17 de may. (Sentido Común) -- A inicios del año pasado, los mexicanos pusieron el grito en el cielo por el alza de entre 14 y 20% que registró el precio de la gasolina.

     Ante el férreo control que hasta entonces ejercía el gobierno sobre el costo de los combustibles, el aumento sorprendió a muchos mexicanos, acostumbrados a variaciones más controladas, que en ocasiones implicaban alzas mensuales de centavos o unos cuantos pesos.

     Sin embargo, frente a la decisión del gobierno de liberar los precios de esos combustibles para dejar de subsidiarlos y para crear condiciones favorables para la llegada de capitales privados a diversas actividades energéticas como la venta, el transporte, el almacenamiento y la distribución de petrolíferos, las autoridades optaron por subir las gasolinas.

     Claro que eso irritó a muchos, incluso a quienes no adquieren combustibles, por el temor de que los aumentos generarían una escalada de precios. Al final los precios al consumidor cerraron el año con un avance de 6.8%, una cifra mucho menor al aumento de las gasolinas, pero el mayor avance de la inflación en 16 años y medio.

     Muchos políticos y medios de comunicación, ante el malestar social, bautizaron el alza de precios como un “gasolinazo”, un vocablo que con frecuencia hoy se utiliza ante cualquier alza de los precios de las gasolinas y con el que de alguna manera tratan de indicar que los incrementos se deben a una acción premeditada y deliberada de las autoridades.

     Nada más alejado de la realidad.

     Si ese fuese el caso, sólo bastaría voltear a Estados Unidos, en donde los precios subieron 14.4% en promedio en los primeros cuatro meses del año, algo que acá se hubiera etiquetado como “gasolinazo”, pero que allá es sólo una fluctuación más del precio de un bien más.

     En México el precio promedio de la gasolina en el periodo enero-abril aumentó menos --9.8%--, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, o el organismo encargado de recabar las cifras económicas y sociales del país. El menor aumento lo explica la decisión del gobierno de recortar el impuestos que cobra a la gasolina.

     El impuesto que el gobierno ha recortado en meses pasados para evitar una mayor alza de las gasolinas es el Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios (IEPS) y que las autoridades cobran por litro de combustible.

      Para muchos expertos, la reducción al IEPS no es más que entregar un subsidio gubernamental a los propietarios de vehículos, que no necesariamente representan a las personas más necesitadas de México, por lo que esa acción se califica como regresiva, o que ayuda al que menos lo necesita y no al revés como ocurre con otros subsidios que sí ayudan al que más lo requiere, como generalmente ocurre con los subsidios al transporte público.

     Incluso, diversos grupos ambientalistas critican el subsidio gubernamental a las gasolinas, ya que fomenta el uso del automóvil en detrimento de la ecología.

     Claro que la decisión de subsidiar los combustibles que está tomando la administración actual, forzará al gobierno a incrementar los impuestos cuando los precios de las gasolinas a nivel internacional comiencen a descender a fin de intentar equilibrar el impacto sobre las finanzas públicas del actual recorte al IEPS.

     “En el evento que bajaran los precios en Estados Unidos, no nos va a bajar a nosotros, lo que va a hacer es que se va a corregir el subsidio por la importación”, dijo Raymundo Tenorio, director de los programas de economía en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, en entrevista telefónica.

     En un mundo ideal, los aumentos a los precios de las gasolinas en México y Estados Unidos deberían ser muy similares porque México importa, principalmente del país vecino del norte, cerca de 76% de la gasolina que consume.

     Sin embargo, esto no ha ocurrido por los diversos factores que intervienen en la cotización de los combustibles en cada uno de esos dos países, como son no sólo los costos del crudo, los costos de su refinación y los costos de transportar y almacenar las gasolinas; sino también las cargas fiscales y la cotización del peso contra el dólar.

     Este último factor es relevante porque si bien los combustibles se venden en pesos en México, su cotización está tazada, por lo general, en los mercados internacionales, en dólares.

     Claro que en ese escenario perfecto, los mexicanos también podrían, al igual que los estadounidenses, observar no sólo alzas sino también bajas en los precios de los combustibles cuando estás ocurran.

     Por ejemplo, entre abril de 2014 y febrero de 2016, el precio de la gasolina en Estados Unidos bajó 51.6%. Acá, en cambio, subió por los controles de precio que ejercía en ese entonces el gobierno.

    “Si se pagara el mismo componente de impuestos que se paga en otro país, como Estados Unidos, posiblemente sí tuviéramos precios más bajos”, dijo Tenorio, en la entrevista telefónica. “Nos tenemos que acostumbrar a estos precios altos y más vale que tomemos cultura del ahorro, no hay otra posibilidad”.

     Los precios de las gasolinas podrían también descender si la infraestructura para transportar, almacenar y distribuir combustibles que comienzan a edificar los capitales privados crece y hace más eficiente esa industria.

    Un número mayor de ductos, con mayores longitudes, o un creciente número de tanques de almacenamiento podrían hacer llegar los combustibles de una manera más económica a las gasolineras y, por ende, a los consumidores finales, pero sólo si existen condiciones adecuadas de competencia entre empresas administradoras de estaciones de servicio, como está comenzando a ocurrir en el país.

     Claro que para que esto siga sucediendo, el próximo gobierno deberá no sólo mantener la reforma energética aprobada en 2013 y 2014, sino continuar con la creación de las condiciones adecuadas para que los capitales privados continúen participando en las diversas actividades que conforman la cadena de valor para la producción, elaboración y suministro de combustibles.

    Tras la reforma, decenas de empresas nacionales y extranjeras han empezado a invertir para participar en esas industrias. Hoy ya hay poco más de 30 compañías que participan, por ejemplo, en el negocio de venta de gasolinas, mismas que podrían perder los incentivos para estar en esos negocios si el próximo gobierno limita las variaciones de los precios de los combustible para ejercer un control sobre ellos. 

    Esto último no deja de ser relevante a la luz de las propuestas que han hecho al menos dos de los candidatos presidenciales como parte de sus promesas de campañas.

     Por ejemplo, Andrés Manuel López Obrador, quien compite por tercera ocasión por la presidencia y lleva una ventaja considerable en la mayoría de las encuestas, prometió que en caso de ganar la elección no permitirá que los precios suban a un rimo mayor que la inflación, algo que limitaría las posibles inversiones para mejorar los canales de importación de combustibles al país por no poder reflejar esas inversiones en el precio de los combustibles. 

     Las empresas que quieren invertir en esos sectores buscan que al menos los precios de los combustible finales hagan rentables sus proyectos de inversión.

     También Ricardo Anaya, quien aparece como el candidato mejor posicionado para competir con López Obrador, ha propuesto bajar los precios de las gasolinas mediante una reducción de la carga fiscal que enfrentan los consumidores al adquirís los combustibles.

     Esa decisión, a la larga, será difícil de sostener porque podría golpear las finanzas públicas, al reducir ingresos que podrían destinarse para otros propósitos distintos al de subsidiar el costo de esos combustibles, que beneficia principalmente a los conductores y dueños de autos. 

     “Ambos lo que no nos dicen es que tiene un impacto fiscal que todos tenemos que pagar. Si uno dice que quiere quitarle una parte del componente de impuestos, de todas maneras el precio debe ajustarse en el mercado”, agregó el director de las carreras de economía del Tec de Monterrey. En ese caso “estaría yo yendo a rezarle a la virgencita como presidente para pedirle que bajen los precios de las gasolinas a nivel internacional. Ese sacrificio fiscal me estaría creando un hoyo en el presupuesto”.

 



Fecha de publicación: 17/05/2018

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