciones Exteriores de México, en una columna de opinión reciente. “Es imposible imaginar una capitulación tan grande por parte del llamado gobierno de izquierda de México a Estados Unidos”.

     El acuerdo de México con el plan representa un gran golpe para muchos migrantes, quienes en el pasado se les ha permitido trabajar legalmente en Estados Unidos mientras esperan el resultado de su petición de asilo, un proceso que a menudo toma meses, o incluso años.

     Mientras tanto, los migrantes en Tijuana esperan. Sentado en el porche de una vivienda en la playa, donde la valla fronteriza de Estados Unidos se extiende hacia el océano Pacífico, Samuel García, de 28 años de edad, quien vendía verduras en su natal Honduras, ponderó su futuro.

     “Mi plan es cruzar, con asilo o sin asilo”, dijo García, quien hizo el viaje de seis semanas a Tijuana con su esposa y su hijo de cinco años. “No me importa el hambre ni el frío. No me queda nada en Honduras”.

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Fecha de publicación: 11/01/2019