Tan certera y precisa como la prosa de Penélope Fitzgerald, ‘The Bookshop’ (‘De libros, amores y otros males’), basada en la novela de Fitzgerald de 1978, se parece mucho a una fábula.

Pocos de los personajes parecen estar basados ​​en la realidad; más bien son como entradas a un libro de emblemas que representan la virtud y la envidia, la codicia y la pereza. Las excepciones, felizmente, son dos: Florence Green (Emily Mortimer), quien en 1959 tiene la audacia de abrir una librería en la comunidad East Anglia de la población pesquera  de Hardborough; y Brundish, el hombre que se convierte en su mejor cliente --interpretado por el maravilloso Bill Nighy-- es una buena razón para ver la película.

“Amaba los libros con la misma pasión con la que detestaba a su prójimo”, dice la narradora (Julie Christie, quien no es acreditada) del ermitaño más famoso de la ciudad, quien permanece encerrado en su casa bastante inaccesible, dedicándose a la lectura. “Sin duda alguna, visitaría su tienda algún día”, dice en una nota de felicitación a la nueva propietaria, “si alguna vez salgo”.

En lugar de eso, Brundish le da carta blanca a la viuda Green para que le envíe cualquier cosa que ella crea que le gustaría leer, y así lo hace --‘Lolita’, por ejemplo, y ‘Fahrenheit 451’.

A través de esa inflamable literatura nace una relación que se acerca mucho a rescatar una historia que, a pesar de todo lo que hizo la guionista y directora española Isabel Coixet, carecería de una conclusión cinematográfica satisfactoria.

 “Como ya lo sabe, la literatura ha hecho mucho daño”, le dice Brundish a Florence en un momento dado. “Esas malditas hermanas Bronte, por ejemplo”. Coixet no ha dañado la literatura exactamente, pero tampoco ha justificado su apropiación.

Ella puebla la película, ganadora del Goya de este año al mejor largometraje, con un elenco de excéntricos, misántropos, niños extrañamente precoces y la venenosa Gamart (Patricia Clarkson), quien hace campaña para que expulsen a Florence del viejo y húmedo edificio donde instaló su librería.

    Clarkson siempre es fascinante; solo la segunda vez que vi la película noté lo mucho que estaba haciendo Mortimer mientras Nighy se robaba una escena. Sin embargo, a final de cuentas es su película. Y probablemente se suponía que no lo fuera.

Traducido por Michelle del Campo  

Editado por Luis Felipe Cedillo

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Fecha de publicación: 16/10/2018