Como un joven corresponsal que visitó Saigón en 1971, prácticamente devoré una copia ilegal del libro ‘Fire in the Lake’ (Fuego en el lago) de Fraces FitzGerald, el cual estaba oficialmente proscrito.

    FitzGerald concluyó su conmovedora narración del fracaso estadounidense en Vietnam con una expresión apasionada de anhelo por la victoria comunista, cuando “el ‘individualismo’ y su concurrente corrupción de paso a la disciplina de la comunidad revolucionaria”.

    En ese entonces, muchos observadores asumieron que nada sería peor que el pandemonio sangriento, harapiento y corrupto que había prevalecido en Vietnam desde la abdicación del régimen colonial francés en 1954.

Hoy parece haber razones para modificar el veredicto de autores como FitzGerald y Jack Langguth, otro reportero que cubrió la guerra y quien escribió: “Los líderes norvietnamitas. . . merecían ganar. Los líderes de Vietnam del Sur. . . merecían perder”.

  Esto no se debe a que resultó falso lo que ambos periodistas registraron sobre el récord estadounidense en Vietnam. Sino debido que ahora se puede ver que los que narraron las historias de pesar de Saigón --a las cuales contribuí en algo-- sólo refirieron la mitad de la historia.

 Por ejemplo, en Estados Unidos y todo el mundo, la mayoría de las personas conscientes de la historia sabe sobre la Masacre de My Lai ocurrida en marzo de 1968, cuando tropas estadounidenses asesinaron a por lo menos a 504 personas vietnamitas de todas las edades y ambos sexos.

Los turistas modernos que visitan Vietnam escuchan mucho sobre My Lai y otras obras estadounidenses del mismo tipo. Pero es menos probable que escuchen sobre los asesinatos a gran escala perpetrados por los comunistas casi al mismo tiempo.

La raíz del problema es que la sociedad moderna es extraordinariamente susceptible a las imágenes visuales, o a la falta de ellas. Pocas personas cuestionan la maldad de Hitler, porque casi todos han visto imágenes de sus campos de concentración y exterminio. Sin embargo, a muchos les resulta difícil ver a Stalin y Mao Zedong con la misma lente, porque sus sucesores se han asegurado de que haya pocas fotos disponibles de sus asesinatos en masa.

Al igual que otros regímenes autoritarios, tanto comunistas como capitalistas, los norvietnamitas crearon lo que la comunidad de inteligencia llama “áreas proscritas”, donde el acceso para reportar y fotografiar solo estuvo disponible para unos cuantos simpatizantes ideológicos.

Es desalentador el éxito de esta política y, en gran medida, sigue siendo un factor determinante en la cobertura periodística y en la escritura de la historia.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 01/11/2018