Cuando McDonald's anunció que estaba eliminando a la villana hamburguesa con queso de su clásica Cajita Feliz a principios de este año, la empresa estaba haciendo lo que yo, en lo personal, denomino “desinventar”.

Los padres de los infantes se habían vuelto en contra del producto debido a problemas de salud, por lo que McDonald's les estaba diciendo a los niños: “Reconsideren la Cajita Feliz. Re-contextualicen. Todos vamos a fingir que el niño amante de la hamburguesa con queso --esa asesina silenciosa-- nunca existió. Ustedes nos agradecerán eso, confíen en nosotros”.

Espero que mi concepto de desinventar se vuelva más popular. Hace un par de semanas participé en un panel durante el cual uno de los participantes indujo una masiva catatonía espontánea al iniciar una presentación de PowerPoint electrizantemente banal. ¡Una presentación de PowerPoint para una charla de siete minutos!

Si alguna vez tuvo que ser desinventado algo, eso es PowerPoint. Casi desde el momento en que surgió, el programa fue reconocido como un arma cruel y despiadada.

PowerPoint complicó las cosas simples al convertir incluso el objeto más básico en una serie de listas bizantinas, que luego generaban otras listas igualmente tortuosas, y que luego dieron origen a otras listas desgarradoras y destructoras del espíritu por igual.

No es suficiente que el PowerPoint sea purgado, terminado, marginado, descontinuado. El programa PowerPoint necesita ser repudiado, abofeteado y desinventado eventualmente.

De vez en cuando, la sociedad en su conjunto se detendrá y admitirá que dio un giro equivocado. Por eso ya no existen los siervos de labranza, o la administración Carter. Esa es la razón por la que las personas ya no usan gorras de piel de mapache o corsets o el correo en cadena o las conchas de protección testicular. La verdad, y todos lo saben, es que el mundo sería un lugar muy diferente si ciertas cosas nunca se hubieran inventado.

Así que, en lugar de tener que soportar un dolor de barriga, ¿por qué no seguir el ejemplo de McDonald's y desinventarlos?

Los sopladores de hojas necesitan ser desinventados. El jazz suave debería haberse desinventado cinco minutos después de deponer al verdadero jazz. La política de revisión de videos de las Grandes Ligas de Beisbol debería ser desinventada. Los anuncios de los servicios públicos deben ser desinventados. Los reporteros que están en las bandas laterales durante los juegos de fútbol americano son los principales candidatos para ser desinventados, además de ser un riesgo para su salud.

En cada uno de estos casos, un error honesto se salió de las manos y, en última instancia, le hizo miserable la vida a todo el mundo. Pero la forma de solucionar esto no simplemente sería hacer retroceder las manecillas del reloj y purgar nuestros recuerdos colectivos de tales monstruosidades. Es admitir que todos fuimos idiotas como para aceptar alguna de estas cosas en un principio.

Y todo esto, porque sin el arrepentimiento no puede haber perdón.

No todo el mundo está de acuerdo en lo que necesita ser desinventado. Algunas personas dirían que el Colegio Electoral o cualquiera que se llame Kyle o contraseñas de no más de 16 caracteres que contengan un número, un signo y al menos una letra mayúscula. Otros se conformarían con desinventar el banjo.

Sin embargo, hay muchos candidatos bastante obvios que mucha gente estaría feliz de ver desaparecer. Las ventanas emergentes en la pantalla de la compu. El queso con sabor a lavanda. Las inserciones de periódico con nombres como "¡Laos avanza en la innovación de alta tecnología y una industria formidable!” Fondos de inversión que cobran comisiones. Cigarros que saben a albaricoque. Blue Man Group. La polenta. Los documentales. Cualquier cosa con la ominosa palabra “celta” en ella. Las eternas colas de caballo. La séptima cuerda de sol mayor. Los camareros que cantan. Los tambores electrónicos. El Departamento de Comercio. Los eventos de recaudación de fondos de la televisión pública. La música folclórica. Y cosas por el estilo.

Cuando McDonald's descartó la hamburguesa infantil, con eso les estaba diciendo a los niños: “Esto funcionó alguna vez. ¡Pero ya no! Considérese afortunado de que todavía estemos sirviéndoles McNuggets de pollo”.

Otras empresas deberían ser igual de audaces. ¿Por qué aún existe la carne seca? ¿El tabaco para mascar? ¿Los patines del diablo urbanos? ¿El mazapán?

Estas cosas siguen existiendo porque nadie tiene el valor de decir: “El mundo sería un lugar mucho mejor si estas cosas nunca hubieran existido”.

Aquí, yo también incluiría la col.

Traducido por  Luis Felipe Cedillo

Editado por Michelle del Campo           

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Fecha de publicación: 06/12/2018