En este dibujo del tribunal, el acusado Joaquín “El Chapo” Guzmán, segundo de izquierda a derecha, escucha al juez mientras ve al jurado al momento de escuchar el veredicto de su juicio y en el que fue declarado culpable por narcotráfico, el martes 12 de febrero de 2019 en Nueva York. Sentados en la mesa de la defensoría están un intérprete, Guzmán y los abogados defensores William Purpura y Eduardo Balarezo. Foto AP/Elizabeth Williams.
En este dibujo del tribunal, el acusado Joaquín “El Chapo” Guzmán, segundo de izquierda a derecha, escucha al juez mientras ve al jurado al momento de escuchar el veredicto de su juicio y en el que fue declarado culpable por narcotráfico, el martes 12 de febrero de 2019 en Nueva York. Sentados en la mesa de la defensoría están un intérprete, Guzmán y los abogados defensores William Purpura y Eduardo Balarezo. Foto AP/Elizabeth Williams.

13 de feb. (Dow Jones) -- El juicio de Joaquín Guzmán Loera y su condena del martes por cargos de narcotráfico pusieron fin a la carrera de décadas del notorio “El Chapo”. También reveló con notable detalle el funcionamiento interno del imperio criminal que construyó, uno que competía con gobiernos y empresas multinacionales en poderío y sofisticación.

Después de un juicio de tres meses, el enjuiciado de 61 años que escapó dos veces de prisiones de alta seguridad, fue encontrado culpable de 10 delitos por un jurado federal de Brooklyn, Nueva York. Se espera que él pase el resto de su vida en una prisión de Estados Unidos.

Testimonios del juicio también revelaron los secretos de la estructura de la organización del cártel de Sinaloa, incluida la forma en que la cocaína y la marihuana pasaban a través de la frontera México-Estados Unidos en paredes de trenes de carga, la forma en que técnicos expertos del cartel construían redes de comunicaciones encriptadas y la manera en que el cartel movía el dinero utilizando tarjetas de débito, maletas de dinero en efectivo y aviones privados. Incluso construyó sus propios ramales ferroviarios para descargar envíos.

A veces, los subordinados de Guzmán que testificaron parecieron como si estuvieran describiendo una vida corporativa. Ex administradores de la operación delictiva detallaron la infraestructura, libros de contabilidad, problemas de la cadena de suministro y la necesidad de “proteger el capital de los inversionistas”. Guzmán a menudo se refería al cartel como “la empresa”.

El cartel, por supuesto, no era un negocio ordinario. Los fiscales adujeron que Guzmán estuvo involucrado en decenas de asesinatos y que había ordenado quemar a dos enemigos del cártel después de haberles disparado en la cabeza. Los líderes del cártel presuntamente también pagaron millones de dólares en sobornos a todos los niveles de la procuración de justicia mexicana, lo que les ayudó a permanecer en funcionamiento durante décadas.

Estados Unidos ha calificado al cartel de Sinaloa que dirigió Guzmán como la organización del narcotráfico más grande del mundo. Los asesinatos y sobornos facilitaron su objetivo principal: maximizar las ganancias del contrabando de estupefacientes ilegales a ciudades de Estados Unidos para venderlas a los consumidores estadounidenses.

Durante el juicio, los abogados de Guzmán dijeron que él no era el verdadero líder del cártel y que no tenía dinero. Después del veredicto dijeron que no tuvo un juicio justo y que planeaba apelar.

En el centro de la acción, como lo describieron los testigos del juicio, estaba Guzmán, que fue de ser un adolescente de escasos recursos y que cultivaba amapola frente a su casa en Sinaloa a ser un despiadado capo de las drogas dispuesto a matar a cualquiera que le faltara al respeto. Era propietario de un zoológico privado, pagaba a sus trabajadores con relojes de diamantes y tenía novias que lo ayudaban a coordinar los envíos de estupefacientes. Disfrutaba su notoriedad, incluso buscando la realización de una película y un libro sobre sí mismo.

Guzmán solo era un joven contrabandista en 1990 cuando hizo un ofrecimiento a un proveedor de cocaína colombiano en el vestíbulo de un hotel de la Ciudad de México. Págueme 40% de su cargamento de drogas, dijo, y yo lo pasaré por la frontera de Estados Unidos más rápido que nadie, recordó el proveedor en su testimonio ante el tribunal. El precio era más alto que el de los otros narcotraficantes mexicanos, pero Guzmán prometió velocidad y seguridad, gracias a los policías federales que había sobornado.

El colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía le envió su primer cargamento de drogas a Guzmán en cinco aviones que aterrizaron en una pista de aterrizaje clandestina de Sinaloa, México. En menos de una semana, Guzmán llevó de contrabando más de dos mil 500 kilogramos de cocaína de México a Los Ángeles.

Su asociación duró casi dos décadas. En el proceso, Guzmán escapó dos veces de cárceles de máxima seguridad en México. Los fiscales señalaron que obtuvo por lo menos 14 mil millones de dólares en ganancias del narcotráfico antes de que su suerte finalmente se agotara cuando fue capturado en 2016, y más tarde extraditado a Nueva York.

El cartel era una colección de narcotraficantes que controlaban su propio territorio en México, conocido en el medio como “plaza”. El estado de Sinaloa, donde nació Guzmán, era la plaza más importante, en parte porque tiene una larga línea costera para recibir envíos de cocaína.

Guzmán fue uno de los primeros cuatro líderes principales del cartel, de acuerdo con el testimonio de Jesús Zambada García, quien coordinó las operaciones del cartel desde 1992 hasta su arresto en 2008.

Abajo de ellos había sub-líderes que manejaban plazas y cientos de otros trabajadores. Pilotos y conductores transportaban drogas. Ingenieros establecieron comunicaciones seguras. Guardias de seguridad protegían los cargamentos de estupefacientes y a los líderes del cartel. Asesinos a sueldo conocidos como sicarios llevaban a cabo golpizas, secuestros y asesinatos de enemigos del cartel.

Lo más importante es que el cartel estableció una nómina de policías corruptos que escoltaban los envíos de drogas y que avisaban a los miembros del cartel sobre los operativos policiacos. Los sobornos a funcionarios corruptos excedieron el millón de dólares mensuales en cierto momento, dijo un testigo.

Guzmán supuestamente pagó 100 millones de dólares en 2012 a Enrique Peña Nieto, el entonces presidente electo de México, de acuerdo con el testimonio del ex secretario Guzmán. Un portavoz de Peña Nieto calificó la acusación de “falsa, difamatoria y absurda”.

A mediados de la década de los noventa, Guzmán y otros jefes comenzaron un modelo de participación en las ganancias para protegerse contra las incautaciones de drogas por parte de las autoridades. De acuerdo con el modelo, cada inversionista del cartel compartía el riesgo de los envíos perdidos o incautados, y las ganancias de los envíos exitosos. La nueva configuración fortaleció significativamente al cartel.

La forma más segura de pasar drogas a través de la frontera de Estados Unidos, dijeron testigos, fue a través de túneles. A finales de la década de los ochenta, el cartel transportaba ladrillos de cocaína a través de un túnel subterráneo que excavó desde Agua Prieta, Sonora, hasta Douglas, Arizona.

La entrada de México estaba cubierta por una mesa de billar que se elevaba del piso de concreto con un sistema hidráulico. La policía descubrió el túnel en 1990 después que un miembro del cártel olvidó bajar la mesa de billar.

Guzmán, testificó uno de sus primeros amigos, necesitaba encontrar rápidamente otra estrategia para transportar toneladas de cocaína. Los miembros del cartel tramaron un plan para contrabandear cocaína a través de la frontera de Tijuana a Los Ángeles en grandes camiones, oculta en latas de chiles jalapeños.

Las latas se empacaban en almacenes mexicanos con etiquetas que imitaban a las de una empresa real de chiles en conserva. Los trabajadores los embalaban con una grava especial que imitaba el sonido y el peso del agua si eran sacudidas por los inspectores.

Cuando los proveedores colombianos se quejaron de que ese tipo de empaque dañaba su producto, Guzmán les pidió a los proveedores que enviaran cocaína en un molde cilíndrico en lugar del ladrillo rectangular habitual.

A Guzmán también se le ocurrió una forma de transportar las drogas en tren. En ambas tapas de cada vagón cilíndrico de tren, los trabajadores de Guzmán soldaban paredes de metal donde se ocultaban bolsas de cocaína y marihuana selladas al vacío. Las bolsas eran manchadas de grasa para alejar a los perros que olfateaban las drogas, y los trabajadores vertían 2 pulgadas de aceite en el fondo del vagón del tren para disuadir a los inspectores de Estados Unidos de entrar a ellos.

El cártel alquiló almacenes y vagones de tren utilizando compañías fachada que parecían negocios legítimos que importaban aceite de cocina. Los trabajadores instalaron ramales de ferrocarril dentro de almacenes en ciudades como Chicago y Nueva York, donde podían estacionar trenes y sacar las drogas de las paredes metálicas sin despertar sospechas de las autoridades. Los trenes regresaban a México llevando carga legítima.

Tirso Martínez Sánchez, quien manejó la logística de la ruta ferroviaria, declaró que los trenes transportaban hasta 800 millones de dólares en drogas a Estados Unidos. La policía estadounidense descubrió los trenes en 2002 y 2003. Uno representó la mayor incautación de drogas de la ciudad de Nueva York en ese tiempo.

Cada vez que Estados Unidos incrementaba la seguridad fronteriza, el cartel reclutaba personas, incluidas familias con ciudadanía estadounidense, para introducir a través de los puertos de entrada legales automóviles con compartimentos ocultos, repletos de drogas y dinero en efectivo. En un solo día, los autos podían contrabandear más de 200 kilogramos de cocaína, señaló un testigo. Después que las drogas llegaban a Estados Unidos, éstas dejaban los almacenes del cartel en camionetas y camiones.

Guzmán dio la bienvenida a socios internacionales. El cartel trabajó con la mafia italiana para vender cocaína en Canadá, dijo un testigo. Dominicanos ayudaron a distribuir la heroína y la cocaína del cartel en la ciudad de Nueva York. Lugartenientes del cartel dijeron que obtenían metanfetaminas de China y heroína de Tailandia.

El lavado de millones de dólares de ingresos por las drogas, típicamente billetes de Estados Unidos de baja denominación, era un desafío aparte.

El dinero de las drogas a menudo regresaba a México en autos. En 1989, el hermano de Guzmán, Arturo, fue detenido cuando conducía a través de la frontera de Arizona con más de 1.2 millones de dólares en efectivo.

Guzmán compró aviones privados para recoger el efectivo en la frontera y llevarlo a la Ciudad de México, donde se transportaba en maletas para depositar en los bancos, de acuerdo con el testimonio de su ex administrador del efectivo, Miguel Angel Martínez. Cada jet transportaba por lo menos ocho millones de dólares.

Arquitectos le construyeron casas de seguridad a Guzmán con camas que podían elevarse por encima del suelo, revelando pasajes a cajas fuertes subterráneas. Martínez dijo que la mayor cantidad almacenada en una sola ubicación fue de más de 20 millones de dólares.

Para trasladar dinero de Nueva York a Colombia y Ecuador para comprar más cocaína, el cártel usaba tarjetas de débito que podían cargarse con hasta nueve mil 900 dólares por tarjeta. A diferencia del dinero en efectivo, que está hecho de lino que puede absorber residuos de los estupefacientes y atraer a los perros detectores de drogas, las tarjetas de débito se pueden limpiar fácilmente. Después de que las tarjetas llegaban a Sudamérica, el cartel contrataba trabajadores para retirar el dinero de los cajeros automáticos.

Guzmán también invirtió en tecnología de comunicaciones de vanguardia para evitar la detección de las autoridades, contratando ingenieros para viajar a Estados Unidos para que compraran el equipo más reciente. Al principio, miembros del cartel clonaban números de teléfono de otras personas para hacer llamadas. Guzmán cambiaba su número clonado cada tres o cuatro días, dijo un testigo.

Guzmán les dijo a sus trabajadores que se comunicaran solo mediante teléfonos BlackBerry al cruzar la frontera de Estados Unidos, pensando que eran más seguros que los radios.

En 2008, contrató como su especialista en tecnología de punta a un millenial que había dejado la universidad y que tenía su propia empresa. Christian Rodriguez, un joven experto en seguridad cibernética, le dijo a Guzmán que los mensajes de BlackBerry no eran seguros.

Él testificó que construyó una red encriptada que le permitió Guzmán llamar de manera segura a docenas de miembros del cartel y que instaló un servidor de computación en nube en Canadá porque había leído acerca de las estrictas leyes de privacidad del país.

Guzmán le pidió a Rodríguez que instalara un programa de espionaje que le permitiría rastrear las ubicaciones de los teléfonos de sus asociados y prender sus micrófonos de forma remota para escuchar sus conversaciones. Quería escuchar lo que sus trabajadores, incluidas sus novias, decían a sus espaldas.

El éxito del cartel de Sinaloa engendró guerras mortíferas con rivales que eran malos para los negocios, dijeron ex miembros del cartel. Las incautaciones de drogas aumentaron y las autoridades estadounidenses convirtieron lentamente a asociados cercanos a Guzmán en soplones.

Guzmán pasó sus últimos años de libertad huyendo de las autoridades, a veces durmiendo en el suelo en las montañas y despertando cada media hora, de acuerdo con su lugarteniente en ese momento.

Aun así, Guzmán siguió coordinando las compras de cocaína desde Ecuador para ser enviadas a Estados Unidos, dijo el lugarteniente, protegido por un ejército de guardaespaldas.

Después de su arresto final, un mes antes de su extradición a Estados Unidos, Guzmán todavía estaba planeando otro escape. La razón, dijo un fiscal federal, fue porque “él nunca quiso estar en una posición en la que tendría que responder por sus crímenes”.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 13/02/2019

Etiquetas: EUA México Narcotráfico El Chapo Juicio Cartel Sinaloa Transporte Envio Estupefacientes Drogas Cocaína Metanfetaminas Heroína Marihuana Nueva York Juicio